PARRESHÍA

Cambiar la perspectiva de la reforma judicial

Cambiar la perspectiva de la reforma judicial

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Tenemos que empezar por hacerle entender al ciudadano que vamos a algo nunca visto y aún desconocido y en vías de definición, sin que nadie tenga claro qué queremos, a dónde vamos y para qué.

Con respeto a todos los constitucionalistas: una reforma constitucional puede ser formalmente constitucional y, sin embargo, ser contraria y lesiva a la Constitución y, más que a ella, a los individuos que la habremos de sufrir.

Pero por lo visto la Constitución y la ley misma en México valen ya lo que un loco y su Corte de sicofantes quieran que valgan.

Creo que es tiempo de cambiar la conversación y la preocupación.

Mañana se publica la convocatoria para los comités que integren las listas de candidatos a ministros, magistrados y jueces a elegir en junio próximo y en breve la convocatoria a ellos.

Avanzamos en la obscuridad en un proceso inédito y en gran parte indefinido. Nadie en México, ni en el universo mismo; ahora sí que citando al Senador “Norombola”: ¡ni Dios padre encarnado!, sabe cómo habrán de procesarse estas elecciones. Ni López Obrador y la que fue su consejera jurídica, ni Claudia Sheinbaum y Ernestina Godoy, ni Zaldívar, ni nadie en Gobernación, la Corte, el INE, el Senado y la Cámara de Diputados, pasando por las universidades, los centros de investigación jurídica y los despachos de abogados tienen la más peregrina idea de cómo habremos de comernos esta diabólica ocurrencia.

Debemos de partir que nada tienen que ver con las elecciones tal y como las conocemos, su sistema de representación, procesamiento partidario, geografía electoral, cargos y número de cargos a elegir, procesos electivos, tiempos y etapas, campañas, casillas, boletas, cómputos, resultados, recursos jurisdiccionales, probanzas, nulidades. Nada de lo que entendemos por elecciones va a hacer aplicable a lo que nos viene encima.

Tenemos que empezar por hacerle entender al ciudadano que vamos a algo nunca visto y aún desconocido y en vías de definición, sin que nadie tenga claro qué queremos, a dónde vamos y para qué.

La narrativa de la corrupción y el nepotismo ha sido muy eficaz para vender la reforma, pero no para diagnosticarla y menos plasmarla en una ruta seria y una estrategia responsable.

Lo que vimos en la tómbola: desconocimiento, descontrol, ridículo, absurdo, improvisación, displicencia y arrogancia es una probadita de lo que viviremos de aquí en adelante.

Pero ello es a la vez riesgo y oportunidad. Los obradoristas se tiraron de cabeza a un abismo sin paracaídas ni idea de lo que hacían, tras de ellos fuimos todos arrasados, pero en la caída nadie tiene hoy y aquí ventaja alguna. Tan confundidos y ciegos avanzan ellos como el resto de la sociedad. Con una diferencia, ellos están cegados de soberbia y triunfo, creen que ascienden cuando caen en picada. Nosotros tenemos una idea más precisa de los riesgos y, si somos los suficientemente inteligentes, también de las oportunidades.

Cambiemos el juego y la mentalidad. Abandonemos las discusiones que, consistentes, no tienen futuro porque en la acera de enfrente no hay nadie que quiera escuchar ni pueda entender.

Aboquémonos a definir todo lo que hay que definir, a ayudar a desaprender lo que sobre elecciones conocemos y seamos capaces de, en meses, educar a la ciudadanía en algo, repito, desconocido y en vías de definición operativa, para que sea capaz de ejercer, controlar y defender el poder democrático que de dientes para fuera se nos pretende dar, pero que en los hechos está al alcance de nuestra mano si sabemos convertir nuestra frustración en decisión y acción.


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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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