LO DE HOY

Vicepresidenta

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Foto Copyright: lfmopinion

Su sonrisa y su altivez muestran quién recibió los votos.

Huelga decir que el pasado 2 de junio los mexicanos por primera ocasión en vez de elegir a la presidenta en turno, en esta ocasión la mayoría de los mexicanos sufragaron por un plebiscito que convocó el inquilino de Palacio de votar por dos proyectos de Nación:

Por la continuidad de la 4 transformación, o porque regrese la corrupción y los privilegios representados en el PRIAN.

No es casual que el inquilino de Palacio haya festinado la victoria de su corcholata a pesar de que lo cepilló al obtener su candidata más de 35 millones de votos, cinco millones más que él.

Su sonrisa y su altivez muestran quién recibió los votos.

Por tanto, quien ganó la elección presidencial en la formalidad fue su corcholata, pero, quien ganó de facto fue el inquilino de Palacio.

Los hechos públicos lo demuestran.

Durante la campaña electoral el candidato real fue el tabasqueño a través de su representante quien sin ningún rubor se convirtió en su títere, desde su tono y ritmo de hablar, hasta repetir las frases que reforzaban su censura al PRIAN, imagen que dió lugar para que los beneficiarios de los programas sociales, los feligreses y los seguidores utilitarios votarán por la corcholata, un voto por ella, era un voto para AMLO.

Los ciudadanos con su voto reafirmaron su preferencia por el tabasqueño, por ser magnánimo con las familias y por su actitud de justiciero frente a la oligarquía, léase Calderón, hasta Loret, que centraban su atención y desdeñando temas cotidianos como la inseguridad y la salud.

Con esta fortaleza de imagen el inquilino de Palacio borra de la escena política a su corcholata, mostrándole quién tiene el bastón de mando, sin que le haga ruido el mercado financiero nacional y extranjero.

En esta realidad política tiene que moverse la presidenta electa para dar certidumbre al mercado, sin provocar celos de su jefe.

No tiene muchas opciones: plegarse a los dictados de AMLO, o establecer su sana distancia con su procer, que le dé espacio politico para diseñar su propio gobierno.

El tema es que los morenitas solamente tienen un solo jefe, López Obrador, al verlo como el Tlatoani, donde depende su vida pública.

Basarse en la escuela de Zedillo de la sana distancia con los priístas, es hacer valer dos cosas básicas: la institucionalidad hacía su figura -los morenitas no la conocen- y respaldarse en los millones de votos obtenidos como candidato, herramienta que utilizaba Zedillo para recordar a los priístas sus 17 millones de votos a su favor y exigir su disciplina.

La presidenta electa ¿podrá hacerlo con su propio jefe y los morenitas, hacer valer sus más de 35 millones de votos para exigir respeto a su investidura?, está por verse.

En esta circunstancia política, la única opción que tiene es su lealtad a su jefe y jugar a las formas de que ella es la presidenta de México.

La pregunta será, ¿seguirá tragando sapos de manera pública o la situación del país -de crisis financiera- la obligará a tomar el ejemplo de José López Portillo con Luis Echeverría?, primero, le corta el teléfono rojo para evitar sus recomendaciones cotidianas y en paralelo, lo manda más allá de su rancho, para que los mexicanos y el mundo la vean como presidenta de México.

Al tiempo.

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Gerardo Conde

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