RAÍCES DE MANGLAR

El rey de las moscas

El rey de las moscas

Foto Copyright: lfmopinion.com

Hugo García Michel a través de sus colegas, amigos y un detractor

Un aroma dulzón, mezcla de pan horneado y café de máquina, la lleva hasta una panadería de multimillonario dueño. Con vuelo zigzagueante e inseguro, sondea el local y decide entrar. Abyecta criatura que zumbas sin parar, que buscas con tus múltiples ojos un lugar para posarte. Te atreves a pasear frente a los clientes. Fíjate donde vuelas, mosca. No sea que alguien interrumpa tu osado vuelo.

—No la vayan a matar o me salgo indignado.

La broma es de Hugo García Michel, hombre de 62 años, apacible y de voz tenue. Los que saben de él lo reconocen como un periodista agudo, melómano irredento, escritor enamorado de las mujeres, ex director de la mítica y controversial revista de rock La Mosca en la Pared, columnista en Nexos y Milenio Diario, dueño del blog El rojo y el negro y asiduo partícipe en Twitter y Facebook. También cree, o quiere creer, que sigue siendo colaborador en Marvin.

—Hasta hace poco colaboraba todavía en Marvin. Ahorita no sé si estoy o no porque ya no me han pedido nada. Desaparecieron las columnas y me dijeron que me iban a seguir pidiendo cosas, pero es como decir: "yo te aviso".

Cuesta creer que aquel sujeto bonachón sea posiblemente el crítico más mordaz del rock hecho en México. Denunciante contundente del falso estrellismo nacional y del llamado "Boom del rock en español", Hugo García Michel acuñó términos como "rockcito", "rockcitito", "rock polarizado" y "rockcito chairo" y siempre se ha mostrado escéptico y burlón con la música de grupos como La Maldita Vecindad, El Gran Silencio, Caifanes y varios más. De todas las trincheras en las cuales ha defendido sus ideas, La Mosca en la Pared fue la más entrañable, no sólo porque era su director e indiscutible frontman editorial, sino por el gran cariño y trabajo que le costó, primero verla nacer y casi morir en 1994, después de tan sólo seis números, y posteriormente mantenerla en circulación desde 1996 hasta 2008.

—En la editorial del número 125 de La Mosca en la Pared se muestra optimista con el futuro inmediato, aunque con cierta ambigüedad, pues habla de vacas flacas y altibajos, ¿por qué si promete este futuro de repente ya no hay más Mosca?

—Porque yo no sabía que me la iban a matar. Trabajaba para una editorial, yo no era el de los dineros. Sabíamos que la revista daba tumbos económicos por poca publicidad y porque habían bajado las ventas a raíz de que surgieron algunas revistas, sobre todo una que se llamaba R&R, que nos pegó a pesar de que copió un poco el formato de La Mosca, aunque era más grande. Ellos tenían la ventaja de anunciarse en Reactor, porque eran prácticamente los dueños de esa estación de radio, y muchos lectores no tenían dinero para adquirir las dos. Se me hacía un poco desleal, porque Reactor es del IMER, pertenece al gobierno y la revista era de un particular. Se aprovecharon de eso; pero bueno, estuvo bien, quizá yo hubiera hecho lo mismo, jaja. Hubo varias cosas que económicamente nos golpearon, pero yo no pensaba que el editor me iba a decir de un día para otro se acabó. Acababa de salir el número 125 y me dijo: "sabes qué, es el último que sale". Le pregunté por el Especial que iba a salir de Blur. El mismo día que se iba a taller se dio la orden de que no se imprimiera. Fue un golpazo, me quedé sin trabajo. La Mosca era mi principal fuente de ingresos.

—Algunos dicen que no supieron dar el paso al transmedia.

