EL IFE A LA DISTANCIA

Irresponsabilidades

Irresponsabilidades

Foto Copyright: lfmopinion.com

Para la opinión pública, la crisis del IFE es algo distante y confuso. Su parecer obedece a la ley del menor esfuerzo y va en el sentido de que Woldenberg protege a Felipe Solís por un pacto inconfesable con Gobernación, para que Solís, con la mafia del viejo IFE y la venia y apoyo del propio Woldenberg, malverse las elecciones en favor del PRI, ante los ojos de todos y en las narices de seis probos, prístinos, desinteresados, heroicos, devotos pero inútiles consejeros, incapaces de evitar la patraña.

La especie se ha vendido bien, más no resiste el menor análisis. Las últimas tres elecciones federales han sido organizadas y operadas por el IFE, es decir, por su personal profesionalizado. Hemos visto desfilar consejeros magistrados, consejeros ciudadanos y consejeros electorales. Con ellos, y a veces a pesar de ellos, los comicios han sido objeto de reconocimiento de propios y extraños. En ellas el PRI ha venido perdiendo espacios de poder. Si la misión del personal del Servicio Profesional Electoral fuese manipular elecciones en favor del PRI, hace mucho que debieron haberlo fulminado, dada la pobreza de sus resultados.

En una sociedad donde sólo lo más absurdo, descabellado y temerario es creíble, nadie acepta que el objetivo real, y ampliamente acreditado, del IFE sea organizar profesionalmente elecciones transparentes, legales, creíbles y legitimadas. De igual forma, resulta imposible admitir que en vez de luchar contra la supuesta antidemocracia del IFE, seis consejeros juegan irresponsablemente al poder.

Se olvida que las pasadas elecciones federales no fueron objeto de mayor impugnación, elecciones organizadas por el IFE con Solís como secretario ejecutivo; se pasa por alto que las elecciones presidenciales de 1994 son reconocidas por su transparencia y credibilidad, comicios organizados por el viejo IFE con Solís como director de Organización. Mucho antes de que los consejeros Cárdenas y Cantú, por mencionar sólo a dos, descubrieran su vocación electoral, autónoma, colegiada y ciudadanizada, el personal del Servicio Electoral organizaba ya elecciones de manera eficiente, eficaz, transparente, conforme a Ley y sin protagonismos.

La otra dificultad de la teoría del complot Woldenberg-Bucareli es determinar qué gana Woldenberg con ello, así como acreditar su priismo embozado, sus inclinaciones mapacheras y sus dotes de alquimista. Lo que se alcanza a observar, por el contrario, es el propósito de mermar su autoridad moral y prestigio profesional. Ayer, compartían con él los éxitos de la institución; hoy, lo acusan de gobiernista, falaz, autoritario, necio, violador de la voluntad democrática del Consejo, o séase, de los caprichos e imposiciones de seis consejeros. Ayer, el prurito era la ¡tradición administrativa! de Solís, hoy podemos aseverar que el blanco siempre fue Woldenberg ¿Qué y quién gana con esto? ¿Por qué, para qué?

El pasado 6 de julio, el consejero Cantú, al margen de la Ley, inventó la figura de "verificaciones electorales". Su objetivo era develar el aparato de mapaches controlado por Solís a través de la estructura ejecutiva del Instituto. El primer resultado de sus verificadores le fue entregado a las dos de la tarde en la mesa del Consejo General, el informe mostraba que las elecciones se desarrollaban sin mayor contratiempo y conforme a derecho: nada hacía sospechar una irregularidad orquestada y menos aún desde el propio IFE. A la fecha se desconoce por qué no informó de ello oportunamente al Consejo. Se presume, sin embargo, que al no ver cumplidas sus expectativas de cazamapaches ciudadanizados prefirió no anunciar el fracaso de su costosa, cuan ilegal, paranoia. Para él, anunciar la normalidad comicial corresponde a funcionarios electorales tradicionales, no a artífices de la transición. Al declararse un receso, con el reporte en el bolsillo, se dirigió a su oficina y, ante la imposibilidad de entregar a la Nación las cabezas de su imaginario mapacherio, se conformó con posar para la prensa mostrando una piel de mapache que adorna su oficina y aptitudes.

De igual manera, meses después, seis consejeros anunciaron una cacería nacional para probar la dependencia de Solís con Gobernación. A la fecha cuatro meses han transcurrido y su búsqueda se antoja infructuosa. Todo hace pensar que no han encontrado nada que sustente su aberrante cuan ruin proceder, de otra manera ya hubiese sido objeto de primera plana. Quizás terminen pidiéndole a Cantú su piel de mapache.

Ahora bien, si la crisis del IFE no responde a supuestas dependencias oficialistas, a qué obedece. A irresponsabilidad. Suprema en seis consejeros, pero compartida por el gobierno que, como en tantos otros asuntos, ha pecado de indolencia y omisión; por los partidos de oposición, que embelesados con verlos despotricar contra el PRI y el gobierno, les permiten destruir una institución estratégica para la República; irresponsabilidad también del PRI que no quiere comprar broncas.

Irresponsabilidad de Woldenberg, que en su afán por buscar el consenso y evitar el conflicto ha permitido que los consejeros hagan y deshagan sin importar Ley, organización y cohesión del IFE, así como el mínimo respeto para su personal. La prudencia, dice la máxima, es la madre de la imprudencia, irresponsabilidad de la gran mayoría del cuerpo ejecutivo de la institución, que no supo parar, con la Ley en la mano, la voracidad de estos señores, obligándoles a constreñirse a sus atribuciones y a respetar las suyas.

Finalmente, irresponsabilidad de los medios por sobrevender como paradigmas de la democracia y poseedores de todas las virtudes ciudadanas a seis sujetos que terminaron por creérselo; irresponsabilidad por hacerle el juego a su avidez de poder; irresponsabilidad por aplaudir sus desfiguros; irresponsabilidad por ser acríticos a su desempeño.

#LFMOpinión
#IFE
#JesúsCantú

Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

Sigueme en: