Saber callar
En no pocas ocasiones, más aún con la crisis de nuestro sistema de partidos, hay campañas sin candidatos. Ojo, campaña, no elección, es decir, hay un o una candidata registrada que resultan ser sus peores enemigos en campaña. Pueden ser unas eminencias o unas verdaderas lenias, pero resultan unas plastas como candidatos, para darnos una idea, algo parecido a lo sería una mezcla de Loreta Ortiz con Jasmín Esquivel y Bernardo Bátiz en campaña.
Pues bien, los partidos y sus estrategas, en esos casos, prefieren hacer campaña sin candidato, los promueven en postes, espectaculares, anuncios de radio y televisión y utilitarios, ponen a líderes de la comunidad a hablar maravillas de ellos y los dirigentes del partido gastan suela y garganta en su favor. “Eres un peligro como candidato, así que mejor guárdate y cállate”, es la instrucción y estrategia.
Guardadas todas las proporciones, no de a gratis, la historia ha demostrado una y otra vez que los y las presidentes deben administrar mejor sus silencios que sus palabras.
Homero recomendaba cuidar lo que salga por el cerco de los dientes, porque como la flecha lanzada por el arco, las palabras dichas, no pueden regresar y dichas se quedan: “Defenderé al peso como perro”, “Ni los veo ni los oigo”, “¿Yo por qué?”, “Al diablo con sus instituciones”, “diez menos que cinco”, “No traigo cash”.
Y claro, hay frases anecdóticas, pero las puede haber que tiren la economía, desaten una guerra, cuesten una barbaridad o definan un sexenio para toda la eternidad.
Una frase chistosa, una muletilla discursiva para arrancar del público presente un aplauso, un arranque de colera o una defensa de lo indefendible puede ser el principio del final político de grandes gobernantes. A López, tarde que temprano, habrán de alcanzarle sus excesos discursivos y mentiras. A Andy, su hijo, el discurso le resultó fulminante: murió antes de empezar y lo marcó como Andy hasta el final de los tiempos.
Sheinbaum agotó ya su cuota de gazapos discursivos, no es ella la que está en juego, es México y los mexicanos. A Noroña deben quitarle el micrófono y mandarlo a una comisión lejana e incomunicada, de preferencia de por vida.
En fin, los guindas deben aprender al valor del silencio a riesgo de acabar con México.
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