PARRESHÍA

La marcha de la pataleta

La marcha de la pataleta

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Puede marchar una sola persona y valer más que millones, porque las marchas que entran a la historia no lo hacen por su número, sino porque sus propósitos rasgan la realidad.

Cuando se extravía para qué se hace algo se disipa el mañana. Lo importante no es marchar, sino por y para qué se marcha. Es como la libertad, es más importante saber para qué se libera uno, que de qué o quién se libera.

Puede marchar una sola persona y valer más que millones, porque las marchas que entran a la historia no lo hacen por su número, sino porque sus propósitos rasgan la realidad.

Del sábado 15 de noviembre pasado, hayan marchado los que hayan sido y sin importar la violencia de Estado, lo destacable son todos y cada uno de los motivos que movilizaron a México. Múltiples, complejos y sentidos reclamos, desde seguridad y justicia, hasta salud, indignación y hambre. No fue la marcha, fueron sus expresiones, raigambre y alcances.

Pero ¿por qué habrán de marchar los que en autobuses de todos los rincones de la República se envíen el próximo 6 de diciembre? ¿Para celebrar? ¿Celebrar qué? ¿Para reafirmar la popularidad del ¡80%! de la presidente? ¿Para anestesiar su pesar?

En septiembre la Corte de Palacio hizo cimbrar las economías estatales con concentraciones faraónicas para repetir treinta y dos veces la perorata de todas las mañaneras dizque con motivo del informe de gobierno. Cerró Sheinbaum en el Zócalo que días después volvieron a llenar para que los bastardos del acordeón ofrendaran sus insignificancias a Huitzilopochtli, Tezcatlipoca y Quetzalcóatl convertidos en caricatura de pasquín. Hoy la presidente convoca nuevamente a otro remezón a la economía nacional para consumo de su ego trastocado: “¡espejito, espejito!”

Y obligados están todos bajo nómina pública a gastar, empeñar y endeudar lo que sea necesario para mostrar al universo y anexas que ella es la presidente más querida, fuerte e invencible del cosmos.

La marcha del 25 de noviembre fue desbordada por causas que ni la violencia de Brugada y Cravioto logró opacar; pero la del 6 de diciembre carece de sentido, se antoja demencial, se aprecia exasperada, sabe a pataleta.

Peor aún, lo que de antemano colma la marcha del desagravio presidencial es la catadura política de la presidente y la dimensión de su miedo, y los primeros que desde hace mucho llevan puntual cuenta de ambos ocuparan las primeras filas frente a ella en el Zócalo de sus grandes éxitos.


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Comentarios



Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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