Dulce hogar, Facebook
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Es la sección conocida como "Noticas" de Facebook y algo anda mal. No lo sabe, pero presiente que las cosas no son lo que deberían. Tendría que estar feliz, al contrario, se siente utilizada. Baja el cursor y ve una lista perfectamente alineada de notas informativas, memes y momos con la misma temática: el empresario Donald Trump ha ganado las elecciones presidenciales de los Estados Unidos de América.
En la parte superior derecha de su monitor aparece su foto de perfil y su nombre: Kimberly Williams. Tiene 41 años y nació y creció en Birmingham, Alabama, perteneciente al sunbelt gringo y considerada una ciudad con tendencias marcadamente republicanas, con todo lo que ello implica históricamente: desde la esclavitud hasta el Ku Klux Klan. Kimberly es una mujer blanca, ama de casa y esposa de Greg Williams, un camionero amante del Súper Tazón, un "hombre del sur".
Fue ella, una mujer de mediana de edad, de medianas ambiciones, partícipe activa en foros y cajas de comentarios, donde defendía las propuestas anti migrantes del magnate cuando este era sólo un candidato del partido republicano atacado por los medios, con pocas posibilidades, según ellos, de ganar; sin embargo, para Kimberly cada palabra de Trump venía cargada de sensaciones, de un apasionamiento que ella compartía. Ahí, en el sur profundo de un país tan amado, tan odiado por tantos, ella reconocía en el eslogan "Make America Great Again" a un Estados Unidos apaciguado por la corrección política, pero latente, aún vivo.
En la radio escucha a la banda Lynyrd Skynyrd entonar el coro de una de sus composiciones más célebres, un himno local: sweet home Alabama, where the skies are always blue. Sweet home Alabama. Lord, I’m coming home to you. El brillo del monitor le hace voltear hacia la ventana, donde mira como aquel mítico cielo azul es en realidad un manto gris y opaco. Algo no anda bien.
Cambridge Analytica: bastión antidemocrático
Sigue bajando el cursor hasta que encuentra, por fin, una publicación de alguien que conoce. Una entre tantos post monotemáticos que celebran la victoria del republicano y que hacen mofa de su derrotada contrincante, la demócrata Hilary Clinton. Es una vieja amiga de la infancia. Su publicación es la única que no tiene carácter político, una simple imagen con sus perros. Da clic en el perfil y ve una foto fea y descuadrada, fuera de foco, con faltas de ortografía en la información. Qué contraste con aquellos perfiles limpios, impecables, de quienes publican y comparten fake news, de quienes llegan a los comentarios e incendian con pequeñas puntadas los ánimos de los otros participantes. Vienen, comentan y se van. El caos que prosigue ya no es de su incumbencia: que si Trump es un cretino, que Hilary es una marioneta de su marido, que las armas, que los inmigrantes, los terroristas, etc.
Ya no debería importar, después de todo ella votó por Donald Trump. Su victoria representa a un tipo de estadounidense como ella, harta de los mexicanos, de los peligrosos musulmanes. Aun así, le parece extraños que su inicio en Facebook esté bombardeado de publicaciones que ella no pidió. No recuerda haberse suscrito o darle "seguir" a alguna de esas páginas o perfiles. No sabe que detrás de esas cuentas inmaculadas, con gente guapa y elocuente, no hay carne, cartílago o hueso. Son falsos perfiles, los llamados bots. No sabe que dentro del sistema, una compañía llamada Cambridge Analytica ha utilizado sus datos personales para mandarle "información" sesgada.
Cambridge Analytica es una compañía británica creada en 2013, especialista en operaciones psicológicas de defensa y elecciones. Su modo de operación es simple. Se crean cuestionarios de personalidad a través de aplicaciones y juegos, los cuales piden a los usuarios su autorización para recopilar y consultar sus datos: cuenta, información personal, publicaciones, lista de amigos, mensajes de texto, etc. Una vez hecho esto, se analiza la información para perfilar las tendencias políticas de los contactos y se les bombardea con sitios web de noticias falsas, esperando permear en su opinión. Fue lo que le pasó a la señora Williams. No lo sabe, pero pronto, el 2 de mayo de 2018, Cambridge Analytica cerrará sus puertas cuando todo esto se sepa.
Kimberly nunca antes tuvo tendencias políticas claras. Es cierto que creció en un estado conservador, reaccionario por tradición, que las políticas de Barack Obama no siempre le parecieron satisfactorias, que su familia siempre se ha quejado de los inmigrantes; pero desde algunas semanas una ola de opiniones aparentemente inteligentes comenzaron a hacer mella en su criterio y en los de cerca de 87 millones de usuarios de Facebook. No es sino hasta este momento que comienza a sospechar. Cuando ve por televisión que Hilary Clinton reconoce su derrota y felicita a su contrincante por su inesperado triunfo. La opinión pública se divide, los periodistas están pasmados, la ultraderecha de regocija mientras que la izquierda más progresista sale de sus trincheras para manifestarse en contra de la elección.
Las tácticas de la empresa europea no tuvieron como campo de práctica las tierras norteamericanas. Cambridge Analytica ha operado de igual forma en países como Reino Unido, Australia, Malasia, Brasil, Kenia y México. El caso estadounidense será el parteaguas que definirá el futuro de la compañía, cuando un ex empleado de la misma, Christopher Wylie, revelé su modus operandi: "Explotamos Facebook para acceder a millones de perfiles de usuarios. Y construimos modelos para explotar lo que sabíamos de ellos y apuntar a sus demonios internos. Esa era la base sobre la cual la compañía se fundó".
Por su parte, Mark Zuckerberg, creador de Facebook, negará su implicación en el caso y asegurará que su compañía fue víctima de la discrecionalidad de Cambridge Analytica. También dirá, a manera de compensación, que están conscientes de sus fallas y que harán todo lo que sea necesario para dar con los implicados: "Cometimos errores y hay que hacer más cosas. Hubo una brecha de confianza entre Facebook y la gente que comparte sus datos y espera que la protejamos. Lo tenemos que arreglar". Sin importar cuanto ponga de su parte o de si llegué a aceptar su responsabilidad, lo cierto es que la empresa del estadounidense registrará pérdidas por más de 100.000 millones de dólares.
The Southern Woman
La vista del cielo gris continúa. El tránsito es implacable y la cotidianeidad se rompe: no se sabe si será a great day for America, pero está claro que es un día histórico. El ambiente lo anuncia. Kimberly tiene dudas, pero ninguna certeza más allá de lo que le ofrece la agencia de los medios: reportes de los resultados, gráficas, incidentes, festejos: reacciones por todo el país. No es posible permanecer apático. En la radio sigue sonando "Sweet Home Alabama". La historia de esta canción trae una anécdota. Es de hecho una réplica a otra composición: "Southern Man" de Neil Young. Era otro contexto, pero con gente parecida. Un canadiense quejándose del racismo intenso del sur estadounidense. Como ahora, que los mexicanos se quejan del racismo de un país al norte: sincronismo. Fue entonces que la banda estadounidense Lynyrd Skynyrd grabó "Sweet Home Alabama", en defensa del estado sureño.
Kimberly desconoce el dato, pero siempre le ha gustado la canción: "Well, I hope Neil Young will remember, a southern man don’t need him around, anyhow". La mujer, reconectada a la realidad, se da cuenta que las hora pasan volando y sus responsabilidades domésticas no perdonan. Toma el mouse y da clic en "cerrar sesión". Una autentica mujer del sur.
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