Juego limpio
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La vida es lo que ocurre mientras hacemos planes. No sé si fue una tesis filosófica, una simple exclamación o una genial ocurrencia del gran John Lennon, el que le puso voz cantante a la clase obrera a punto de ser aplastada por la inefable Thatcher, al renacimiento imaginativo de la utopía y a su lucha por la paz al desnudo. Haciendo planes se nos pasa, vertiginosa, la existencia. Sexenios fugaces pero cuyo fin se vuelve turbulento, lo que obliga a atrever la mirada un poco, sólo un poco más allá de la fatalidad electoral. Hay quienes presas de su precariedad política han adelantado vísperas y echado por delante su ansiedad, convertida en soberbia por tanto querer y no poder; mientras otros, que a pesar de estar en el poder, han aceptado que no han querido, mucho menos podido. En esta temporada electoral hemos disfrutado la dicha inicua de perder un tiempo que debimos ganar preparándonos para la tormenta perfecta que nos amenaza: desde el norte brutal que nos desprecia y aquí, entre nosotros, el fermento maloliente de una división denigratoria en una lamentable campaña que no ha aportado un ápice a la cultura cívica y política del pueblo ni a su conciencia social. Mientras la ofensiva trumpista pasa de los dichos a los hechos y el Presidente encabeza la defensa de la Nación, el lodo electoral deja discordia. En Corea, Kim con su comunismo irredento y Moon con su capitalismo expansivo, han sabido privilegiar el interés patriótico para avanzar en la reconciliación y derrotar el belicismo de Trump. Aquí, nuestra unidad nacional reclama tanto el compromiso común en defender a México, como el juego limpio que enseñe a los que pierdan a saber perder y al que gane a saber ganar; a crear las condiciones para alcanzar los acuerdos que nos permitan contener a Trump.
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