Las trampas del 21
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El reto es organizar y llevar a la acción electoral a amplias franjas de la sociedad mexicana despolitizada; entendida por éstas a aquellas ajenas a los circuitos partidistas y cuyos integrantes, cuando mucho, acuden esporádicamente a las urnas con más bilis y espejismos que racionalidad y prudencia ciudadanas.
Nada, por cierto, al margen del desdoro global de la política y los partidos, que auspició el auge de los populismos que hoy se buscan acorralar con la vilipendiada y desvencijada fórmula del Estado de Derecho, que no es otra cosa que sujetar el ejercicio del poder al derecho. Anotémoslo, porque las más de las veces quienes buscan salir de las ratoneras populistas terminan atrapados -en su urgencia de desplazar un mal presente sin sopesar los posibles futuros- en infiernos tiránicos.
Como sea, la mayoría de estas expresiones ciudadanas se decantan por vía la democrática. Lo cual celebro. No faltan sin embargo en la pluralidad de sus voces, quienes claman "hoy, hoy, hoy", de triste memoria, empujando, con las tripas por delante, la vía de los hechos sin destino; sin más perspectiva de la siempre compleja realidad, que su imagen en el papel de Robespierre de las redes sociales, sin caer en cuenta que solo abonan a la versión fantasmagórico del golpismo, propia de cualquier populismo que se respete.
Múltiples son las voces, los medios y las expresiones, propias de la diversidad de una sociedad palpitante, que se aprestan al 2021. Pero el pálpito es tan voluntarioso como ineficaz en política. Menester es hacerlo acción, de allí este esbozo de las trampas en su camino.
Empecemos por las estructurales. La primera es el monopolio de las candidaturas. Impulsar voces y proyectos de la sociedad civil en los procesos electorales del 2021, pasa por la aduana de los partidos. Solo éstos pueden tener candidatos.
A Córdova y Murayama -que tanto porfiaron en omisiones para verse beneficiados por quien hoy les escupe-, les debemos que las candidaturas independientes carezcan de aliento por un largo tiempo en México; gracias al millonario garlito de una aplicación que nunca funcionó y de la que seguimos esperando las auditorias comprometidas, y que en todos y cada uno de los miles de casos en que dizque se aplicó en el 2018 terminó en una revisión fuera de norma, proceso y término; unilateral, en lo oscurito, indocumentada e imposible de probar, como lo reconoció el propio Tribunal Electoral que, en palabras del Magistrado Indalfer: contaminó a tal grado el procedimiento que lo hizo absolutamente irremediable. Pero en los hechos siempre se trató de que no funcionara para culpar a los independientes con todo el aparato de comunicación del INE, que hoy paga sus excesos con cargo a la democracia mexicana. La embestida contra los candidatos sin partido fue por mucho la campaña de comunicación de la autoridad electoral más importante y larga del 2018. Cumplieron entonces a sus patrones partidistas. Hoy con su pan se lo comen, en tanto la subsistencia del INE pende de la nada, mientras toda aspiración electoral ciudadana está condenada a ser rehén de la partidocracia. ¡Felicidades demócratas!
Vilipendiada la vía independiente, todo proyecto electoral pasa por los partidos políticos. Ergo, el peor de los mundos. Los mismos partidos que nos trajeron hasta este infierno. ¿Qué ha cambiado que nos pueda hacer pensar que se hayan rehabilitado de sus execrables vicios? ¿Por qué artes presumir, ahora sí, compromiso ciudadano y democrático? Es por eso que están tan calladitos, aguardando, pacientes y salivando, que las angustias, demandas, personajes, prestigios, recursos, organizaciones e inocencia de la sociedad civil toque a sus puertas en busca de acceso a la democracia. ¡Con la iglesia hemos topado!
Por cierto, saludos del Verde Ecologista.
La sociedad civil debe entender trata con los mismos partidos de siempre y restringirles sus alcances al de vehículo. "Parajodas" de la política: Manlio Fabio Beltrones defendía en el 2018 la dignidad de los partidos bajo la metáfora del taxi, sin saber que hacía sociología política. Hoy, los partidos solo pueden jugar de taxis electorales y los circuitos ajenos a ese mundillo deben de tenerlo presente y hacérselos valer.
De allí surge la segunda trampa. Los partidos conocen todos los vericuetos y pasadizos secretos de la legislación electoral. Tienen muy conocido el camino de postular en los distritos muy competidos, es decir, imposibles de ganar, a los candidatos "ciudadanos". Generalmente gente bien intencionada con prestigio y confianza en sus comunidades: deportistas, periodistas, artistas, profesionales connotados, académicos. Éstos, desconocedores de la letra chiquita, prestan su nombre, ascendiente, imagen, dinero, relaciones y tiempo al partido; éste los engatusa y hace como que hace para, al final, dejarlos colgados sin recursos, sin estructuras electorales, sin defensa jurídica, sin propaganda, sin apoyos. El candidato no gana por la vía uninominal, pero los votos que obtiene cuentan en beneficio del partido para el reparto plurinominal que, obvio, reserva para sus oligarcas.
