PARRESHÍA

El voto elige, cuando hay algo elegible, pero no salva lo insalvable

El voto elige, cuando hay algo elegible, pero no salva lo insalvable

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Estas elecciones son inelegitimables.

El voto sirve para legitimar mayorías y procesos verdaderamente democráticos; pero el voto, por más mayoritario que pueda ser, no podría legitimar un delito, una felonía o un golpe de Estado. Eso de que "con el pueblo todo, sin el pueblo nada", es una falacia demagógica del tamaño de una catedral: un pueblo alienado en linchamiento, jamás podrá tener justificación.

En el caso de las mal llamadas elecciones judiciales, existe de origen un inconveniente insalvable: una elección tiene que ser auténtica; de entrada, debe ser de verdad, es decir, el ciudadano debe poder elegir efectivamente, entender realmente qué está eligiendo y tener opciones reales, equitativas y libres para elegir. Pero cuando al electorado se le tiene que dar acordeones para que en la casilla pueda copiar unos números que no significan nada para él, más allá de la afrentosa coacción desde el poder a través del condicionamiento de programas y apoyos gubernamentales usufructuados por un partido, no hay elección posible, verdadera ni auténtica alguna.

Cuando el gobierno todo se abstiene de sus tareas y responsabilidades para convertirse en una maquinaria de coacción estatal electoral, no hay elección que valga, porque materialmente no hay elección.

Hemos equivocado la discusión nacional, el problema no es si estas elecciones pueden ser legitimadas por el voto ciudadano: el voto ciudadano no puede salvar lo insalvable, el voto sirve para legitimar mayorías, pero no para limpiar locuras políticas ni afrentas mesiánicas. Ya sea un voto o mil millones de votos ciudadanos no pueden limpiar las aberraciones, perversiones, abusos, demencias, desfiguros y absurdos de unas reformas impuestas con una sobrerrepresentación robada, procesos legislativos viciados, recursos laborales roboados, perversiones mil de poder y golpes de Estado al poder Judicial y a la República mexicana.

Lo he dicho y lo sostengo: estas elecciones son inelegitimables. Citando al insufrible de Noroña: “Ni Dios padre encarnado podría legitimar las reformas y elecciones judiciales”.

No se puede votar lo ilegítimo de origen.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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