—Es cierto, no lo supimos dar. No lo sé. Yo me jacto de que me manejo muy bien en redes sociales, aparte de que mi blog tiene muchos lectores. En Facebook tengo casi cinco mil seguidores, en Twitter siete mil. Sé que no son muchos si lo comparamos con quienes tienen un millón, pero hablamos de cantantes y personas así. Cuando salió La Mosca en la Red, yo no sabía trabajar en redes sociales y nadie me ayudaba. Nunca tuvimos Facebook, creo que ni había. Aunque sí: no supimos acercarnos al público milennial en la cuestión virtual, en redes sociales.

—¿Cómo lidió con el shock de perder a La Mosca en la Pared?

—Es que también fue un shock económico. Yo de ahí vivía. Hubo un tiempo en que gané muy poco en La Mosca. Después de que dejara de salir la primera vez, Jaime Flores nos dijo que si la volvíamos a sacar nos iba a pagar un sueldo simbólico al principio. Fue cuando Fernando Rivera Calderón ya no quiso seguir y se pasó a Switch. Prácticamente durante dos años yo cargué con la revista. Claro, estaban los colaboradores, pero la parte interna éramos las diseñadoras y yo. Ya después nos empezó a pagar, pero yo tenía que seguir haciendo historietas, por eso acepté el sueldo simbólico. Cuando me dijeron en 2008 que La Mosca se acababa, yo ya no trabajaba como historietista. En ese entonces, la de la historieta ya era una industria en decadencia. Hoy está casi desaparecida. La Mosca era como mi hija, algo que se me ocurrió y a la que mucha gente contribuyó para enriquecerla. Gente como Fernando Rivera Calderón fue muy importante, también algunos otros como María José Cortés. Aunque muchos identifican a la revista conmigo, piensan que yo fui el dueño. No se daban cuenta que había otro que era el de los dineros. El shock fue económico, pero sobre todo emocional.

—¿Tuvo alguna simpatía por otros grupos de rock hecho en México además de bandas como Monocordio o La Barranca?

—Bueno, yo lo primero que escuché en mi vida fue rock hecho en México. Mi hermano Sergio me llevaba diez años y en la casa él ponía a los Teen Tops, a Los Locos del Ritmo. Yo tenía cinco o seis años de edad. Me siguen gustando mucho Los Locos del Ritmo. Las canciones que hicieron en aquella época tienen una frescura muy particular. Además, ellos inventaban las letras en español de los covers. Por ejemplo, Enrique Guzmán de los Teen Tops era un gran letrista y adaptaba sus letras a la realidad mexicana, con coloquialismos muy divertidos. Yo empecé a oír rock en inglés quizá con algunas canciones de Elvis Presley, pero ya realmente con los Beatles, en los sesenta. Yo tenía como diez años. Fue cuando comenzó a gustarme más el rock, sobre todo el estadounidense. El blues lo descubrí hasta los catorce.

Con la ayuda de mis amigos

—Eusebio Ruvalcaba decía que siempre creyó en la fascinación que un hombre ejerce sobre otro. Sobre esa premisa, ¿quiénes son los colaboradores, colegas, periodistas varones que lo fascinaron e influenciaron?

—Tanto como fascinado, ninguno; y no lo digo con prejuicios de que vayan a pensar que soy gay. No lo veo así. De los que haya querido mucho, a Eusebio y a José Agustín, quien me conoce desde que yo era niño. Él siempre fue muy amigo de mi hermano Sergio. Desde que tenía catorce años iba a su casa y a sus hijos los conozco desde chiquitos. Por su estilo y por su forma de escribir, entonces, admiro a Eusebio, a Agustín y a Sergio Monsalvo, porque es un gran conocedor de la música y tiene muy buena pluma.

De pronto la mirada de Hugo se torna esquiva y su voz baja. No es incomodidad, más bien es una especie de tristeza.

