PARRESHÍA

Sólo Creel

Sólo Creel

Foto Copyright: lfmopinion

Palabras que hoy suscribo para con él. Agregándole las de tonto útil.

Cuando me llegó el texto lo abandoné al segundo párrafo. Era y sigue siendo insufrible. Me disculpé con quien me lo envió diciéndole que me reservaba para leerlo y comentarlo.

Por respuesta recibí una pregunta que me aclaró que el texto era actual. Mi sorpresa fue entonces inconmensurable y confirmé así que sólo Creel podía haberlo escrito.

Confinado en un camión por varias horas me impuse del bodrio, reconfirmé que sólo Creel pudo haberlo hecho y redacté lo que tiene a la vista.

Empieza Creel queriéndose justificar con un “a mí me consta”, como si sus constancias tuviesen aún valor alguno.

Y enseguida lanza —oportuno, culposo o simplemente estúpido— su argumento excusa: “hubo una época en que Andrés Manuel fue un demócrata”, para luego, cobarde como siempre ha sido, corregir: “o fingió serlo.”

Importante resulta su retruécano: si fue demócrata, la nobleza de la causa lo exculpa; si fingió serlo su excusa se queda en simple engaño.

Pero dejemos que sea Creel quien nos pinte su verdad.

Dramatiza su entrada con una “era domingo, a medianoche (…) Andrés me despertó con una llamada.”

Resalto la camaradería propia de amigos y compañeros del aún hoy presidente. Y acota, como si nada: “hace ya casi 30 años.”

Y sí, era 1994, días después de las elecciones federales, durante las cuales, tras el asesinato de Colosio, las oposiciones tomaron por asalto el Consejo General del IFE por cuotas. Creel llegó por el PAN sin mérito alguno, más allá de ser —entonces— un rabioso antipriísta. Todavía no era brother de Alito. La verdad es que no se le conoce antes de su llegada al IFE medio renglón de su autoría sobre tema electoral alguno. Y menester es recordar que llegó trasvestido de apartidista y apolítico.

Más ese no fue el problema, sino que cuando “Andrés” le llamó a medianoche y él “en un santiamén me cambié, subí a mi suburban blanca —a quién carajos le importara el detalle— y desde mi casa en Polanco —ídem— me dirigí al centro (…) en ese entonces, ‘Andrés’ encabezaba un plantón en el Zócalo.” Un plantón del PRD, del que era el candidato perdidoso a la elección a la gubernatura de Tabasco.

Lo importante es que Santiago Creel era en ese momento un funcionario federal electoral, obligado constitucionalmente a la imparcialidad. Misma de la que se deshizo con sus pijamas y dejó con la Constitución y honra en su casa en Polanco.

El entonces consejero electoral nos describe entonces a un ‘Andrés’ “tenso y agitado”, es decir , el mismo de siempre. Pero después, con cierto toque de dramatismo, nos narra: “con seriedad y una formalidad, impropia(Sic) de él”, denotando nuevamente un trato al menos cercano y continuo, le dijo: “Santiago, tengo las pruebas, al fin vamos a probar que me robaron la elección en Tabasco”. Destaco la conjugación del verbo en segunda persona del plural.

Plural y conjunción que confirma el propio Creel en tiempo, modo y lugar: “nos trasladamos al hotel Catedral (…) subimos al tercer piso (…) eran más de 50 cajas (…) empezamos a abrirlas al azar. Andrés unas, yo otras (…) era ya de madrugada.”

No menciona entonces a nadie más.

Tampoco nos obsequia el carácter y legitimidad de su presencia y hacer: ¿militante, simpatizante, abogado, funcionario electoral, asesor, confidente, amigo, funcionario de partido, periodista, historiador?

Aún así, el candidato le confió la primicia antes que a nadie, incluso de su propio partido y equipo cercano, despertándolo en domingo al cambiar el día. Tampoco repara hoy, a 30 años a la distancia, del conflicto de intereses del tamaño de una catedral y de una probable acción delictuosa. Quedaba claro entonces, como en su momento lo hicimos valer y ratifico hoy, que no vio ni ve ahora todavía la contradicción de ser funcionario público electoral y participar abiertamente en favor de un partido y candidato.

En esa mezcolanza de roles, propia de toda su vida y maromas, nos habla de facturas, talonarios y nóminas que, suponiendo que hubiesen existido, porque la especie que ha perdurado es que las cajas estaban en su mayoría vacías, nada nos dice de qué y cómo probaban. Años después el mismo PRD, otra vez en Tabasco, envió decenas camiones de cajas y videos al Tribunal Electoral, sin circunstanciarlas en modo, tiempo y lugar, ni adminicularlas con los agravios hechos valer. Y en otra elección envió hasta chivos y guajolotes. Pero cualquiera que sepa de juicios conoce que las probanzas no se pesan, sino que se valoran en su idoneidad probatoria.

