PARRESHÍA

Los monopolios de López

Los monopolios de López

Foto Copyright: lfmopinion.com

En un acto de prestidigitación genial, López Obrador tiene desde el poder los monopolios de la conversación y de la oposición; impersona la pluralidad negándola en un permanente acallar mañanero.

A López Obrador no hay que ganarle el argumento, hay que quitarle la conversación y la oposición.

Su argumento siempre es el mismo para toda realidad y circunstancia. Está fehacientemente acreditado: sus adversarios políticos, corruptos, hipócritas, neoliberales, molestos por la pérdida de prebendas y poder.

Su fuerza no es argumentativa, radica en dos monopolios, uno de la conversación y otro de la oposición.

López Obrador en su camino al poder adquirió la habilidad de hacer suyas todas las causas contra el sistema: “esto tiene veta”, decía a sus apóstoles, y se lo engullía.

Sin orden, organicidad ni similitud; las más de las veces contradictorias, las causas se fueron enredando en un amasijo tipo queso Oaxaca donde lo único visible y la única voz era López Obrador, quien las ostentaba como arietes emocionales contra El Mal Universal que decía combatir.

La apropiación de causas cebó desmesuradamente a su movimiento y con su plataforma y capacidad comunicativas terminó construyendo una narrativa de propósitos tan disímbolos como incompatibles, legítimos como inconfesables, y una red de aliados variopintos sin más relación e identidad que la imagen y sonsonete lopezobradorista en un horizonte cacofónico, sórdido, indefinible, intransitable e intransferible.

López Obrador es una sombra que no permite que nada crezca a su lado.

Así, todo se concentró en su persona y perorata, sin necesidad de mediar acuerdos, compromisos y responsabilidades. Un hoyo negro tragándose causas y sujetos.

Fue así como López Obrador terminó impersonando toda la oposición en México, incluso a la de sus más extremos adversarios.

Acusando la malparida alianza del PRIAN, en el fondo desfondaba con singular tesón los sistemas de partidos y democrático en México, a grado que la democracia nacional pasó a girar en torno a su persona, caprichos y chantajes. Los ciudadanos y las votaciones dejaron de ser la centralidad de los comicios, para serlo los conflictos post—electorales y su persona.

Grandes personajes se le unieron —muchos por convicción y no pocos por ambición—; todos, sin embargo, terminaron difuminados bajo la oscuridad de su sombra. El propio Cuauhtémoc Cárdenas y muchos otros compañeros de viaje fueron desechados no sin rudas estigmatizaciones en su ascenso al Valhala.

Y así llegó al gobierno, y ya en él no soltó el monopolio de la oposición. Cómo, ¡si lo es todo para él!

En su lugar consolidó un monopolio estatal de la oposición, por más absurdo que pueda parecer.

Al igual que antes, López Obrador otea todas las mañanas el horizonte nacional en busca de temas dignos apropiación y medro, incluidos aquellos que le son contrarios y por sobre todos los que le sean de riego. Mientras más pesen en el emocional social, mejor. Si no gravitan sobre él, retuerce su abordaje y presentación para lograrlo. Así, su voracidad no tiene límite, su apropiación pudor y su perversión medida.

Se critica la ausencia de oposiciones y sí, brillan por su ausencia. Nada más que con independencia a sus taras y vicios propios, López no ha dejado espacio de oposición alguno sin impersonar (de per-sonare): sin monopolizar su voz. Cual Atila 4T, por donde pasa no vuelve a crecer la yerba.

Él es, a la vez, gobierno y oposición; oposición no a los enemigos de México o al sistema, sino a su gobierno y persona, considerados en su geografía moral desde el Olimpo del bien.

Menester es ahondar en esta tesis y destacar lo absurdo y el contrasentido que las oposiciones en México estén bajo el monopolio personal de un poder desmandado y enfermo.

El otro tema va de la mano. López Obrador no sólo tiene el monopolio de la oposición, sino, por igual, de la conversación.

No hay hoy en México espacios públicos, plurales, ciudadanos de conversación y deliberación política.

El gobierno todo es un acallar mañanero de la pluralidad y la imposición de una conversación tan totalitaria como uniforme, falsa y distractora.

Y podrán los conciliábulos, los círculos rojos y las academias discernir sobre temas ajenos a la conversación monologal, pero el control de los medios tradicionales los ignora o sepulta bajo la sobreexposición del Gran Tatloani y voz única.

No hace falta ley mordaza, basta el Big Brother, su pantalla y voz omnipresente.

Nuestras conversaciones, por más sagaces, sesudas, aguerridas y circuladas que sean, son marginales a la conversación de controlada desde el Estado. