¿Para qué no sirve la democracia?
Decíamos ayer que en importancia de los asuntos se exigen mayorías distintas: para la generalidad de ellos se requiere mayoría simple, para temas más delicados, mayoría absoluta, la mitad más uno, y para los de la máxima importancia mayoría calificada.
Permítanme abrir un paréntesis, las reformas a la Constitución son de la máxima importancia y requieren del Constituyente Permanente, es decir, mayoría calificada en ambas cámaras del Congreso de la Unión y la mayoría absoluta de los congresos de los estados. La Constitución es el texto supremo, responde en escrito al acto fundacional del Estado mexicano, su estructuración, orientación y destino, los derechos y libertades de los individuos, la forma de gobierno y representación política, así como los grandes derroteros con relación a todo lo que tenga que ver con las condiciones de vida libre y de dignidad de los mexicanos. Tocar cualquiera de sus ramas, la menor de sus hojas, implica cimbrar en su centro la tierra, en sus terrenos sólo los tontos entran a zancadas donde los arcángeles se atreven con pasos de paloma. Pues bien, que en México se haya utilizado el Constituyente Permanente y en fast track de unas cuantas horas para incluir en la Carta Magna el vocablo, de suyo absurdo y contrario al español, de “presidenta”, nos habla de la confusión que impera en México en materia de la importancia de temas y concepción del derecho constitucional; el calado de la cuestión de cara a los temas sustantivos de la Constitución e ingentes para la Nación palidece de desvergüenza, mentecatez e insignificancia. Cierro paréntesis.
Pues bien, en atención a la jerarquía de los verdaderos temas constitucionales, nuestros sistemas de representación política se mezclaron para que las mayorías del Constituyente Permanente fuesen verdaderamente auténticas y calificadas. Pero como todo lo que toca Morena lo pervierte, se robaron 15 millones de votos, ¡el mayor robo de votos en la historia de fraudes electorales en México!, y pasaron de una mayoría absoluta del 54 por ciento, a una calificada del 74 por ciento, con violación y tortura de la fórmula aplicable, del voto ciudadano implícito y de la decencia que desconocen. Para colmo, como en el Senado ni así les alcanzó compraron a especímenes de la calaña de los Yunes.
Bien, esto nos da paso a hablar de para qué sirve la democracia. Dijimos que era un sistema de toma de decisiones donde la mayoría decide sin ignorar a las minorías. Pero ¿qué decisiones? Imposible que todo se decida democráticamente. Hay asuntos que no ameritan determinación alguna, nadie pone a votación qué hora es, con quién casarse, si se extirpa la vesícula, las amígdalas o se trasplanta el corazón, a qué horas lanza el ataca al enemigo o si se avisa o no de la proximidad de un huracán.
Si se pone a consulta pública el pago de impuestos no habría impuestos, tampoco Estado.
¿A dónde quiero llegar con esto? A que la soberanía reside en el pueblo, entiéndase ciudadanos, pero la soberanía ciudadana no puede ni debe decidir sobre todo.
Más aún, necesario es discutir qué asuntos no deben decidirse democráticamente debido a su complejidad y especialización, de igual manera, qué porcentaje de participación en las urnas debe ser determinante para la validez de una elección. Para efectos prácticos, ¿el 10 por ciento de participación ciudadana efectiva es representativo y determinante, cuando para que una consulta popular proceda se exige al menos un 40 por ciento?
La vida del mundo actual es mucho más compleja que la de la democracia pretelevisiva, las nuevas tecnologías han cambiado las formas de comunicar, asociarnos y participar, la toma de decisiones se ha hecho cada vez más fácil, pero también más trivial, los agentes externos, la difuminación de la importancia de la verdad, las burbujas y tsunamis digitales, el ruido, la velocidad de la información, su variedad y volumen, exigen repensar la democracia, jerarquizar temas, ponderar mayorías requeridas, dejar los temas de gran complejidad en manos de especialistas que tengan controles y rindan cuentas de sus determinaciones.
Ese es el cariz de temas que debiéramos discutir en la reforma electoral.
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