Lo que en seguida narra Creel niega su formación jurídica y estatura de funcionario electoral: “Decidimos, ante una posible embestida del ‘sistema’, como llamábamos entonces al partido hegemónico”... Me muero por saber cómo le llama hoy a eso que entonces empezaron juntos a crear.

Pero regresemos a nuestro tema, qué fue lo que juntos decidieron: ¿Acaso poner a buen recaudo las probanzas, organizar un equipo jurídico para circunstanciarlas y relacionarlas con cada uno de los agravios a hacer valer, acopiar mayores probanzas, preparar alegatos, estudiar precedentes, criterios y jurisprudencias?

Nada de eso: Decidieron “convocar a una conferencia de prensa en la mañana”, cuando apenas tenían una revisión no especializada y somera de las pruebas a su alcance. Él mismo habla de 50 cajas, cuántas pudieron revisar de madrugada. Cualquiera sabe que para tener una visión panorámica de 50 cajas de documentos —suponiendo que realmente estuviesen llenas— se requieren de muchas horas de trabajo y un equipo profesional.

Y fue el propio Creel, según su decir, quien convocó a cerca de doce personas para que les acompañaran a los dos en una conferencia para denunciar el fraude la mañana siguiente.

He llevado suficientes juicios electorales para poder sostener que solo un irresponsable, con unas cuantas cajas revisadas en escasos minutos sobre probanzas no ordenadas, ni debidamente adminiculadas, ni exigentemente sopesadas, puede sostener un aserto de fraude con un dejo de verdad y responsabilidad.

Y así concluye Creel esa su excusa: “el testimonio ahí queda”. Y por supuesto que queda en sus propios términos y palabras. Repito, nadie en su sano juicio podría escribirlo y así.

Tiempo después —se ve que le es difícil escarmentar— “ya como diputado, seguí la denuncia del fraude, con el impulso de Juan Rodríguez Pratts y Pablo Gómez, entre otros.” Esto es toda otra joya. Tal fue su protagonismo y parcialidad, que en la reforma del 96 se les cesó constitucionalmente como consejeros ciudadanos y se crearon entonces los consejeros electorales, habida cuenta que, contrario a lo que ellos sostuvieron, carecían de representación política alguna; sólo eran objeto de atribuciones legales, más no políticas: su función era electoral, no representativa. Y fueron cesados, además, con una prohibición constitucional expresa: no podían ser inmediatamente electos para un cargo de elección popular. Creel, alegando la literalidad del texto y no su interpretación sistemática, se hizo diputado por el PAN. Por señalar su trampa me denunció penalmente. Perdió el juicio.

Pues bien, como diputado del ¡PAN!, apoyado por diputados del ¡PRD!, convirtió el juicio perdido ante el tribunal electoral en juicio político. ¿Cuál era su interés jurídico y legítimo para hacerlo? ¿En calidad de qué lo hacía, de abogado, militante, diputado, agraviado, opositor? ¿De cuándo acá un militante y diputado de un partido diverso puede alegar interés jurídico para defender las causas de un partido contrario?

Y hoy se duele de que el primero en mandarlo al diablo fue su cuate “Andrés”, sin percatarse que ya para entonces no le servía para nada y que seguramente le tomó el pelo como es su modus operandi. Y —sorprendido— 30 años después descubre ¡Vive Dios!, que a López nunca le importó el voto ciudadano, que “sus impulsos políticos surgían por motivos meramente personales, ni siquiera eran ideológicos, una voluntad contrariada, un orgullo postrado, un ego humillado y una ambición desmedida de poder”. Palabras que hoy suscribo para con él. Agregándole las de tonto útil.

La historia que hoy nos cuenta el personaje lo pinta en su esquizofrenia, extravío y estatura. Y todavía firma como ¡político y abogado!

Estos son los personajes que forjaron la democracia electorera y partidocrática que nos tiene al borde de la tiranía. Y de la que hoy se quieren lavar la cara como si hubiesen sido todo el tiempo engañados y sus apetitos fuesen prístinos y nobles.

Creel, como muchos otros, se encamaron para encaramar a López Obrador hasta donde hoy está.

Lo que no logro entender es cómo el PAN lo mantiene en su burocracia dorada tras tantos años y descalabros, y hasta haya pretendido que pudiese ser candidato presidencial. Aunque, mejor dicho, ahora entiendo por qué el PAN está como está y donde está.

Busque usted el texto: "Andrés frente al espejo". No deja de ser insufrible, y más porque quien termina frente al espejo desnudo es el propio autor, pero cuando éste hace la defensa del PRI es algo imperdible y digno de Lord Molécula.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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