RAÍCES DE MANGLAR

Las chispas de Hefesto

Las chispas de Hefesto

Foto Copyright: Foto: Francisco Cirigo

Mi proceso creativo no yace en Lemnos ni en quimeras astrológicas o espirituales, sino en la certeza de que toda la cofradía visitará nuestras tumbas y templos.

¿Mi proceso creativo? Andar por la vida en perenne desiderátum.

Consiste en vivir atento al reloj, meditar hasta auscultar el terror interno y lamentar cada vez menos las oscuras telarañas en la almohada.

Ignorar en la medida de mis posibilidades el silbido del absurdo.

Vivir asqueado de la apropiación primitiva, de las desigualdades extremas, de la indiferencia y la estupidez.

Es convivir con los fantasmas de lo imposible, con los espectros del extravío y la nostalgia.

Sentirme mínimamente feliz de formar parte de ese abismo entre el suelo y el cielo, donde yace agazapado en un hueco el espíritu del amor.

Honestamente envidioso de aquellos que se atreven a tomar la belleza y torcerla. De los que no respetan los procesos. De los impíos afortunados, gallardos, a veces brutales, que nunca se esfuerzan por nada ¡Malditos, siete veces malditos!

Es oler el perfume del vino y embriagarme sin desfallecer, intentando prolongar el hiatus del post coito.

Es raspar el fondo de la lata, la intermitencia del cursor, frotar el surco vaginal, pasar lista a todas las promesas posibles.

La sensación de ofuscación, despojo y frustración ante su presencia.

Entender la razón detrás de mi abulia. Abrazar con resignación y dignidad mis obsesiones y fobias.

De mis recuerdos guardados en prismas y su tenue caleidoscopio. La dulce guitarra, el vaivén de un lalalá tierno, casi un vals.

De la abnegación de mi madre y la obstinación de mi padre. Del choque entre sus voluntades y desvaríos. De ser razón, ocasión y daño colateral de esa pasión marginal. De haber sido el cordero que satisfizo al dios de sus resentimientos.

De estas súbitas y convulsas confesiones que nunca me han llevado a ninguna parte. Del golpe delirante de la verdad.

Mi proceso creativo no yace en Lemnos ni en quimeras astrológicas o espirituales, sino en la certeza de que toda la cofradía visitará nuestras tumbas y templos.

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Francisco  Cirigo

Francisco Cirigo

En su novela Rayuela, Julio Cortázar realiza varios análisis sobre la soledad, exponiéndola como una condición perpetua, absolutamente fatal. Dice que incluso rodeándonos de multitudes estamos “solos entre los demás”, como los árboles, cuyos troncos crecen paralelos a los de otros árboles. Lo único que tienen para tocarse son las ramas, prueba inequívoca de la superficialidad de sus relaciones. Las personas somos como árboles y nuestras relaciones son ramas, a veces frondosas y frescas, a veces secas y escalofriantes, pero siempre superficiales. Nuestros troncos son islas sin náufragos posibles.

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