EL IFE A LA DISTANCIA

El consejero Jaime Cárdenas

El consejero Jaime Cárdenas

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Defensa

Texto publicado por Ernesto Villanueva



El tránsito de un régimen de partido hegemónico a uno en proceso de formación, que abreva de la diversidad y la pluralidad, supone también una reforma en las formas y modos de hacer política. El quehacer público que priva en el Instituto Federal Electoral (IFE) es, quizá, un ejemplo paradigmático de los tiempos nuevos que recorren el país. Apostar al cambio de hábitos y actitudes no es, no ha sido, una tarea fácil, antes bien, parece ser sinuosa y complicada.

El jueves pasado, el señor Luis Farías Mackey, por ejemplo, volvió-de nueva cuenta-a referirse en su artículo de CRÓNICA a la persona del consejero del IFE, Jaime Cárdenas, en términos poco comedidos cargado de adjetivos y de acusaciones discutibles. Por supuesto que el señor Farías tiene derecho a expresar públicamente sus opiniones. Es de lamentar, sin embargo, el tono en que ellas se formulan, pues buena parte del contenido de los adjetivos utilizados parece ser innecesario en la sustentación de sus respetables puntos de vista.

1. Es verdad que Jaime Cárdenas no es un político profesional ni su conducta está determinada por cargos futuros o por hacer méritos en el régimen mexicano. La presencia de Jaime en el IFE obedece más bien a sus prendas académicas y a su integridad moral. Posee dos doctorados en derecho y un sólido reconocimiento por su labor de investigación científica. Obtuvo en 1995 el Premio Ignacio M. Altamirano, otorgado por el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, por su obra Una constitución para la democracia, Propuestas para un nuevo orden constitucional (UNAM, México, 1996) en la que da cuenta de propuestas de largo aliento para reformar, a imagen y semejanza de un moderno Estado democrático de derecho, el marco constitucional de nuestro país. Sobra y no sobra decir que Jaime Cárdenas carece de compromisos con el poder. Ni su familia ni él tienen intereses económicos o políticos personales qué proteger. Es razonable sostener, por tanto, que la independencia económica puede coadyuvar, en considerable medida, al óptimo ejercicio de la independencia política.

2. La naturaleza de las decisiones que debe adoptarse en el seno del Consejo General del IFE constituye un camino para la divergencia. Ese es, por fortuna, uno de los rasgos distintivos del proceso de reforma democrática que experimenta el país donde no hay más votos uniformes ni posturas unívocas, como hace apenas unos años. En ese contexto el desempeño de Jaime Cárdenas como consejero del IFE no ha pasado desapercibido para propios y extraños. Nada más natural que las decisiones que toma un hombre libre sean objeto del escrutinio de la opinión pública. No obstante, en ocasiones las opiniones críticas y observaciones han rebasado los límites sugeribles de la discusión política. Han entrado en el terreno del ataque personal, que suele pervertir y denigrar el libre intercambio de ideas y argumentos en una sociedad abierta. Son, en todo caso, los costos que a veces hay que pagar cuando se insiste en adoptar fórmulas inéditas de entender y vivir la política, para bien del interés público.

3. Todas y cada una de las imputaciones que se le han formulado a Jaime Cárdenas en el ejercicio de sus funciones son juicios de valor, ideas y opiniones por actuar o dejar de actuar en tal o cual sentido dentro del Consejo del IFE. En todo caso, habría que subrayar que Jaime, en su labor, no ha violado norma jurídica ni ética alguna. Efectivamente, no puede documentarse que por su libre toma de decisiones haya generado conductas constitutivas de delitos o incurrido en alguna ilicitud. Tampoco podría afirmarse que su trabajo sea susceptible de viciar postulados éticos o deontológicos del IFE, pues hasta la fecha no se ha adoptado un código ético (que sería positivo por cierto) que sirviera como marco referencial de medición para medir la eticidad de la conducta de los consejeros del IFE. Desde mi punto de vista, un hombre que en su trabajo público dentro del IFE se desenvuelve en el marco de la ley y no incumple ninguna norma ética, es una persona reconocida y reconocible. Más aún cuando esa persona ha decidido seguir el camino difícil e incomprendido de la construcción democrática, rechazando las venturas de una recompensa fácil, a cambio de seguir los dictados de la ortodoxia.


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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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