PARRESHÍA

Feminicidio y cuota

Feminicidio y cuota

Foto Copyright: lfmopinion.com

Ponderación en el análisis.

Lo habíamos olvidado, pero la realidad siempre desborda la narrativa. Así el fenómeno de los feminicidios arroyó cual camión sin placas al discurso presidencial; no por él ni contra él, sino por la distancia y desaprensión que puso en un inicio sobre el tema y, desde entonces, sociedad y presidente, somos arrastrados por una bola de nieve que nadie puede saber hasta dónde llegue y cuánto arrase. El tsunami está en curso y pretender detenerlo es un despropósito.

Pero el fenómeno no es mediático; es sociológico, jurídico y político. La mujer mexicana vive en peligro y muere en muchos casos bajo violencia de género. Un problema cultural, sin duda, pero principalmente de inseguridad e impunidad, donde la sociedad organizada en Estado no puede garantizar su seguridad, justicia y vida.

Las cifras son espeluznantes, dignas de un país invadido por hordas enemigas. Pero no es un invasor el que depreda a la mujer mexicana, sino en la mayoría de los casos un familiar, un conocido o alguien de su comunidad cercana: 10 mujeres son asesinadas diariamente en México; 2019 reportó 3 mil homicidios de mujeres; de la violencia a mujeres por mano de su pareja -novio, esposo, concuvino-, el 64% es por violencia severa o muy severa. La franja de violencia de género no denunciada es varias veces superior a lo que reportan las estadísticas. De ellas, INEGI reporta que, en la segunda mitad del 2019, en las zonas urbanas de México, un tercio del total de las mujeres encuestadas fueron víctimas de alguna forma de violencia de género.

Por otro lado, los datos duros existentes no permiten hacer un diagnóstico certero: el feminicidio no es un tipo penal homologado en el país, hay entidades cuyas legislaciones consideran feminicidio a cualquier homicidio de mujer, medie o no violencia de género y los hay que carecen casi de legislación actualizada, la disparidad también se observa en las instituciones, leyes y procedimientos para prevenir, alertar, procurar justicia y penar la conducta delictiva.

En una de sus vertientes, la laboral, al año cada mujer pierde 30 días de trabajo remunerado y 28 días de no remunerado por violencia intrafamiliar. El costo estimado de días de trabajo perdidos por las mujeres, entre octubre de 2015 y octubre del 2016, asciende a 4.4 mil millones de pesos, equivalente al 0.03% del PIB. Estas cifras actualizadas reportarían un crecimiento superior al 200%. Y éste es solo uno de tantos enfoques de los impactos de la violencia de género en nuestras vidas.

El tema es complejo, denso, multicausal, explotable y explosivo. Más aún cuando cae de rehén del algoritmo de las redes y su comunicación endogámica genera histerias que hacen difícil cualquier deliberación, diagnóstico y solución ponderados y constructivos. Y no falta la raja política del que el oportunismo partidista siempre abusa, politiza y enreda. Mucho del desencuentro actual responde a enfoques y procesamientos de lucha electoral y no de políticas de Estado.

Bajo el enfoque cultural, el cambio de percepción y comportamiento individual y societal para con la mujer -no solo y principalmente de los hombres- es una asignatura reprobada bajo los esquemas de cuota de género que se han implantado como solución milagrosa. Bajo el de estricta justicia, la impunidad infama y aterra. Mientras discutimos y marchamos, mujeres mexicanas son violentadas o asesinadas con violencia inaudita.

El Estado y la sociedad están a prueba. México tiene que demostrar en los hechos que protege y garantiza la seguridad y vida de sus mujeres. Sin ello, lo demás, salud, educación, trabajo, vivienda, seguridad social, bienestar… son enteléquias.

Desde hace más de veinte años la cuota de género se impuso como solución a rajatabla contra la inequidad entre géneros, alegando que, con mayor número de mujeres empoderadas, mejor sería el diagnóstico del problema y la legislación y políticas públicas sobre el mismo. Por años las legislaturas han sostenido su prestigio en la paridad de género mas que en su desempeño real. Tiempo es de hacer un alto en el camino y valorar si la cuota ha rendido frutos y la calidad de éstos.

