PARRESHÍA

Grandeza

Grandeza

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Hay grandeza en la locura, en lo corrupto, en la ignorancia, en lo miserable, en la maldad.

La grandeza es una medida de exceso, no necesariamente virtud ni mérito, hay grandeza en la locura, en lo corrupto, en la ignorancia, en lo miserable, en la maldad. La desmesura es una especie de grandeza que no conoce medida ni de conductas, ni de tiempos, ni de delirios. El descaro, la mentira y el desdoro también puede reclamar para sí grandeza: “Hay que apoyar ¡mucho! a la presidenta”, dijo entre pavos reales. Ergo, está ¡demasiado débil!, ¡pobrecita!

Y luego, si la apoyan en el Zócalo el próximo acarreo del 6 de diciembre ya sabemos gracias a quién.

Pero vaya forma de apoyarla, llamando, además, a una unidad facciosa, la de sólo ellos, en torno a quien, para terminarla de fulminar, no quiere hacerle sombra ¡haciéndosela!, al afirmar que únicamente saldría de su madriguera, convertida en Olimpo de fechorías, en caso de ¡golpe de Estado!

Él, que se construyó una base militar para cuidarlo hasta en La Chingada y vuela en aviones militares como si aún tuviese cargo político y mando militar, les mienta la madre a los verdes y a los de uniforme blanco por ¡golpistas!

O sabe del enojo de la tropa por la corrupción y órdenes ilegales y suicidas de sus mandos; o sabe del enojo de éstos por las exhibiciones constantes de sus nexos políticocriminales.

Ni duda cabe que su grandeza es tal que de mostrarla en toda su excelsitud su sombra haría a Claudia -la pobrecita que necesita mucha ayuda- desaparecer del escenario nacional. ¡Lo que tiene que sufrir para ayudarla!

Pero cuando se ve con detenimiento, su llamado a apoyarla pareciera más bien una orden para acatar y respaldar la resurrección, reposicionamiento e impunidad de Adán Augusto y, con ello, la muerte de toda investigación al Cártel Tabasco.

La grandeza de mi apoyo para ti Claudia, es la presencia insustituible y fortalecida del líder de La Barredora y hoy enterrador del Fiscal de la República. Puedes poner a Ernestina, si quieres, pero prohibido tocar con el pétalo de una rosa a Adán.

La grandeza también puede darse en la prestidigitación, en el doblez y en el engaño. Ya no se diga en la complicidad y en la sumisión.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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