LETRAS

Bufón

Bufón

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Miserable útil al poder.

Todo gobernante tiene su bufón, personaje cómico encargado de divertir a quien detenta el poder y cortesanos con chocarrerías y gestos.

Las más de las veces el sujeto desconoce su calidad hilarante y tarea de diversión. Asume para sí, tal vez por resguardo mental, estar conquistando el futuro, dictando la historia, construyendo paradigmas.

No se crea que el bufón se inviste solo de payaso; los hay que ostentan sotanas, esgrimen ciencia, auscultan astros, amasan fortunas, prostituyen intelectualidad, reinventan la historia o compiten con floreros.

En el Estado de México hubo un Gobernador cuyo bufón tenía por suerte hacer beber tequila de un trago a sus invitados, de ser necesario, por la fuerza. El bufón, además, era pro género y no distinguía para su bulling sexo o preferencia sexual. La concurrencia festejaba en cuajada sonrisa al personaje, tanto como lo odiaba, ocultando así el rencor que no podía manifestar abiertamente al gobernante que permitía semejante bajeza y agravio.

Gobernantes aparte, todo bufón es un personaje triste y lamentable. Merca dignidad por afecto del poder, humillación por cercanía, ridículo por fama efímera.

La mayoría de los bufones son, perdón por el término, miserables útiles al poder. Confunden para ellos poder por contigüidad, pero no gozan un ápice de poder, viven de espejismos.

Ya sea que el poder culmine o que fenezca su cercanía con el bufón, éste siempre termina arrojado a la befa y escarnio propios de los descastados.

Triste papel del bufón, que surca trágicamente la historia sin remedio ni "esperanza", incluso en la nueva normalidad.


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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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