Bastón de mando o camisa de fuerza
La visión de López Obrador del poder es anterior a la Grecia Clásica, propia de sociedades prepolíticas, en las que el poder se depositaba en un objeto: cetro, corona, sandalias, anillo. Si el poder fuese un objeto sería apropiable. También entregable, cedible, heredable.
Su desmesura del bastón de mando sólo sirve para ejemplificar lo que pasa cuando un aprendiz de brujo, en una caricatura de la realidad, toma la “varita mágica” de aquél y desata tormentas y caos.
Pero el poder no es una varita mágica, ni objeto alguno; el poder es el resultado de los hombres actuando en la pluralidad. Todo poder es relacional, entre por lo menos dos. Y es la relación de los muchos lo que hace que ciertas acciones humanas presenten consecuencias que afectan a muchos o a todos. El poder tampoco produce algo objetivable, el poder sólo produce sentido, unidad, propósito, objetivo. El poder no se constituye en un algo como bastón de mando, cetro o poderes sobrenaturales.
El poder, más que un objeto, es responsabilidad. No se entrega, cual premio; se impone, cual carga; demanda su cumplimiento y se somete a un juicio inapelable donde los otros datos no existen.
Todo poder dimana del pueblo y se instituye para su beneficio. En el caso del Ejecutivo federal, deviene de un mandato ciudadano expresado en las urnas y es normado por la Constitución. No es apropiable, no es objetivable, nadie puede demandarlo en propiedad ni cederlo a discreción. La banda es un símbolo, pero no deja de ser un pedazo de tela. López hace años creyó que cruzándose una imitación de ella al pecho se convertiría en presidente legítimo. Ese día debimos vestirlo con camisa de fuerza y someterlo a tratamiento psiquiátrico.
Antier no cedió ni aquel remedo de banda presidencial ni la que la Ley de la materia le da el derecho de portar en ciertas y exclusivas ocasiones. Lo que cedió no fue un bastón de mando, fue su locura y lo que recibió y juró la señora Sheinbaum fue demencia reflejada y compartida.
Lo único que sí existe es la Constitución que López juró cumplir y hacer cumplir y que, tal y como lo protestó ante el Congreso, en su momento la Nación habrá de demandárselo.
El bastón de mando tampoco representa a ningún pueblo originario y menos a todos. Es como la 4T y todos los demás delirios de López Obrador: aire, desmesura, patología.
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