PARRESHÍA

Conmemoración sin honra ni casta

Conmemoración sin honra ni casta

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Ni una frase recuperable, ni una estampa digna de recuerdo, ni una consideración expresada, ningún contexto plausible.

Por sus frutos los conoceréis. No hablo del disfraz del traje regional que la señora Brugada se inventó hoy para el Zócalo, menos de sus gustos; hablo de una ceremonia, supuestamente para conmemorar los 700 años de la fundación de Tenochtitlan, reducida a un festival digno de mejor esfuerzo

Ni una frase recuperable, ni una estampa digna de recuerdo, ni una consideración expresada, ningún contexto plausible. Los historiadores del régimen, tan prestos para las redes, callaron como momias: o no se prestaron al ridículo, o no fueron invitados a la farsa. Al fin, para lo que sirven.

¿Qué se festejaba? ¿Por qué se festejaba? ¿Qué enseñanza sacábamos de ello? ¿Para qué se festeja? Nadie supo decir. No venía al caso. Quizás no lo sepan.

La inauguración de un algo llamado monumento, la representación de una especie de festival de parodia que ni Epigmenio y una presidente de apellido extranjero reclamando para sí un legado de 700 años gloriosos que su gobierno, todo, no pudo justipreciar en un párrafo.

Hemos arribado a la historia de Tablaroca, de cartulina, de estampita; a un pasado prehispánico que, lejos de entenderse y resignificarse, prefiere existir de exigir disculpas a otros; a una jefa de gobierno disfrazada de una especie de mexica de Iztapalapa con tenis Nike, lumpenizando la ciudad. Llegamos a un legado que nada lega y a una legataria que simula que simula recibir, cuando sólo ridículos performa.

En los hechos, festejando, renegamos de una de nuestras vertientes históricas, incapaces de comprender nuestro pasado prehispánico y asumir el México independiente con todas sus contradicciones, como tampoco de enfrentar tres siglos de colonia que preferimos mejor ignorar.

Estos gobiernos, lo he dicho y lo sostengo, son un accidente en nuestra historia. Creen que México empezó con ellos y que son México.

Sus frutos los definen.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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