RAÍCES DE MANGLAR

Rasgos sociales e históricos de Argentina y su cine 1879-1943 Parte I

Rasgos sociales e históricos de Argentina y su cine 1879-1943 Parte I

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Predestinación y Contrarreforma

Desde su primera proyección (La bandera argentina, 1897) el cine argentino es un ejemplo de la importancia que tienen los productos culturales para ponderar la identidad nacional de un país, pero también para representar las condiciones sociales, políticas y económicas del mismo. Argentina, fue una nación constituida de una identidad de influjo criollo y que posteriormente se fundamentó en la inmigración, lo cual le dio un carácter cosmopolita que casi ninguna ciudad de Latinoamérica compartía. También configuró muchas actitudes propias del pueblo argentino, como rasgos intelectuales o de esencia europea. A pesar de contar con una historia de altibajos económicos y de dependencia neocolonial, Argentina figuró, junto con Brasil y México, como una de las industrias fílmicas más importantes del continente americano.

Es posible la construcción de una industria cultural nacional, su relación con otras expresiones y medios, tanto internos como de influjo extranjero y sus repercusiones en la política y en la sociedad. El cine de argentina es un crisol de circunstancias y fenómenos sociales específicos. Su singularidad es consecuencia del devenir internacional y del periodo conflictivo de una nación que se ha revolucionado a sí misma y que no ha obtenido la justicia que merece.

Argentina: víctima de la predestinación y la Contrarreforma

El vasto territorio de Argentina está constituido en por unas venas verdes de abundante vegetación. Es el alimento de un fértil paisaje, aquel que dio vida y modo de subsistir a los millones que la han habitado. Estas venas recorren el cuerpo robusto de Argentina que es la pampa. Antes de incursionar en la competencia industrial y dar importancia al avance social y laboral, Argentina fue un país víctima de su conquista.

Durante largo tiempo, España fue el país de la hegemonía católica por excelencia. No es un secreto el enorme impulso que dio la Iglesia Católica a la Corona de Castilla por aceptar las condiciones evangelizadoras impuestas por la Bulas Papales, especialmente la Sublimis Deus.

Dichas condiciones favorecieron la expansión de España y Portugal por el continente americano y fundarían la esencia trascendental de dos mundos: el mestizaje. La Madre Patria, con todo su conservadurismo, fue y sigue siendo al artífice de unas identidades fervorosamente creyentes y sumisas. Al igual que la mayoría de Latinoamérica, el país del Río de Plata es un perjudicado de la Contrarreforma, pero también una nación luchadora, que supo sacudirse el yugo, no sólo de los españoles, sino también de la corona británica.

En 1806, Inglaterra invade el virreinato del Río de la Plata. Buscando apoderarse de las riquezas extraídas de territorios circundantes, como es el caso del producto minero de Potosí, actual territorio de Bolivia. Dado que Buenos Aires constituía la convergencia donde se embarcaban esta riqueza hacia la península ibérica, una flota importante del Imperio Británico toma la ciudad y se encuentra sorpresivamente que el actual virrey, Rafael de Sobremonte, ha huido hacia Córdoba con el cargamento que anhelaban poseer.. Posteriormente es interceptado y los invasores se instalan en territorio porteño.

A pesar de que la oligarquía de Buenos Aires se somete con pleitesía, los sectores menesterosos se organizan y expulsan con violencia a los ingleses. Después, llega una segunda ola invasora que también es rechazada. El poderío de los locales es tal, que incluso se atreven a tomar decisiones institucionales (como asignar a un nuevo virrey), que antaño competían a España; nace un bosquejo de identidad nacional y la semilla de la independencia. También surge el conflicto permanente con Inglaterra, una confrontación que resurgirá con saña en varias ocasiones a lo largo de la historia.

El 13 de mayo de 1810 llega a Buenos Aires la noticia de la caída de la Junta de Sevilla. Manuel Belgrano, influido por las ideas de la Ilustración, congrega a una importante cantidad de simpatizantes para la causa independentista. Finalmente, el 25 de ese mismo mes se asume la Primera Junta de Gobierno en la provincia de Tucumán y se anuncia la independencia del Río de Plata, la cual se consagraría el 9 de julio de 1816 gracias a la firma del Acta de Independencia: comienza la liberación del cono sur.

Habrá altibajos en la guerra contra los realistas, incluido conflictos contra Brasil y Francia, pero a grandes rasgos, el rechazo al dominio imperialista, la identidad criolla de la lucha y el ideal de Estado-nacional, constituyen la lucha rioplatense en la búsqueda de una unidad nacional, la integración de la sociedad y la aparición del sistema político, además de crear los rasgos de la primera sociedad argentina.

