PARRESHÍA

El timón es para usarse

El timón es para usarse

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La virtud en Maquiavelo.

Marinero antes que escritor, Joseph Conrad vivió la noticia del hundimiento del Titanic como hombre de mar. Su visión la plasmó en dos textos sobre las investigaciones del naufragio. De su lectura, ya hace años, rescato para hoy: "Hay un punto en que el progreso, para ser un verdadero avance, ha de variar ligeramente el rumbo."

Nietzsche, por su parte, sostiene que "las pequeñas acciones divergentes tienen más valor" que la más férrea de las costumbres y son, además, necesarias. "Los divergentes, dice, son siempre los inventivos y los creadores, no deben ser sacrificados."

Pero es el gran Maquiavelo quien mejor lo expresa al hablar de la virtud en el gobernante. Siempre pragmático, para él la virtud es un arte, el arte clarividente de descifrar las circunstancias, de comprender qué hay que hacer, qué exigirnos como sociedad y, por sobre todo, nombrar el problema con su verdadero e inconfundible nombre. Diagnóstico acertado, en pocas palabras. Si al enfermo le duele la muela, poco le importa las clases de historia decimonónica del doctor.

Es ese virtuosismo lo que hace al Príncipe: la capacidad de reaccionar casuísticamente, sin perder por ello el rumbo, a una situación dada de manera para que el resultado redunde en potencializar su poder.

De otra suerte, un poder impotente e ineficaz, por más dominante que sea; tan extraviado en rumbo como errado en acción, por más presente que esté; encadenado a una interpretación absoluta e inamovible de cara al siempre cambiante devenir, disminuirá indefectiblemente su poder y terminará automarginado del devenir. El problema de las huidas hacia delante es salirse siempre del problema, ignorarlo sin resolverlo.

En el fondo, el verdadero conservador es aquel que diagnostica y receta siempre lo mismo a diferentes enfermedades y mutaciones de las mismas. Quien conserva su posición ante circunstancias cambiantes. Y ya lo dijo Ortega y Gasset, si no salvo mi circunstancia, no me salvo yo.

Gobernar viene de gobernalle, timón. Y el timón es para usarlo.

El timón es más que un cargo y una posición; no es solo mando en tanto capacidad de fuerza. Es la virtud y posibilidad, pero también la obligación y responsabilidad; la función, la decisión y la acción de llevar el barco y las vidas en él en lo más oscuro de la tormenta.

Todo avance verdadero requiere siempre ligeras variaciones en el rumbo, a riesgo de estrellarse contra la realidad en la noche de la obstinación.







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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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