PARRESHÍA

Crisis de libertad

Crisis de libertad

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En este mundo espectacular, libertad y pensamiento se reducen y manipulan a la exhibición de nuestra alma, superficialidades y miserias.

La nueva mujer y diputada viralizó una felación, luego alegó que lo suyo es la pornografía y la prostitución, y que le pagaron la labor y su publicidad. Paso seguido arremetió contra quienes no piensan como ella y, dice, quieren violar sus derechos: “Siempre me he dedicado a esto, los demás diputados son administradores, tienen empresas, Patricia Armendariz, ¿por qué no renuncia al Consejo de Administración de sus empresas, a ella tampoco le alcanza? Por qué sigue trabajando, los abogados en el PAN, cuántos abogados hay, siguen despachando en sus despachos, cuántos campesinos que siguen siendo diputados siguen yendo a sus ranchos, yo por qué no voy a seguir trabajando”.

A no todos, por supuesto, les pagan para publicar sus actividades y menos hacerse publicidad en redes sociales. Y nadie, entiendo, pretende prohibirle su modus vivendi, únicamente matizar y civilizar su publicidad. Muy suyo es su derecho a ser puta: “Lo siento, mi oficio es ser puta y tengo derecho a ser puta”, pero oficio y derecho no impiden a sus pares cuidar el ya de suyo desdorado prestigio del poder legislativo. Una cosa es ser puta y diputada, y otra muy distinta utilizar el cargo público para vender su pornografía y cuerpo.

Pero ese es el Congreso que tenemos, donde la prostitución va mucho más allá de lo físico. Pregúntenle a Alito y compañía.

El evento, sin embargo, ilustra lo que Byung—Chul Han llama “La explotación total del hombre”, o “el valor del tiempo de vida del cliente” que transforma la vida entera de toda persona en un valor comercial. La existencia humana, así, se disuelve en una “red de relaciones comerciales”, nada se substrae ya al aprovechamiento comercial. El panóptico digital, dice, es la explotación total… pero también la vigilancia total, el totalitarismo de los datos.

Jeremy Bentham diseñó un edificio carcelario donde desde una torre central los prisioneros son vigilados en el anillo exterior. Le llamó panóptico, de pan, todo y óptikos, óptico (visión). Hoy el panóptico de Bentham ha sido rebasado por el panóptico digital, en el que somos nosotros mismos quienes nos aprisionamos laborando activamente en desnudarnos en público: en esta nuestra nueva cárcel nadie nos obliga a guardar silencio, al contrario, nos incitan a hablar como guacamayas: “Hoy nos desnudamos voluntariamente sin ninguna coacción, sin ningún decreto. Subimos voluntariamente a la red todo tipo de datos e informaciones sobre nosotros sin saber que sabe qué, cuándo y con ocasión de qué sobre nosotros”. Hoy, hasta la ignominia se vende y la estulticia se presume.

Añade Han: “el miedo a tener que renunciar a la esfera privada e íntima dejó paso a exhibirse impúdicamente, y donde la libertad y el control se vuelven indiscernibles”. En el panóptico de Bentham, el vigía no sabe lo que acontece en la mente de los presos, en el panóptico digital “es posible penetrar hasta los pensamientos”, haciendo posible el “control psicopolítico de la sociedad”.

Y así llegamos a algo muy actual y cercano, en el 1984 de Orwell, el Big Brother tenía por objeto reducir el margen de pensamiento y, por ende, la libertad. En el panóptico digital no hay telepantallas ni salas de torturas, “impera la apariencia de libertad y una comunicación ilimitada”, su técnica no oprime, seduce: “el poder elegante se amolda a la psique, la adula en lugar de reprimirla o disciplinarla. No nos impone ningún silencio. Más bien nos insta permanentemente a comunicar, a compartir, a participar, a expresar nuestras opiniones, necesidades y deseos y a contar nuestra vida. Hoy nos hallamos ante una técnica de poder que no niega o reprime nuestra libertad, sino que la explota. En eso consiste la actual crisis de libertad (…) las necesidades no se reprimen, sino que se estimulan. La comunicación no se reprime, sino que se maximiza. En lugar de confesiones sonsacadas mediante tortura aparecen la exposición voluntaria de la esfera privada y el desvelamiento digital del alma. El smartphone sustituye a la sala de tortura”.

Pero en este mundo espectacular, libertad y pensamiento se reducen y manipulan a la exhibición de nuestra alma, superficialidades y miserias, y a teclear: “El nuevo hombre teclea, no actúa”, el homo digitalis no actúa políticamente, actúa ante la cámara de su dispositivo electrónico. La comunicación digital erosiona profundamente la comunidad, destruye el espacio público y agudiza el aislamiento del hombre. “Lo que domina la comunicación digital no es el amor al prójimo, sino el narcisismo”.

Pobre diputada, cree hacer propaganda a su pornografía y vocación, aduce derechos y libertades, pero responde al algoritmo y al espejo de agua de su narcisismo. Su fama efímera y escandalosa no la comunica, la aísla; su libertad no la prestigia y menos la honra. Al aferrarse a sí misma y a la imagen que se ha creado se encierra y refiere solo a ella; convierte la dignidad humana que dice defender en objeto de comercio, a su persona en escándalo y hace de su representación y mandato político—ciudadano befa y escarnio. No hay en su relación digital persona otredad alguna. Y “el espíritu sólo despierta en la presencia del otro". La cárcel digital en la que se guarece para transparentarse al mundo no solo mata toda relación, también al espíritu en ella. Su dolor debe ser más infinito que digital.

La libertad, además de privilegio es responsabilidad, se puede ser libre para ser esclavo, a si se sea esclavo de sí mismo.


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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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