PARRESHÍA

Riamos

Riamos

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La risa desacraliza al poderoso, lo iguala a cualquiera. De ser necesario, lo ridiculiza.

Las civilizaciones más antiguas escuchaban a los dioses por el viento a través de la fronda de los árboles. Sin embargo, sólo empezaron a hablar con ellos a través de la risa. En la tragedia y comedia griegas, los coros siempre eran de sátiros que se burlaban por igual de hombres y dioses.

Y si hoy algo hemos perdido en México es nuestra capacidad de reír. Estamos muy ocupados odiándonos los unos a los otros, temiéndonos todos o cargando la lápida del sinsentido de nuestros días.

El poder, con su fuerza y soberbia, con su “investidura”, es también contrario a la risa que no sea la suya propia; más cercana a la burla y al escarnio que a la alegría.

Porque la risa desacraliza al poderoso, lo iguala a cualquiera. De ser necesario, lo ridiculiza.

Es la risa que le causa al niño la desnudez del Rey la que lo lleva a señalar lo que todos ven y callan miedosos y avergonzados. El niño al reírse del Rey no sólo lo desnuda; lo ridiculiza y desempodera; lo somete a la realidad.

En la carpa mexicana había más política que en las urnas y el gobierno mismo. En ellas el ciudadano reía a sus anchas y ejercía la más libre y acida de sus críticas.

Mal hacemos en discutir con López Obrador, en enojarnos con él; en combatirlo. Lo único que merece de nosotros es nuestra más rotunda y generalizada carcajada. Nuestro odio lo alimenta, nuestra oposición lo crece, nuestra crítica lo halaga. Nuestra risa lo desbarata, confunde y aterra.

Riamos.


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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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