PARRESHÍA

La tentación del todo

La tentación del todo

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Pluralidad política

Los partidos, siendo partes de un todo, viven en la permanente tensión entre "el Escila de la desintegración (el todo se deshace en pedazos) y el Caribdis del unanimismo (el todo se traga a las partes." (Sartori 1976)

Los partidos, sostuvo Sartori, "no pueden mantener su rumbo sin peligros más que cuando logran el equilibrar el partidismo y la gobernación imparcial, la lealtad al partido y la lealtad al Estado, los intereses del partido y los intereses generales."

Evitar, pues, que el partido ponga en jaque la unidad y lograr que utilice sus artes en beneficio del todo.

El mismo autor puntualiza que siendo "instrumentos para dirigir un todo pluralista: presuponen la diversidad e institucionalizan el disenso".

Saco el tema a colación por la lealtad que el triunfador de la última elección ha acreditado para con el jugo democrático. Desde el 91 López Obrador se distinguió por desconocer todo resultado electoral que le fuese adverso a él o a su partido, nunca mostró equilibrio entre su lealtad a la parte que representaba y la que debía al sistema político en que participaba.

La única elección que reconoció, antes de ésta, fue la del 2000 en que, perdiendo su candidato a la Presidencia, él se levantó con el triunfo en la Ciudad de México sin tener siquiera residencia legal en ella.

Hoy vivimos un postelectoral desconocido porque los votos y el sistema todo (elecciones concurrentes, centralización electoral y permisividad de campaña anticipada) le favorecieron; pero si no hubiese sido así, seguramente estaríamos incendiados.

Su triunfo nos pone en otra tesitura: cómo va a actuar como gobierno, reconocerá la pluralidad, respetará el disenso, afirmará libertades.

Dos democracias surgieron en el siglo xviii, una liberal y otra totalitaria. La segunda supone una verdad política única y exclusiva, postula esquemas mesiánicos de realidades perfectas, preordenadas y armoniosas (J.L. Talmon, 1956); la primera, la liberal, parte del pluralismo y la diversificación del poder, es decir, del disenso.

El disenso presupone un piso elemental de consenso sobre temas fundamentales como pueden ser el principio de mayoría y las reglas del juego democrático, pero incluso en esto no podemos hablar de un consenso unánime, monocromático, sino de un "inacabado proceso de ajustar muchas mentes (e intereses) que disienten en ‘coaliciones’ cambiantes de persuasión reciproca" (Sartori Ibid).

Sobre este piso común, que suele ser la aceptación de un gobierno constitucional, el pluralismo político se debe regir por el principio de mayoría, distinto a la regla de mayoría. La regla de mayoría no es otra cosa que la tiranía de la mayoría numérica; por su parte el principio de mayoría limita a ésta a respetar los derechos de las minorías, entre ellos, el de convertirse en mayoría.

Sartori, por cierto, cuando habla del pluralismo político señala otro elemento forjador del mismo y es la separación entre el reino de Dios y el del Cesar, toda vez que el pluralismo solo puede ser bajo asociaciones voluntarias y no exclusivas, es decir, no impuestas y que coexistan opciones múltiples de afiliación.

El triunfo arrollador de López Obrador no le hace justicia a la diversidad política en México, la sobrerrepresentación en el Congreso del PES y del PT así lo prueban; México no es por origen y destino monocromático; México es una República representativa, democrática, laica y federal, y nos costó mucha sangre llegar a esta forma constitutiva, a este pacto elemental. Finalmente, México es una democracia, maltrecha, pero democracia al fin, que vive, respira y exuda disenso.

La simple mención de una Constitución Moral es una contradicción en sus términos; se constituyen regímenes políticos y formas de gobierno, con atribuciones públicas y libertades y derechos, pero no reinos de virtudes, valoraciones prefijadas y creencias monolíticas. Se pueden legislar obligaciones, pero no creencias ni convicciones. En las constituciones políticas priva el ciudadano con su esfera de libertades y derechos frente a cualquier tipo de poder; en las constituciones morales una verdad y una voluntad únicas, las de "Caribdis del unanimismo", donde el todo se traga a las partes.

El gran triunfo de López Obrador no puede leerse como un cheque en blanco para la tiranía de la mayoría numérica, sino como un mandato por el principio de mayoría que se funda en el pluralismo político, respeta el disenso, reconoce los derechos de las minorías y las libertades de los ciudadanos.


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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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