PARRESHÍA

No se trata de ser, sino de poder

No se trata de ser, sino de poder

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Prefiero tener que lamentarme de la fortuna, que avergonzarme de la victoria.

La obediencia ciudadana se debe sólo a la ley; la estima, como el afecto, dice Montaigne, los debemos sólo a la virtud. Primar el indigenismo del que seguramente será el próximo presidente de la, otrora, Suprema Corte de la Nación, además de ser racista, le hace un flaco favor, habida cuenta que por sobre sus aptitudes y capacidades personales para desempeñar el cargo, cualesquiera que éstas pudieran ser, lo encadenan a lo fortuito de su nacimiento. En otras palabras, el mismo sujeto, sin huaraches y desmontado del burro en que lo exhiben sus panegíricos, nada sería, según ellos.

Este personaje, Hugo Aguilar, como Quinto Curcio, pronto habrá de decir: “prefiero tener que lamentarme de la fortuna, que avergonzarme de la victoria”. Al tiempo.

Porque no será valorado por su virtud ni desempeño, sino por su raza, en un país pluricultural donde, entre las distintas etnias hay más feroces enfrentamientos que entre las tribus morenas.

Pero, además, si el mixteco prócer cree que tendrá oportunidad de acreditar sus capacidades, yerra, tal y como dice Séneca: “Yerra aquel que piensa que el rey está seguro donde nada está seguro del rey”, es decir, nosotros no estaremos seguros de la justicia, de haberla, del nuevo Benito Juárez, pero la de él mismo en la Corte, con tan virtuosos y distinguidos acompañantes, así como imparcial y confiable Tribunal de Disciplina, es nula. Poco habrá de servirle su guayabera, su bastón de mando y sus blasones primigenios, frente a una reventadora como Lenia y su pandilla, una plagiaria millonaria como Jasmín, una trepadora como Loreta, una guerrillera como Estela Ríos y el sumiso, hipócrita y traidor de Bátiz.

El problema Don Hugo de todos mis respetos, no será la justicia de su etnia ni del resto de la pluralidad nacional, sino las injusticias que se le vienen encima a su indígena persona y presidencia. Por eso es risiblemente inocente su postura de benemérito justiciero, cuando están a punto de merendárselo con todo y huaraches.

Porque no crearon un nuevo poder Judicial, ni inauguran una nueva justicia, ni imponen una nueva ley, ni editan nuevos futuros; tan sólo impusieron su caos tribalista y antroprófago en México.

Don Hugo no habrá de conocer jamás la justicia en la Corte que cree habrá de presidir, ni en sí, ni en los mexicanos. Ningún rey está a salvo, si nadie está a salvo de él, ni siquiera él mismo. Su problema no es el poder que sueña va a ejercer, sino su no poder poder, en otras palabras, el sino de la 4T, concentrar todo el poder y ni a chisguete llegar.

No nos equivoquemos, sin embargo, tienen poder para destruir, para acabar, para someter, para desaparecer, para fustigar, más no para crear, hacer justicia, gobierno, paz, obra, desarrollo, crecimiento, bienestar, salud, educación, verdad, futuro, menos aún, un verdadero poder Judicial ni un ministro(a) presidente a su altura.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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