PARRESHÍA

El mundo en la luna

El mundo en la luna

Foto Copyright: lfmopinion.com

Circo y política

Cincuenta años harán este domingo que el mundo entero contuvó el aliento cuando, desde la luna, el Apolo XI transmitía en vivo la conquista del espacio. Era de noche en México, la familia entera se arremolinaba frente al televisor para atestiguar la conversación entre Nixon, desde el despacho Oval, y Neil Armstrong, en el lejano espacio.

¡No podía faltar!, el acontecimiento científico se desenvolvía en plena la guerra fría; de hecho, se vendió como una carrera espacial entre las dos potencias en disputa por el control de la humanidad que a billetazos y televizadamente ganaba esa noche la norteamericana.

Cómo no cacarear políticamente el triunfo de 25,000 millones de dólares, equivalentes a 150,000 de hoy día, costo total del programa Apolo, en una transmisión global como "un gran paso para la humanidad", en boca de quien años después sería corrido de la Casa Blanca por tramposo, en conversación con el Ulises moderno, Neil Armstrong, quien, de por pura casualidad, se apellidaba "brazo fuerte" o poderoso, y que trocando las argucias por la tecnología clavaba entre brinquitos, como Colón lo hiciera en las Antillas con una cruz de madera en reclamo de las tierras descubiertas en favor de las Coronas de Castilla y Aragón, una banderita de barras y estrellas en la luna en señal del nuevo imperio de la tecnología, la comunicación y el espacio sideral.

Para Richard Nixon era "sin duda la llamada telefónica más histórica que jamás se haya hecho"; para Leo Szilard, sin embargo, era "inmoral competir con los rusos para llegar a la luna y permitir que nuestros ancianos vivan con casi nada". En artículo publicado en El País (18 vii 19), Manuel Ansede recupera la nota de la campaña de los pobres que días antes del lanzamiento protestaron frente a Cabo Cañaveral por la desigualdad en Estados Unidos. Tan solo un año antes había caído asesinado Martin Luther King luchando por derechos que hoy se vuelven a negar desde la cumbre del poder norteamericano. Su reclamo seguía vivo, sin importar llamadas lunares: "una quinta parte de la población (estadounidense), decía entonces frente a Cabo Cañaveral Ralph Albernathy, carece de alimentos adecuados, ropa, vivienda y atención médica". Su movimiento, no se oponía a la conquista de la luna, sino a la "incapacidad de los Estados Unidos para elegir sus prioridades humanas", palabras de Hoseas Williams, otro líder del movimiento, recuperadas por Ansede en las páginas de El País.

Cincuenta años después las prioridades humanas de Estados Unidos ni siquiera existen; para su presidente y base electoral que lo sostiene, solo existe America First, aunque sea a costa del mundo entero. La desigualdad global se ha agudizado, la pobreza rural es ahora urbana, pueblos enteros migran en desesperanza, pulula el populismo y la concepción de un mundo común, compartido y bajo nuestra corresponsabilidad ha desaparecido del escenario; hoy cada quien es para su santo y que Dios nos agarre persignados. Homo Homine Lupus.

Ya hace mucho la Guerra de las Galaxias fue expropiada y hecha negocio, ya no política, por Hollywood; pero aquí en la tierra las cosas han cambiado para mal. En aquel lejano 1969 Leo Szilard dijo: "La luna no es ciencia y tampoco es pan. Es circo. Los astronautas son los nuevos gladiadores. Es de lunáticos".

Hoy ni siquiera hay gladiadores, basta con futbolistas; pero sí hay cristianos a ser comidos por los leones: nosotros los mexicanos, causantes de todos los males norteamericanos según Mr. Trump y sus asesores electorales, y también, circo: un mundo atónito que se despierta todos los días al azote de twitters del Emperador enloquecido por incendiar al mundo para salvar su presidencia.

Pobre del hombre, siempre queriendo conquistar las estrellas sin poder siquiera llevar pan a su mesa y paz a los suyos.



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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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