PARRESHÍA

Cual niños de Hamelin

Cual niños de Hamelin

Foto Copyright: lfmopinion.com

Hay más México donde su locura no proyecta su sombra que donde con ella todo lo marchita.

Ojalá todo fuese convocar y concentrar gente. Gobernar es mucho más que eso.

No hay hibrys (desmesura) que no sea entronizada. De hecho, toda hibryses un fenómeno colectivo: quien está fuera de sí (desaforado) y no se halla bajo tratamiento o camisa de fuerza, es alguien que encuentra en ciertas franjas de la sociedad (familia, amigos, partidarios, feligreses, ejércitos), por las más disímbolas razones que se quieran, acogida, respuesta y apoyo. Si no contase con esa retroalimentación, su enfermedad no estaría en un estado de crisis de exaltación sino su contrario. Lo cual no quiere decir que esté bien y saludable, puede que se halle en el clímax de su mal y cercano al quebranto.

La enajenación de sus seguidores tampoco es algo fuera de lo común, a lo largo de la historia encontramos cofradías y sectas que han llegada a la inmolación en un estado de trance. Más cuando el fenómeno de masificación inhibe todas las defensas propias del individuo y éste se comporta

TEXTO como algo y no como alguien
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Pero todo eso lo sabemos desde la tragedia griega. Lo verdaderamente preocupante es la franja mayoritaria de mexicanos que reprueba a López Obrador, que no se traga ya sus falsedades y que, sin embargo, no logramos generar una conversación propia y constructiva. México va para tres semanas hablando de su marcha para no hablar ni de la otra marcha, ni de nada que nos sea ingente.

A cuatro años de su gobierno hemos sido incapaces de generar una narrativa que no le sea reactiva, que no caiga en sus provocaciones y tergiversaciones y que ocupe los espacios que él no ocupa. Como si todo estuviese condenado a girar alrededor de él.

Hay más México donde su locura no proyecta su sombra que donde con ella todo lo marchita.

Querámoslo o no, no acudimos a su procesión del domingo 27, pero desde antes y aún hoy marchamos bajo su son cual niños de Hamelín.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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