—Fernando Rivera Calderón es alguien a quien admiré y quise mucho, a pesar de las diferencias que luego él puso entre nosotros por cuestiones políticas. Yo ni siquiera me enojé con él, pero ahora prefiero no verlo por todo lo que ha dicho de mí. Alguna vez le hice una entrevista y en ella lo comparé con los hombres del Renacimiento, por ser tan multidisciplinario. Lo respeto mucho como escritor, creador y músico. Como ser humano, me decepcionó.

La noticia del distanciamiento entre Hugo y Fernando sorprende, sobre todo considerando que ambos fueron miembros fundadores de La Mosca en la Pared y amigos declarados. Ninguno se guardaba sus elogios, ya fuese en las páginas de la misma revista o en algún otro medio donde colaborasen. No obstante el bajón anímico, la sonrisa le vuelve a la cara al recordar al singular Guacarroquer y a otros colaboradores y amigos.

—Gran colaborador Armando Vega-Gil, aunque le caigo mal. Bueno, no sé. Yo digo que le caigo mal porque hubo una cuestión con una chava que fue mi novia y después me enteré que había andado con él y yo no sabía. Creo que a partir de ahí me agarró cierta tirria, jaja; pero si me lo encuentro, nos saludamos, aunque sí se distanció. Armando me decía que ningún otro medio además de La Mosca le habría podido publicar "Diario íntimo de un guacarroquer". Lo intentó en Milenio y le dijeron: "No, estás loco". Sólo La Mosca que no tenía censura podía publicar cosas tan guarras, escatológicas y divertidas como las que escribía Armando. A mí me gustaban mucho. Fedro Carlos Guillén, otro buen amigo. No digo que haya querido ser el nuevo Ibargüengoitia, aunque sí tiene mucha influencia de él, pero me divertían mucho sus historias. Rogelio Garza también tenía muy buena pluma. Pero si me dices fascinación: Eusebio, Agustín y Monsalvo.

No hay moscas en el piso 20

Nos hallamos en el piso 20 de la Torre Latinoamericana, justo en las oficinas de Radeal. Es casi el ocaso y el bochorno inunda las limpias pero herméticas instalaciones. Aquí no hay una sola mosca. Un hombre robusto y de cabello quebrado y cuidadosamente despeinado entrevista a un par de jóvenes. Se escucha una suerte de rock pop melódico, nada desagradable pero intrascendente: música de fondo. El entrevistador es Ricardo Bravo, periodista musical y promotor incansable del rock mexicano. Ricardo es conocido porque fue locutor en Rock 101 y en Órbita 105. También fue colaborador del diario El Nacional, manager de prensa de La Maldita Vecindad, Caifanes y Café Tacvba, pero lo más relevante es que fue director de la revista Nuestro Rock. Cuando termina su programa de radio, Ricardo se despide de sus interlocutores y me recibe con una sonrisa.

—Hay un lugar cerca de aquí. Es muy tranquilo, ahí podemos hacer la entrevista.
Salimos de Radeal y nos dirigimos a unas jardineras cercanas. Platicamos de Avándaro, de la censura gubernamental en el rock, de las críticas que hizo la élite cultural y del papel que jugó Raúl Velasco, conductor del programa semanal Siempre en domingo, en la promoción de varias bandas de relevancia nacional. Toda la conversación es una cátedra impartida por alguien que conoce hechos y actores. Toca hablar de la prensa musical en los tiempos en que Nuestro Rock circulaba.