Me explico. El partido sabe que el distrito o el municipio no es ganable, pero que los votos que le pueda aportar una cara ajena a las desacreditadas y vergonzosas de sus filas, siempre serán mayores y, por sobre todo, sumarán al total de la votación que se considera para efectos del reparto de representación proporcional, que, reitero y subrayo, se destina a su casta dorada. Así, el incauto y noble ciudadano trabaja para la bellaquería partidocrática.
Será necesario que en la negociación, los diversos grupos de la sociedad civil impongan a los partidos sus reglas: abanderamiento de causas y programas; apoyos eficaces y garantizados con cláusulas de penalización; inclusión en distritos no competidos y en buenos lugares de los listados plurinominales, agenda parlamentaria. Será difícil, pero hoy los partidos sólo con caras nuevas y ajenas podrán subsistir.
Tercer trampa: los usos y costumbres partidistas. Los ajenos a los partidos desconocen el juego rudo intrapartidista. Al interior de todos los partidos se libra una lucha a muerte por los cargos de elección popular. Para no pocos significa protección contra enemigos de casa y de fuera, y en no pocas ocasiones de la justicia; de allí que sean capaces de vender a su mamá, regalar a su esposa, prostituir a su prole; comprar, amenazar, hacer trampa, difamar y todo lo que sea necesario para asegurar el hueso. A ello habrán de enfrentarse.
No paran allí las trampas, le siguen las de la lucha entre partidos y en este caso, Morena no tiene un soplo de compromiso democrático y civilizatorio. Todo ella es descarnada hambre de poder y no se va a dejar ganar, ni por las buenas , ni por las malas. Hará uso de todas las mañas conocida e inventará las que haya menester. Posiblemente regresemos a la violencia en casillas de los años cuarenta del siglo pasado y a las marchas, plantones y tomas de pozos petroleros y ciudades, no tan lejanos.
A ello habrá que sumar la presencia electoral del crimen organizado que también jugará sus nefandas artes en un Estado ausente.
Por su lado, la trampa de coyuntura será la presencia de próceres auto-asumidos como representantes, voceros y cabezas exclusivas de la sociedad civil, como si ésta fuese monolítica; a los que nadie eligió ni los que a nadie rinden cuentas. Personajes que intentarán capitalizar inmericidamente en su beneficio el esfuerzo y buena fe de los mas, si no se les frena.
La última trampa podríamos llamarle estratégica y más peligrosa, es la trampa plebiscitaria. Contra ella deberá prevalecer el carácter local de la contienda.
En lugar de una elección nacional que arrastre tras una sola figura toda circunstancia y especificidad localista, estamos de cara a 300 elecciones en igual número de distritos para diputados federales, 15 gobernaturas, múltiples congresos locales y miles de municipios. Todos ellos con una lógica, circunstancia y dinámica local, que hay que defender evitando se traslade a un planteamiento plebiscitario de melón o sandía, cuando toda la variedad de frutas, flores y alimentos está en juego. La metáfora no está de más: cuando todo se juega a blanco o negro las apuestas suben su valor; cuando son diversas y circunstanciadas localmente, el mesianismo no tienen cabida y todo se valora en sus méritos.
Lo local hace factible que liderazgos emergentes, con prestigio y honorabilidad, tengan oportunidad frente a candidatos de las nomenclaturas partidistas y personeros del oficialismo. Ello demanda estrategias casuísticas, no campañas nacionales; hay que hablarle al elector con nombre, cara, necesidades conocidas y domicilio; no al ciudadano inasible. Hablarle a Juan Pueblo de su mísera realidad, no de universales ni de gestas epónimas. Juan quiere seguridad, hogar, comida, vestido y sustento; salud y educación; armonía y civilidad; no hacer historia.
No se trata, pues, solo de buscar buenos candidatos, sino de acuerparlos con estructuras ciudadanas electorales que movilicen, organicen, convenzan, cubran casillas, que aguanten el asedio de sus partidos postulantes y contrarios, defiendan el voto y no se dobleguen ante amenazas. Estrategias y tácticas focalizadas, diversas y flexibles. Enfrentar la desesperación y pánico de la pseudo clase política partidaria desplazada y por desplazar; imponer una verdadera agenda política, candidaturas viables, compromisos exigibles, honorabilidad en los tratos, presencia en cuartos de guerra, acceso al ejercicio de recursos.
¿Difícil? Sí.
¿Imposible? No.
Pero no será un día de campo.
Finalmente, tampoco es solo cuestión de dinero y menos de las artes de la propaganda que tanto daño han hecho a la democracia. Se trata de perfilar nuevas formas de hacer política.
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