PARRESHÍA

Un futuro de estufas de leña

Un futuro de estufas de leña

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¿Vamos a enfrentar la mayor crisis del mundo moderno después de la Segunda Guerra Mundial produciendo estufas de leña? ¿En serio?

¿Es posible anunciar un Plan México para, supuestamente, enfrentar la peor crisis en los últimos 80 años, y días después dar a conocer un programa de estufas de leña con un presupuesto de 500 millones de pesos?

¿No debiera ello despertar todas nuestras alarmas?

¿En manos de quién estamos?

¿Vamos a enfrentar la mayor crisis del mundo moderno después de la Segunda Guerra Mundial produciendo estufas de leña? ¿En serio? ¿No es ya suficiente la desforestación y desertificación de México, así como su extendida crisis hídrica, como para dejarse de sandeces? ¿No les bastó el Tren Maya, Dos bocas, un aeropuerto de fantasmas y un Covid combatido con “detentes”?

¿Qué pensará Trump y su gobierno; Canadá, nuestro otro socio comercial, Europa? Bueno, ¿Nicaragua, Venezuela o Cuba? Perdemos nuestra competitividad automotriz y con ella centenas de miles de empleos y la solución son ¡estufas de leña!? ¡Por Dios!

Dependemos absolutamente del gas norteamericano y casi un 90% de su gasolina, no producimos suficiente energía eléctrica, ya no para crecer nuestra planta industrial, sino para abastecer el servicio la demanda actual; nuestra soberanía alimentaria no existe, no tenemos medicinas, los maestros no enseñan, son extorsionadores profesionales del erario y sicarios electorales al mejor postor; la justicia está por fenecer en meses: tres sicofantas pretenden ser electas como ministras, cuando han demostrado en ese cargo su incapacidad profesional y ética para serlo. No hay división de poderes, ni dignidad política; el Congreso es un papel de baño varias veces usado. No existe política exterior y, para el caso, política, estrategia, plan o programa alguno serio, funcional y eficaz. El crimen organizado campea a sus anchas y nuestros vecinos nos lo cobran con chantajes infamantes, los violadores son hoy legisladores y el fuero no es para garantizar la función pública, sino para guarecerlos de la ley. Los votos en el Congreso se compran, confesado impúdicamente por Noroña. A las novias las hacen precandidatas desvergonzadas, se regalan jirafas y los desfalcos tipo Segalmex y Birmex los desaparecen. El INE y el Tribunal Electoral son ya prostitutas de banqueta de pueblo arrabalero. Ni Rulfo ni García Marques pudieran haber descrito nuestra fétida descomposición actual.

Todo ello, mientras el mundo implosiona. Pero nosotros defendemos la soberanía nacional con estufas de leña, concentraciones políticas y encuestas de popularidad. Ebrard refulge haciendo sus dobladas que lo han hecho famoso y nosotros todavía confiamos en quien Trump trata como limpia establos.

Preparémonos a cambiar nuestras estufas de gas por de leña. Avisados estamos: no hay ya dinero ni para importar gas.


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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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