—En 60 años de historia del rock ha habido sólo un puñado de revistas que han llegado al número 100. Nosotros tuvimos el gusto de ser la primera revista en los noventas en llegar al número 100. Ser como la quinta revista en toda la historia en llegar al número 100. Ya después ha habido unas tres más desde esa época para acá. Siempre hay muchos seguidores y muchos detractores, pero es innegable que una revista que llega a los100 tiene su mérito. Nos sentimos muy orgullosos de eso y de que encontramos una forma de representar un movimiento. No es un secreto que grupos de fama mundial generen una facilidad de vender. Nosotros le apostamos a grupos nacionales y de rock en español.
Cuenta la leyenda que Ricardo Bravo odia a Hugo García Michel y a La Mosca en la Pared. Ambos iban a ser fundadores de esta revista, pero surgieron diferencias editoriales y personales. Bravo pidió que sacaran del equipo a Kárem Martínez, según García Michel, por considerarla "una chavita que no sabía de rock", a lo que el director de La Mosca se negó. Al final, el que salió del proyecto fue el mismo Ricardo. Jaime Flores fue el encargado del despido. Todo esto antes de salir el número uno. Tras su expulsión, Ricardo Bravo fundó Nuestro Rock, pero el culebrón continuó en secciones editoriales de ambas revistas y en algunos artículos. Incluso hubo una publicidad ideada por el mismísimo García Michel donde se mofaba de la calidad rocanrolera de varias revistas incluida, por supuesto, Nuestro Rock.

—Hubo una publicidad de La Mosca en la Pared que mencionaba a Nuestro Rock, Rolling Stone México y Switch donde se burlaban indirectamente del contenido de esas revistas.

—Nosotros tuvimos un conflicto por mucho tiempo, incluso editorialmente con La Mosca. Yo tengo una historia personal ahí que la verdad me da un poco de flojera contarla. Era eso, una cuestión personal y dos formas de ver. Ellos estaban completamente casados con el rock en inglés y pensaban que el rock en español era basura y nosotros teníamos una estrategia en donde evidentemente teníamos que sujetarnos de los pocos grupos de rock en español que habían logrado un éxito comercial y, a partir de eso, presentar otras alternativas. Hubiera sido absurdo darle la espalda a grupos que surgieron del rock más allá de que su música se volviera muy comercial ante los ojos de algunos o de muchos. Incluso a nosotros, si nos gustaba o no su música, eso no era lo importante. Lo importante era reflejar una escena musical.

—¿En este nicho periodístico había una especie de guerra sucia?

—Sí. Bueno, a mí nunca me gustó el tono amarillista de La Mosca, nunca me gustó su estilo más allá de que tenían algunos artículos que estaban bien documentados. Jamás me ha gustado el periodismo amarillista.

—¿Cree que conceptos como "rockcito" o "rockcitito" perjudicaron la imagen del rock hecho en Mèxico?

—Yo creo que no. Siempre ha habido dos tipos de roquero: el que no le gusta el rock en español y el que piensa que es lo máximo. Lo considero respetable, si por diferentes circunstancias, tanto de complejos como de gustos, alguien prefiere el rock en inglés, pues bienvenido. Si el rock en español no se le hace lo suficientemente bueno, pues allá él. Quizás en algunos casos su opinión pueda estar muy bien argumentada, aunque también hay grupos de calidad deficiente en el rock en inglés. Yo creo que hay grupos del rock en español que han demostrado su calidad.

—¿Qué opinaban sus lectores de estas visiones antagónicas?

—Pues mira, los que les gustaba el rock en español consideraban que La Mosca era una basura y viceversa, los que les gustaba el rock en inglés creían que Nuestro Rock era una basura.

—¿De verdad eran tan radicales?

—Pues sí. Aunque había una parte del público al que les gustaban algunas cosas de ambas. Me he encontrado con gente que me lo dijo: "La verdad es que yo compraba las dos revistas y en La Mosca no me gustaba que fueran tan radicales con el rock en español y en Nuestro Rock no me gustaba que a veces incluyeran a grupos tan comerciales".

—¿Tuvieron algún conflicto con otra publicación?

—Está mal que te lo diga, pero son dos de las revistas que justamente pertenecen a ese puñado de publicaciones que han alcanzado el número 100. Yo creo que, se quiera o no se quiera, ambas marcaron los noventa e incluso parte del nuevo milenio. Fueron revistas que encarnaron a dos personalidades de gustos y cada quien se quedó con lo que quería. Algunos se quedaron con un poco de los dos. Perdón, pero no hubo otra revista que tuviera ese impacto y durabilidad que tuvieron Nuestro Rock y La Mosca.

— ¿Qué opina de Hugo García Michel?

—Que es una persona que no le gusta el rock en español y que tiene sus gustos, que escribe de la música que le gusta y de sus amigos. Las únicas cosas que yo le he escuchado positivas del rock en español son sus amigos. Grupos que para muchos no son tan buenos como Yucatán A-Go-Go.

—¿Es nepotismo periodístico?

—Yo creo que sí. De qué otra forma vas a entender que hablé tan mal de grupos que tienen una calidad para otros nueve periodistas muy buena y bien de grupos que para esos mismos nueve tiene una calidad cercana a la medianía o la deficiencia.

—¿Cree que esté obsesionado contra los Caifanes?

—Sí y me sé historias que tienen que ver con cuestiones personales.

La amistad, la muerte y las moscas

—Hugo, ¿le dolió perder la amistad de Fernando Rivera Calderón?

—Fernando era como mi hermano. A pesar de que le llevo 17 años. Me dolió, pero sobre todo me decepcionó como ser humano. Me cayeron muchos veintes. Mi ex mujer me decía: "Yo no creo en la amistad de Fernando" y yo lo defendía a muerte. Conozco a sus papás, a sus hermanos, a su ex esposa y me caen muy bien, incluso puedo decir que los quiero mucho. Éi y yo éramos súper unidos, hasta que intervino la cuestión ideológica. Algo similar me sucedió con mis hermanos. Ambos me dejaron de hablar a raíz de las elecciones de 2006. Los dos ya fallecieron y nunca los volví a ver hasta sus respectivos funerales. Mi hermano Jorge murió en 2008 y Sergio en 2010.

A pesar de ser tan abierto, en toda la entrevista Hugo no se había mostrado tan transparente y sincero como hasta ahora. Su mirada, casi oculta detrás de sus anteojos, refleja una tristeza profunda.

—Sólo una vez me topé con Sergio en una obra de teatro de una sobrina, hija de mi hermana. Esta se las ingenió para sentarnos en los dos extremos de la fila. Vi que Sergio me vio y se volteó. Cuando rompió conmigo, me dijo en un recado telefónico esa frase de José Emilio Pacheco que dice: "¿Qué se siente ser todo aquello contra lo que luchabas a los veinte años?". Terminaba diciéndome: "Desde este momento me deslindo de ser tu hermano". Me sacó tanto de onda que lo borré. Debí haberlo conservado. En fin, a lo que lleva el apasionamiento político. Me parece muy triste.

—¿Surgirá de nuevo La Mosca en la Pared?

—No. Cuando saqué la revista Mosca (no La Mosca en la Pared, sino otra revista surgida en 2013. Nota del autor), un experimento editorial que sólo duró nueve números, me di cuenta de que ya no era lo mismo. Fue un error haber sacado esa revista, pues aunque me gusta cómo nos quedó, ya no era lo mismo. Ya no me sentía como en aquella época. Quizá pueda haber otro proyecto de revista, pero ya no como La Mosca en la Pared. Lo he pensado mucho y no vale la pena hacer una caricatura de lo que fue aquella revista.

Fotografía: Lenis Dorantes

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Francisco  Cirigo

Francisco Cirigo

En su novela Rayuela, Julio Cortázar realiza varios análisis sobre la soledad, exponiéndola como una condición perpetua, absolutamente fatal. Dice que incluso rodeándonos de multitudes estamos “solos entre los demás”, como los árboles, cuyos troncos crecen paralelos a los de otros árboles. Lo único que tienen para tocarse son las ramas, prueba inequívoca de la superficialidad de sus relaciones. Las personas somos como árboles y nuestras relaciones son ramas, a veces frondosas y frescas, a veces secas y escalofriantes, pero siempre superficiales. Nuestros troncos son islas sin náufragos posibles.

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