PARRESHÍA

¿Partidos o Clubes electoreros?

¿Partidos o Clubes electoreros?

Foto Copyright: relatosehistorias.com

Tanto andar para regresar al principio.

Triste realidad, tanto esfuerzo para construir una democracia como la que teníamos en 1915.

No me refiero, por supuesto, a su lodazal, costo, complejidad y descrédito; en eso hemos innovado hasta consumarnos con maestría.

Lo hago, sí, para con el sistema de partidos, eufemismo por delante, porque ni es sistema ni es de partidos.

Veamos, corría 1920 y las fuerzas armadas se sublevaban contra Carranza con el Plan de Agua Prieta, en mayo Obregón entraba a la Ciudad de México y el Partido Liberal Constitucionalista encabezaba la aclamación. Tras de ella vino la elección, ¿les suena a algo?
Obregón fue lanzado por el Liberal Constitucionalista, el Nacional Cooperatista y el Nacional Agrarista.

Samuel León (2012) nos dice que entonces "los partidos políticos no eran instituciones sólidas, pues no contaban con proyectos políticos claramente definidos. Estos organismos se articulaban y giraban en torno a personalidades políticas y sus programas eran secundarios. Eran organizaciones de grupos civiles y militares que pugnaban por repartirse las secretarias de Estado, las gubernaturas y las curules del Congreso. En ese momento, la vida política de la nación y, por ende, de los partidos políticos aún no se institucionalizaba."

Eran tiempos de caudillos, levantamientos en armas y asesinatos políticos.

Nuevamente Samuel León: " Entre 1915 y 1920 se organizaron cuatro partidos: el Partido Liberal Constitucionalista (PLC), El Partido Nacional Cooperatista (PNC), el Partido Laboralista Mexicano (PLM) y el Partido Nacional Agrarista (PNA) (…) Todos ellos acabaron por ser instrumentos de los caudillos revolucionarios."

Era o la pulverización caudillista y armada o la institucionalización de un presidencialismo hegemónico. Y para quienes adelanten sus fobias históricas, valga recordar que no era un problema de diseño académico y prístino, sino funcional y pragmático que civilizara la política y acallara las armas.

De allí venimos y, parece, ahí regresamos un siglo después.

Nuestra partidocracia hoy se concita en torno a personalidades, sin importar compromisos ideológicos ni programáticos.

La fotografía del Club anayista, publicada el fin de semana, no muestra fuerzas partidarias, sino personajes que, como señala Samuel León: pugnan por repartirse secretarias de Estado, gubernaturas y curules del Congreso.

Las fotografías del PRI se pueblan de no priístas. Sus guajes electorales (PVEM y PANAL), ni en la fotografía aparecen.

MORENA y socios de ocasión se postran ante López Obrador cual Mesías.

Todo gira en torno a personalidades ajenas a dinámicas partidistas, planteamientos ideológicos, cuerpos doctrinarios y postulados programáticos.

Meade oferta una ciudadanía más burocrática que ciudadana, vende de un apartidismo purificante desde un partidismo decrépito, vergonzante y marcado por la corrupción.

Anaya se robó al PAN, cual moche o nave industrial. Hecho ello construyó complicidades electoreras y Club de egos, no partido, menos coalición.

Hoy, la suerte del Frente pende de que no se pruebe lo que va pareciendo fehaciente: los 54 millones de pesos en que vendió la famosa nave industrial, fueron producto de la colocación de moches: recursos públicos entregados a legisladores para que los merquen al mejor postor, a cambio de jugosas y ocultas comisiones. Sí, la corrupción institucionalizada.

Triste realidad, tres partidos nacionales en vilo por una apuesta en torno a un personaje de opereta.

Y qué decir de Andrés Manuel y su negocio de desechos. Bástenos señalar que construyó su organización política bajo diseño personalizado, de suerte que todo en ella dependa de él.

En MORENA no se gobierna, se reina con todo y derecho de sangre.

Lo más triste es que estos clubes electoreros que se desdibujan a la sombra de personajes de ocasión le cuestan al País una fortuna y no cumplen el objetivo constitucional: "Los partidos políticos tienen como fin promover la participación del pueblo en la vida democrática,
contribuir a la integración de los órganos de representación política y como organizaciones de ciudadanos, hacer posible el acceso de éstos al ejercicio del poder público, de acuerdo con los programas, principios e ideas que postulan y mediante el sufragio universal, libre, secreto y directo."

Tanto andar para regresar al principio.

#LFMOpinión
@Elecciones
@Caudillos
@Partidos
@ClubElectoral


Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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