PARRESHÍA

Ni en los infiernos nos quieren

Ni en los infiernos nos quieren

Foto Copyright: X

Nunca como hoy México me ha dolido y deprimido tanto.

La liturgia se cumplió, todo fue hosannas y alegrías, México extasiado festejó a todo lo alto. Sólo una cosa faltó: algo que festejar. Pero qué importa, si lo importante es festejar, no lo que supuestamente se festeja.

Se me dirá: un año del segundo piso, siete de la esperanza, cero corrupción; la seguridad, la salud, la educación, la felicidad, lo bien que vamos y lo mejor que nos va a ir.

Pero salvo sus concentraciones, sus vandalismos a policías y acarreos clientelares, sus excusas diarias y distracciones sin fin, México huele a demencia, sabe a mentira, su tacto es áspero, hiede a cadáver descompuesto. Sabe a sangre y se oye a dolor.

Pero qué más da y a quién le importa si fuera de eso que llaman transformación todo es abismo y quien no comulga con sus ruedas de molino habrá de arder en los infiernos.

¡Albricias, ya llegaron y no se van a ir jamás!

Por supuesto que jamás es un tiempo que la vida no conjuga, pero no pierda su tiempo en tratar de hacerlos entender.

Nunca como hoy México me ha dolido y deprimido tanto. Duelo de muerte y de pérdida. Pérdida de un pasado castrado y muerte de un mañana sin destino.

Pobre de México, cree tocar las puertas del cielo cuando ni en los infiernos nos quieren.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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