PARRESHÍA

Lo ademocrático de las coaliciones

Lo ademocrático de las coaliciones

Foto Copyright: animalpolitico.com

Métodos democráticos vs preasignación por coalición o género.

Una democracia más justa es lo que la mueve, según su decir.

El problema es que las democracias no tienen porqué ser justas; son métodos para procesar la pluralidad política que van desde la simple mayoría hasta sistemas de proporcionalidad.

La justicia, por su lado, busca dar a cada quien lo suyo.

La mayoría o la proporcionalidad se construyen generalmente de aspiraciones, demandas e intereses, las más de las veces de miedos y fantasmas, casi nunca pesa en ellas la justicia.

La justicia por jurados, tan publicitada en películas y series norteamericanas, podrá ser muy democrática, más no necesariamente justa, habida cuenta que sobre los jurados populares pesan más los discursos emotivos y marrulleros de los abogados que las pruebas y su valoración conforme a derecho.

Justicia democrática fue la que condenó a Socrates a la sicuta, por si se nos ha olvidado.

Pero ése es un problema conceptual de Gabriela Cuevas, autora de la frase en cita, pronunciada con motivo de su renuncia al PAN.

En el fondo y en un principio, creo yo, le valen un comino la democracia y la justicia; en tanto le pesan la injusticia en su contra y lo poco democrático del proceder panista al determinar sus candidaturas en la Ciudad de México.

Su salida pone sobre la mesa un tema que el análisis político omite una y otra vez: la democracia interna de los partidos.

Ésta, la democracia interna, es un mandato constitucional que impone a las organizaciones partidistas regir su vida interna por métodos democráticos.

Bajo este tenor, las militancias, tan de suyo desmejoradas al interior de los partidos, participan en su vida interna en el legítimo juego de sus aspiraciones políticas y apetitos de poder. Fórmense, solían decir los viejos políticos tan apegados a la méritocracia partidista, dando con ello entender que había que hacer méritos y sudar la camiseta para ascender en la escalera de las posiciones partidarias.

Pero una expresión de la crisis de partidos se presenta, precisamente, en la marginalidad, cuando no ostracismo, de sus militancias.

Por un lado, lo cool, dice la nueva clase política, es no ser militante; ser ciudadano, como si no lo fuéramos todos. Así, le paradigma del PRI es el de los candidatos externos, ajenos lo más posible a su camiseta. Ya no es fórmense la máxima a los novatos, sino desmárquense lo más posible, si quieren ser candidatos de este instituto político.

No obstante, el caso de Gabriela Cuevas nos muestra otra faceta de lo antidemocrático, y también injusto, del proceder partidista. Como a ningún referente político le alcanzan sus fuerzas para alcanzar por sí solo triunfo alguno, tienen que coaligarse con los partidos cuya razón de ser es ser guajes para nadar en el mercado electoral. Poco importan cuerpos doctrinarios y plataformas electorales, todo es cuestión de negociación de espacios de poder que, he aquí el problema, por mandato constitucional deben regirse por métodos democráticos.

Vayamos al caso de la Cuevas. Ella siempre ha hecho carrera en la Ciudad de México y tiene base de sustento y territorio trabajado en ella. Su aspiración era una diputación plurinominal, pero por los acuerdos copulares de la coalición que integra su partido, el PAN, las posiciones en las listas fueron previamente asignadas a los diferentes partidos agrupados en el Frente y ella, ya en el reparto de lo que le tocó al PAN, se quedó chiflando en la loma.

El caso es aún más grave en distritos, municipios y gobernaturas. Imagínese usted que ha trabajado toda su vida en su municipio o distrito, y aspira a una diputación o alcaldía, pero la dirigencia nacional de su partido negocia su distrito o municipio en la mesa de una coalición y el suyo es destinado al candidato del partidos contra el que usted ha peleado toda la vida. Todo su trabajo y aspiración perdidos en una negociación y, para colmo, ahora tiene que ayudar y poner su capital político a favor de su adversario histórico.

Similar es el caso de la cuota de género, su trabajo y entrega partidista son anulados porque, según los acuerdos cupulares de se partido o coalición, la candidatura de esa circunscripción le corresponde al sexo opuesto.

El caso de Chiapas es , quizás, la mejor muestra de lo ademocrático de la vida interna de los partidos. En los rejuegos políticos, el PRI le cedió la gobernatura al Verde; ya en ella aquél se apropio de la mayoría de los espacios y soñó, ah qué de ilusos pueblan la política, que Chiapas le había sido escriturado. En eso estaban los verdes, que en su mayoría son priístas pintados, cuando desde Los Pinos se les dice que van en coalición con el PRI y el PANAL, pero que el candidato de la coalición al gobierno del Estado es priísta.

La crisis no se dejó esperar y López Obrador sigue ganando espacios sin mover un dedo. Le basta capitalizar los errores de Peña metido a estratega y coordinador del PRI.

Pobre Meade.

El tema, sin embargo, es la incompatibilidad del mandato constitucional de regir la vida interna de los partidos por métodos democráticos y la preasignación de espacios de poder en mesas de coalición o disposiciones de cuotas por edad o género.

Con otra faceta por analizar: los efectos que estos comportamientos tendrán en la cohesión interna de los propios partidos a la larga. Tanto por el lado de los que se van por falta de opciones, como por los que llegan desplazando a los de casa.

¿Usted qué opina?

Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

Sigueme en: