Al diablo con sus elecciones
Aquella mañana el verdadero López Obrador, desaforado (fuera de sí), mandó al diablo a las instituciones democráticas que los mexicanos intentábamos levantar con los partidos a cuestas. El mensaje no admitía duda posible.
Su declaración era suficiente para quitarle el registro a los partidos coaligados que lo apoyaban, la Constitución obliga a todo partido a comprometerse con ella, observarla, cumplirla y respetarla. Pero en México la autoridad dejo de serlo hace mucho, para solo aparentarlo y así gozar de las mieses del poder sin cargar con las obligaciones.
Y nos lo cumplió, este domingo se terminan de ir al diablo las instituciones de una República constitucional y democrática, el último bastión de un país de leyes está por caer y, con él, nuestras libertades y derechos. No exagero.
Ahora bien, permítanme ponerles un ejemplo, si en un distrito, entidad o en todo el territorio nacional no se instalan el 20 por ciento de las casillas, respectivamente, se anula la elección, debido a que el 20 por ciento de ciudadanos de esa demarcación no pudo ejercer su voto.
Pues bien, si un 20 por ciento de posibles votantes es suficiente para anular una elección, cuantimás debiera ser procedente la anulación de una elección donde la gran mayoría de los ciudadanos le dan la espalda a las urnas por considerarlas farsa, burla, afrenta y abuso del poder.
Se desgañitan diciendo que el pueblo eligió en las elecciones del 24 la reforma judicial, pero las reformas no se votan, se legislan, y ni eso pudieron hacer bien. Lo significativo y refulgente es que de esa inmensa mayoría de supuestos electores de la reforma ahora sólo se esperan vote en tan sólo entre un 15 y 20 por ciento del total de ciudadanos con credencial para votar. Así pregunto, suponiendo que vote un 20 por ciento (en lo personal creo que va a votar entre un 5 y 7 por ciento del listado de electores), ¿no sería razón suficiente para que la elección se declare nula, cuando ése es el mismo porcentaje que se considera para casillas no instaladas? En otras palabras, si el 80 por ciento de electores posibles, no sale a votar, ¿pueden ser validas y vinculantes las elecciones?
¿No es la democracia la norma de la mayoría? Si es así, ¿20 por ciento, en el mejor de los casos, es mayoría?
La abstención, en la generalidad de los casos es por abulia, pero en buena porción es una decisión ciudadana que en los hechos y con su ausencia, está reprobando el sistema político todo. De seguir por el camino que vamos, terminaremos como Cuba, Nicaragua y Venezuela, donde solo votan, cada vez menos, por cierto, los encadenados al poder.
Ahora bien, he sostenido, que estas elecciones son nulas de origen, dado el cúmulo de irregularidades y demencias que las forzaron. A mi juicio, no pueden surtir efecto político ni jurídica alguno.
Pero regreso a mandar al diablo. Ahora es a nosotros a quien nos corresponde, y no desaforadamente, mandar al diablo a sus elecciones.
Ellas son, repito, el último paso para matar al México que conocimos y a sus instituciones; lo que menos que podemos hacer es mandar a ellos y a sus elecciones al diablo.
El miedo se huele y ni los acordeones impiden olfatearlo en el ambiente, jugaron a hacerse de todo el control y pueden terminar por perder el control de todo.
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