Sin duda alguna la integración del poder se ha modificado y cada vez más mujeres tienen acceso a él. Las preguntas serían si el poder ha sido verdadera y positivamente impactado por ello y si las acciones resultantes han redundado en un cambio cualitativo en la vida de la mujer mexicana. En otras palabras, la efectividad del poder no se logra con solo llegar y ocupar un puesto, sino en la eficiencia y efectividad en el ejercicio de la función pública. La cuota garantiza espacios, pero no desempeño; cómo lograr lo segundo.

Ahora bien, hay que tener cuidado en la valoración porque los impactos negativos de la cuota femenina no pueden cargarse al género, sino a la forma como se ha manejado la cuota por nuestro sistema de partidos en crisis terminal. Se conocen innúmeros casos donde quien llega no necesariamente arriba por mérito ni esfuerzo, sino por ser la esposa, hija, amante, secretaria o hermana de alguien. Como la diputación plurinominal que la Gobernadora Ivonne Ortega regaló a su hermana por sobre todas las priístas yucatecas de carrera. Como ese caso hay infinidad. El fin de semana estuve platicando con una Presidente Municipal, a cuyo lado estaba su esposo. Lo curioso fue que, tras la presentación, la conversación sobre el municipio, sus problemas, soluciones, historia y circunstancia la llevó el marido y no la funcionaria. No quiero dudar de ella y tal vez sea una mujer muy prudente o muy callada, pero también puede ser uno de esos casos en que, por cuotas de candidaturas, al candidato indicado lo bajaron y en compensación postularon a su esposa y ésta se presta al denigrante jueguito. Las primeras en rebelarse contra esta simulación feminista, debieran ser las propias mujeres por dignidad. Se rebelaron contra las Adelitas, esquema por el que las postulaban con un suplente hombre que luego asumía el cargo, una vez renunciada ella; de igual manera debieran rebelarse contra que las utilicen solo para la estadística política y propaganda electoral.

El caso es que el cuotismo es difícil de medir en sus efectos, porque pueden ser los perversos y manidos mecanismos de la partidocracia la causa de sus magros logros en la realidad nacional.

No obstante, hoy que han más mujeres que nunca en cargos de poder, la seguridad de la mujer es crisis nacional. Algo tuvimos que hacer mal para que el acceso de las mujeres al poder no haya redundado en beneficios palpables, mas allá de los espacios de poder, para la mujer mexicana. Me hago cargo, también, que somos un Estado en condición de violencia de guerra, en muchos casos más letal que países en abierta guerra civil o conflicto bélico entre naciones.

No pretendo que se cierren espacios a la mujer, nada más alejado de mi propósito, pero sí que revisemos si, además del cuotismo, es menester hacer algo más en beneficio de la mexicana.

El tema, no obstante, dada su circunstancia, no es fácil de abordar con seriedad y sí con demagogia y oportunismo. Nada mas lamentable que el Verde colgándose del dolor humano para medrar con su populismo legislativo proponiendo pena de muerte.

El problema merece mas seriedad y ponderación.

En otras palabras, no es un problema de echar culpas, cortar cabezas y construir patíbulos; sino de diagnosticar con precisión científica el problema y proponer legislaciones y políticas públicas viables y eficaces. Difícil cuando la dinámica del fenómeno favorece cuadros histéricos, de uno y otro lado, a lo que habrá que sumar el algoritmo de las redes que cultiva, promueve y potencializa conversaciones o con el espejo, o de explosiva rijosidad y polarizada paranoia.

Requerimos serenidad y respeto para con el tema y entre nosotros mismos, a efecto de poder construir una verdadera conversación pública, consensos y diseño de políticas públicas efectivas no electoreras.

Caminamos al filo del precipicio, los primeros pasos han mostrado más desencuentros que empatías y mas rencor que ánimo conciliador. Andamos en busca de quién nos la pague y no de solucionar el fenómeno. Es entendible, los dramas inmersos no facilitan la mesura. Pero éstos son los tiempos que demandan verdaderos ciudadanos y no hordas.




#LFMOpinion
#Parreshia
#Feminicidio
#Mexico
#Violencia
#Cuota
#Genero
#Justicia
#Politica

Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

Sigueme en: