PARRESHÍA

No somos pueblo, somos ciudadanos

No somos pueblo, somos ciudadanos

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El constructo de pueblo lo que busca es homogenizar a todos en una sola voluntad. Así nos gritan desde su púlpito: el pueblo ordenó. Pueblo como asimilación homogenizante de un todos que solo puede ser plural.

Si hay un vocablo mundialmente distorsionado, ése es el de “pueblo”.

Al pueblo los populistas lo mientan para todo; en su nombre son y terminan encarnándolo: “ya no me pertenezco”, dicen, porque son ahora del pueblo y son el pueblo mismo.

Pero pueblo, con que dicen incluir a todos los nacionales, en realidad ha devenido en un significado exclusivo y excluyente. El pueblo no somos todos los mexicanos; habemos unos que no solamente no merecemos serlo, sino que somos sus más terribles y tramposos enemigos. ¿Pero quiénes? Ellos, contestan, refiriéndose más que alguien en especial a quien sea contrario a su poder.

Pero entre Ellos, los otros, los malos; y el pueblo, los buenos hoy y aquí según el populista, media una frontera muy porosa con umbrales cual arcos del triunfo por donde se transfiguran los malos en pueblo bueno: Yunes, Lavalle, Murat, Velasco y un sin fin de mediocridades oportunistas conversas al poder.

Sin embargo, todo ello es más falso que una moneda de dos centavos.

Los humanos somos diferentes, somos distintos unos de otros y somos libres. Esa libertad se expresa en lo imprevisible. Lo imprevisible es lo que nos distingue a uno de otro y forja lo que llamamos pluralidad. Pero para distinguirnos, la libertad que se manifiesta en lo imprevisible de la conducta humana, siempre se expresa en discurso y acción. El mundo público, el espacio público, es el ámbito de la voz y acción humanas. Y es público porque no es de nadie en particular.

Pues bien, el constructo de pueblo lo que busca es homogenizar a todos en una sola voluntad. Así nos gritan desde su púlpito: el pueblo ordenó. Pueblo como asimilación homogenizante de un todos que solo puede ser plural.

Todo hombre y mujer son capaces de discursar y accionar, ambas son actividades que constituyen la condición humana, así, afirmar que todos son una unidad homogénea con una sola voz, una sola voluntad y una sola acción. Es negar lo humano y su libertad.

Decir que el hombre es un ser político, no es hablar solo de alteridad, de lo plural como número. Estamos ante una calidad exclusiva de los seres humanos. Cuando el hombre o la mujer accionan, no empiezan algo, empiezan un alguien. Y ese alguien es el género humano y su mundo de la libertad imprevisible.

A diferencia de la vida privada, donde tras las paredes del hogar se resguarda de la vista ajena la vida familiar y personal; la vida pública no debe de tener compartimientos, ni oscuridades, ni secretos; no puede reservarse para unos y negarse para otros; no hay los míos y mis enemigos: sólo hay ciudadanos y ciudadanas que discursan y actúan para hacerse ver y oír, para ejercer su libertad y con ella distinguirse para hacer saber quiénes son.

El pueblo niega esa calidad de ser sí mismo, porque nos funde a todos homogéneamente en un magma donde el quiénes desaparece.

Por eso sostienen Arendt que “la condición indispensable de la política es la irreducible pluralidad que queda expresada en el hecho de que somos alguien, no algo. Curiosamente el tema central del libro de Antonio Caso: “La persona humana y el Estado totalitario”.

Hoy el Estado totalitario se disfraza de democracia para acabar con ella y es una enfermedad política llamada populismo.

No somos pueblo, somos ciudadanos y ciudadanas.


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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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