PARRESHÍA

Apátridas

Apátridas

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Ya no es México como producto de una gesta histórica el centro de nuestras atenciones, sino un pacto de izquierdas, conocido como de Sau Paulo.

Hay algo en que estos que ocupan el poder se distinguen de los de su odiado PRI. No pretendo comparar peras con manzanas, pero sí de explicitar un contexto. El régimen revolucionario surgió de las contradicciones nacionales exacerbadas durante la guerra civil y puestas contra las cuerdas con las rebeliones militares. Era una circunstancia ensimismada en México y por muchos años ajena al exterior. El compromiso era para con México y los mexicanos. De allí la escuela pública, el alfabetismo, la salud, la infraestructura hospitalaria y caminera, y una organización política que, aunque cerrada, era plural y hasta cierto punto tolerante.

No digo que fuese el paraíso terrenal y que todo estuviese bien, pero en el centro estaba el mexicano de carne y hueso.

Hoy el contexto es diferente: ya no es el ciudadano el motivo de los desvelos del poder, sino el poder disfrazado de “pueblo”, en tanto expresión excluyente de las posiciones contrarias al grupo apropiado del poder público, y ya no es México como producto de una gesta histórica, sino un pacto de izquierdas, conocido como de Sau Paulo, donde antes que ver por las grandes franjas de mexicanos y por México mismo, se prefiere cumplir compromisos ocultos, pero inocultables, con dictaduras populistas como Cuba, Nicaragua y Venezuela, principal, más no solamente.

Que regalemos petróleo, gasolina, libros de texto, alimentos y sabrá Dios qué tantas otras cosas a dictaduras latinoamericanas en perjuicio de los mexicanos, que en lugar de rescatar la infraestructura hospitalaria, los servicios de salud y el surtimiento de medicinas, que paguemos a médico cubanos que nadie sabe qué hacen y dónde están y, finalmente, que hayamos construido con dictadores un acuerdo que pudiese involucrar tráfico de estupefacientes y lavado de dinero es, además, de imperdonable, apátrida.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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