El meollo
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¿Qué hay detrás de la supuesta evaluación a Felipe Solís por parte de seis consejeros electorales, cuyo desenlace, por cierto, ya apuntó el consejero Zebadúa al afirmar que una comisión de consejeros (¡otra más! Ya son más comisiones que electores en el padrón) elaborará un informe sobre el desempeño de la Secretaria Ejecutiva, para que Woldenberg "cuente con todos los elementos necesarios para tomar una decisión de la mayor trascendencia política en este Instituto": presentar al Consejo General la propuesta de remoción del secretario ejecutivo (conferencia de prensa 14/X/97)? Véase cómo el producto del esfuerzo apenas anunciado y aún la conclusión a la que libremente debería arribar Woldenberg han sido previamente fijados y publicados. ¡Esa sí que es certeza! Lo que no sé, es si ésa sea la que exige la Constitución.
En fin, ¿qué hay detrás de esta intentona?
Para el consejero Molinar "parte de algo más grande (que el tema del secretario ejecutivo), es el debate sobre el papel del Consejo General, de los consejeros y de las comisiones de consejeros que hay para cada área ejecutiva. Nadie duda que la tarea de autorizar una medida le corresponde al Consejo General, que instrumentarla es de la Junta Ejecutiva, pero la discusión es sobre quién, dónde y cómo toma las decisiones importantes. Si autorizar es función del Consejo e instrumentar de la Junta Ejecutiva, de quien es el decidir. Un grupo de consejeros (suponemos quiénes) planteamos que la respuesta es el Consejo, a través de las comisiones (¡but of course!). De hecho, el corazón de la reforma orgánica del IFE consistió en acercar la enorme distancia entre el Consejo General y los órganos ejecutivos, y para eso se crearon las comisiones. Ese es el meollo" (Reforma 9/X/97). Veamos, pues, el "meollo".
1) Lo importante es el debate sobre el Consejo, los consejeros y las comisiones de consejeros. No puedo más que coincidir. El problema del IFE radica en consejeros y comisiones de consejeros que pretenden pasar por sobre la ley, la distribución de atribuciones y competencias por ella hecha, y el Consejo como órgano integrado por más actores que sólo seis consejeros electorales.
2) Si el Consejo debe autorizar y la Junta ejecutar, quién -pregunta- debe decidir. Nadie más que las comisiones, o séase seis consejeros electorales. ¡Viva Dios! En buen castellano eso es un sofisma por el que se pretenden usurpar "atribuciones" del Consejo y del resto del Instituto. El Consejo tiene sus atribuciones, la Junta Ejecutiva las suyas, y así el consejero presidente, el secretario ejecutivo, las Direcciones Ejecutivas, los Consejos y juntas Locales y Distritales, las Comisiones de Vigilancia hasta llegar a las mesas directivas de casilla y de cada uno de sus integrantes. Quien no tiene ninguna atribución legal asignada es la figura del consejero electoral, individual o conjuntamente considerados. Su única función es integrar el Consejo General, junto con otras figuras, y las atribuciones son del órgano colegiado y no son delegables.
¿A quién le corresponde decidir? A cada uno de los entes jurídicos con atribuciones legales en su ámbito de competencia. El Consejo General (ojo, no consejeros electorales o comisiones de consejeros) decide en la esfera de sus atribuciones, lo mismo corresponde al consejero presidente, al secretario ejecutivo, a la junta o al presidente de casilla. Lo que no se vale es leer de cabeza la ley y pretender hallar supuestos vacíos para apuntarse como Chapulín Colorado a colmarlos.
3) El "corazón de la reforma orgánica del IFE consistió en acercar la enorme distancia entre el Consejo General y los órganos ejecutivos, y para eso se crearon las comisiones". Cercanía que ha resultado como esos amores que matan, o, peor aún, como aquellos paisanos que no matan, pero no dejan vivir.
Las comisiones han sido la peor de las maldiciones que pudo haber caído sobre el IFE. El Acuerdo de integración de estos Frankensteins reza que deberán procurar "en todo momento garantizar el oportuno y adecuado funcionamiento de los órganos directivos y técnicos del Instituto para el adecuado ejercicio de los programas a su cargo y de las competencias y obligaciones que les atribuye la Ley". ¿Han cumplido las comisiones (ahora sí, léase consejeros electorales) con esa obligación?
4) ¿Es posible entender el concepto "acercar" como sinónimo de "substituir" en sus atribuciones a los acercados, es decir, "decidir" por ellos? Para nadie es desconocido que el secretario ejecutivo es el coordinador del área ejecutiva del Instituto. Ese hecho, que responde a un mandato legal, hoy se pretende hacer aparecer como nefasto y oprobioso: una "lógica de subordinación y disciplina", se afirma y acusa (Milenio 20/X/97). Imagínese usted si la lógica fuese de insubordinación e indisciplina, cuáles serían los resultados entregados por el IFE... con todo y consejeros y comisiones.
Y para los defensores de la horizontalidad, una cita de Sastori: "La opinión pública y la democracia electoral exigen una dimensión horizontal de la política, son la base del edificio. Pero luego se encuentra en edificio y en él la dimensión vertical de la política: hay quien está sobre y quien está debajo, quien manda y quien es mandado. Así la democracia vertical significa la democracia como sistema de gobierno. Una visión puramente horizontal de la política es la del anarquismo: precisamente el no mandar. Pero la anarquía no ha existido nunca como sistema político, únicamente prefigura el colapso del mismo".
PS. A don Humberto Musacchio. He leído con atención su artículo (Reforma 28/X/97). Cuatro respetuosos comentarios: 1) Sus referencias a mi persona y a quienes no coincidimos con usted, además de erradas, nada aportan al debate. Las lamento; 2) Sus apreciaciones acerca del IFE permiten recomendarle una lectura cuidadosa de la Constitución y del Cofipe; 3) Su argumento de que la conspiración burocrática no es penada por la Ley y constituye una "legítima ambición" amerita un ¡no me ayudes compadre! y; 4) Su anuncio de una próxima, agria y adicional querella en el IFE acredita el "disparo a las escopetas", es decir, a la institución.
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