PARRESHÍA

Sueños

Sueños

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Sabía virtud de conocer el tiempo

La prisa no tiene elegancia. Pero no es problema de gala cuanto de efectividad.

El paciente larvado de los siglos deja caer sus frutos una vez maduros. Para ello, en los inviernos, como el Demían de Herman Hesse, el árbol otoñal "no lo siente, pero la lluvia, la escarcha y los rayos del sol resbalan por su tronco, mientras su vida se refugia en lo íntimo y hondo. No muere. Aguarda", inverna. De igual forma, la pasión ardiente da pie a la pausada gestación, como la vendimia el añejamiento. No hay gran obra sin el paciente concurso del tiempo.

"El deseo incesante de crear es vulgar y demuestra celos, envidia, ambición. Cuando se es algo, no se siente realmente la necesidad de hacer nada, y, sin embargo, se hace mucho", sostiene Nietszche. Lo apremiante de la novedad es prisa de tontos, no sabiduría de creador.

Cambiar todo no es cambiar nada.

Los sueños, sueños son


En los colectivos los cambios no se dan a saltos, sino a través de cientos de miles y millones de pequeños cambios, a veces imperceptibles, que se van inoculando hasta hacer sentido y forjar cultura.

La sociología lo muestra hasta la saciedad. La evolución lo prueba. El surgimiento de una idea transformadora está precedida de miles de balbuceos, impulsos instintivos y dolorosas pruebas y errores.

Quien sueña con cambiar todo en un instante y para siempre, simplemente sueña. Y los sueños, ya lo dijo Calderón de la Barca, sueños son.




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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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