Argentina se formó, primero como un pueblo emancipador, de ideales liberales y caudillos comprometidos con la igualdad, después, como una nación beligerante y de faceta claramente expansionista. Ejemplo de lo primero fue La Guerra contra Paraguay en 1865, donde junto a Brasil y la República Oriental de Uruguay, diezmaron a gran parte de la población de ese país, dislocando su unidad sociopolítica. Esta cara de Argentina le ganó antipatía, no sólo al exterior de su territorio, sino incluso dentro de su propia sociedad. A la saga se le suman la exterminación de pueblos originarios. En el cine, películas de tinte histórico como El último malón (1917) de Alcide Greca, exponen y justifican las acciones genocidas del Estado argentino. En este filme, se muestra como la milicia responde al ataque mocoví acontecido en el pueblo de San Javier, en 1904. "Malón" es el término que denomina los ataques sorpresivos que las comunidades indígenas libres efectuaban contra poblaciones criollas. En estas rencillas, los atacantes buscaban apoderarse de ganado y otros bienes de utilidad, además de tomar prisioneros para después negociar la liberación de miembros capturados.

Los malones han sido un elemento de análisis, no sólo de la historia y del cine, sino de la literatura. Uno de los más relevantes es La cautiva, poema del escritor romántico Esteban Echeverría, de 1837. En esta obra, considerada fundadora de la literatura argentina, Echeverría narraba las peripecias de una pareja criolla secuestrada por indígenas durante un malón. La importancia de esta obra no sólo se remite al plano artístico y puramente literario, sino que configura una visión estereotipada y de carácter social que se verá reflejada en otras obras, tanto escritas como audiovisuales (como es el caso de El último malón). En el poema, se aprecia una criminilización exacerbada de los indígenas y una victimización en igual grado de la clase criolla. Semejante es el uso de los términos "cristiano" y "bruto", significando civilización y retroceso, respectivamente:

La tribu aleve, entretanto,
Allá en la pampa desierta,
donde el cristiano atrevido
jamás estampa la huella,
ha reprimido el bruto
la estrepitosa carrera;
y campo tiene fecundo
al pie de una loma extensa,
lugar hermoso do a veces
sus tolderías asienta.
Feliz la maloca ha sido;
Rica y de estima presa
que arrebató a los cristianos:
caballos, potros y yeguas,
bienes que en su vida errante
ella más que el oro aprecia;
muchedumbre de cautivas,
todas jóvenes y bellas

Lo señalado anteriormente pone en evidencia el sentir de una sociedad enajenada con la estratificación de las clases sociales, además de que ayuda a puntualizar la vena religiosa propia del pueblo argentino, al usar el término "cristiano" como propio de una connotación benevolente y altamente maniquea. El católico argentino, al constituir el grueso de su población, definirá una línea de conductas y valores que no sólo marcan su identidad histórica, sino que la pondera ante todo mal y devenir.

Retomando el caso de El último malón, la película pretende ser un vehículo ideológico: los soldados argentinos, como los defensores de la nación ante la irracionalidad y salvajismo aborigen; los mocovíes, como saqueadores y asesinos. Los primeros se muestran como mártires que sólo actúan como respuesta al asedio; los segundos, como emisarios del caos y el retroceso. Así lo describe Alejandra Rodríguez:

La distancia entre las primeras letras [carteles del filme] donde se describía a los mocovíes como raza fuerte y heroica, pero sometida y despojada, y el momento del ataque donde se presenta como victimarios, es enorme. El discurso cambia cuando los mocovíes trasgreden el espacio social y geográfico, y por la fuerza irrumpen en el espacio urbano. Por un momento, la película pone al ‘indio’ en el lugar que le dieran los relatos de conquista: como violador de la frontera blanca. Los carteles, entonces refieren a "la saña del indio", a lo ‘salvaje’, contraponiéndolo a "la valerosa juventud sanjaveriana que sale a perseguir a los fugitivos"

La representación de la Otredad en El último malón consiste en el reconocimiento de los indios como una parte de la esencia natural del territorio, casi como curiosidad folclórica, siempre y cuando no trasgredan el proceso civilizatorio de los criollos. Se enfatiza la violencia y se deja fuera una adecuada contextualización de los hechos (el malón como una respuesta a las vejaciones históricas de los blancos).

Otra de las zonas de constante conflicto bélico y social es La Patagonia, región habitada y defendida por amplios sectores indígenas que gracias a su ímpetu y a las difíciles condiciones atmosféricas y topográficas, resistirían los embates de la armada argentina hasta su sometimiento y defenestración casi absoluta gracias a la llamada "Conquista del Desierto", del presidente Julio Argentino Roca en 1878. Esta región es y será de importancia simbólica, no sólo por el crimen de lesa humanidad cometido por la Generación de los 80, también porque ahí fermentó una de las semillas del descontento social y laboral, debido en gran parte a la ejecución de trabajadores en 1921 por una huelga general, ordenada por el entonces presidente Hipólito Yrigoyen.





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Francisco  Cirigo

Francisco Cirigo

En su novela Rayuela, Julio Cortázar realiza varios análisis sobre la soledad, exponiéndola como una condición perpetua, absolutamente fatal. Dice que incluso rodeándonos de multitudes estamos “solos entre los demás”, como los árboles, cuyos troncos crecen paralelos a los de otros árboles. Lo único que tienen para tocarse son las ramas, prueba inequívoca de la superficialidad de sus relaciones. Las personas somos como árboles y nuestras relaciones son ramas, a veces frondosas y frescas, a veces secas y escalofriantes, pero siempre superficiales. Nuestros troncos son islas sin náufragos posibles.

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