PARRESHÍA

Sin aguila ni remedio

Sin aguila ni remedio

Foto Copyright: lfmopinion

Cuauhtémoc Blanco es la mejor representación de lo que hoy somos mexicanas y mexicanos: cobardía, podredumbre, corrupción, indecencia, heces.

¡Soñador, estúpido y joven, aún!, creí, con Netzahualcóyotl, que jamás acabarían nuestras flores y que nunca morirían nuestros cantos; que México era indestructible y que nuestras contradicciones eran alborada de una humanidad sincrética. Y esa fe sobrevivió a mi adolescencia, sueños y estupideces; a terremotos, a sexenios eméticos, a la negación de la política, a intelectuales de raiting, a partidos negocios y hasta a las demencias de López. Llegué a creer que la senda gloriosa de México era inevitable y a prueba de los y las mexicanos, no importa qué.

Con Teuchitlán llegué a creer que habíamos tocado fondo y que, a pesar de nosotros, recuperaríamos nuestros flor y canto. Pero ver a diputadas gritar a ¡Cuauhtémoc Blanco! “No está solo”, y protegerlo con el fuero constitucional; no para que pueda ejercer con hombría y capacidad su mandato ciudadano, sino para cobijar su cobardía, degradación y limitaciones, me confirmó que nuestro mal es terminal e irremisible. Que acabarán nuestra flores y morirán nuestro canto.

Y no prejuzgo, ni violento su, de suyo delgada presunción de inocencia, pero sí señalo que, en beneficio de su desdorada imagen y precaria dignidad, debiera renunciar al fuero y probar su inocencia. Pero sueño si creo que este esperpento de lo que hoy es la política en México resguarda en sí un aliento de decencia y dignidad. Tampoco espero que sepa lo que es el deber.

Nunca alguien pudo hacer mejor honor a su nombre: “águila que cae”. Aunque no estemos de cara a un águila, ni remotamente.

Cuauhtémoc Blanco es la mejor representación de lo que hoy somos mexicanas y mexicanos: cobardía, podredumbre, corrupción, indecencia, chusma, heces. No construimos segundos pisos, ahondamos socavones en el infierno.

No, no somos Teuchitlán, ahí, aunque lo niegue Sheinbaum y sus pinches corifeos, murieron inocentes y soñadores de mañana. Somos Cuauhtémoc Blanco y sus diputadas y diputados defensores: asesinos de cantos y flores.

Caída lisa y llana, sin águila ni remedio... con A.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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