PARRESHÍA

Tiranía de la mayoría

Tiranía de la mayoría

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Morena usurpa una mayoría robada y también comprada, inflada, burda, grosera; pero se ostenta como la única expresión posible de México. Eso no es ser mayoría, es querer aparecer como dueño.

Siempre nos han dicho que la democracia es el gobierno de la mayoría, pero tal definición es incompleta. La existencia de una mayoría siempre implica la de una o varias minorías. La mayoría es la parte mayor entre otras, nunca el todo.

La democracia, pues, debe ser entendida como el gobierno de la mayoría en respeto a las minorías. Y, más que en el respeto, en la garantía a sus derechos y libertades.

Morena usurpa una mayoría robada y también comprada: espuria, inflada, burda, vulgar hasta la crueldad, abyecta hasta la ignominia; pero que se ostenta como la única expresión posible de México. Eso no es ser mayoría, es querer aparecer como dueño.

Los padres fundadores de Estados Unidos siempre advirtieron de la tiranía de la mayoría, pero MAGA ni siquiera sabe quiénes fueron, menos de sus enseñanzas. Y aquí los morenos, aunque les gustaba ir de compras allá, antes de que les empezaran a cancelar sus visas, denigran dogmáticamente todo a un neoliberalismo que lo mismo sirve para dos con sal que para una finca en Palenque.

La mitología de nuestra democracia jamás admitirá que fue el PRI, sin duda urgido, quien más impulso dio a las fuerzas políticas nacionales para constituir un sistema de partidos que, desgraciadamente, terminó en la administración de franquicias bucaneras de candidaturas, negocios de campaña y movimientos caudillistas. Es decir, hasta el mismo PRI se dio cuenta, sin duda alguna tarde, que requería de oposiciones y contrapesos.

Pero imposible pedirles a sus legítimos herederos, Morena, conocimientos de historia patria, cuando ellos la reescriben a golpes de dogmas trasnochados.

A la democracia mexicana de hoy y a la que se perfila masacrada en unas semanas más, les hacen y harán falta las minorías. Pero en su pecado llevan la penitencia: no hay mayoría sin minoría(s); no hay sociedad sin pluralidad. Y cuando los cauces democráticos de cierran, no queda otra opción, para la diversidad originaria de un pueblo crisol de contradicciones, que la violencia. Lo que no saben es que, si ésta surge, serán hechos a un lado por inútiles redomados y torpes, por quienes creen que controlan y sólo cuentan las horas para mandarlos a Palenque.

No saben que no saben.


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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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