PARRESHÍA

Hacia la oscuridad

Hacia la oscuridad

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No anido duda de que el experimento será un fracaso universal.

¿Cómo medir el éxito o fracaso de la reforma judicial?

¿Por el número de inscritos, por el resultado de la tómbola, sea lo que sea ello; por el número de votantes en las urnas, por la prevista mayoría de afectos a Morena, por lumpenización de la judicatura, con lenias, Ulises, peraltas y hasta el carnicero del mercado?

Suponiendo que los que llegan tengan alguna idea del proceso jurisdiccional, ¿cuánto tardarán en imponerse de todos los expedientes en trámite, cuál será su promedio de resolución, cuál la calidad de sus sentencias, cuan grande podrá ser la confianza que den a la ciudadanía y a la inversión?

No anido duda de que el experimento será un fracaso universal. El problema es ¿cuánto tiempo nos va a llevar recuperar un sistema de justicia confiable, cuánto una cultura elemental de legalidad, cuánto en desmontar todas las injurias e infamias sembradas en contra del poder judicial?

Y no es que haya sido impoluto, aquí mencionamos incansablemente el abuso del amparo y la mecánica de jueces de resolver para efectos de suerte de cumplir con las métricas de desempeño sin, no obstante, entrar al fondo del asunto y de su resolución.

Desgraciadamente, necesitándose una reforma judicial, la que se hizo no fue reforma, fue carnicería. Una verdadera reforma tendría que partir de una visión integral del problema que iniciando con la seguridad, siguiese con la procuración de la justicia, continuase con su procuración y concluyese con la readaptación y control de centros penitenciarios.

Pero no se trataba de resolver el problema de la justicia en México, sino de control político y captura de espacios para sus huestes voraces y vindicativas.

Tendremos ministros y ministras, magistrados y magistradas, y jueces t juezas, más no justicia.

Nos adentramos a lo más oscuro de la noche.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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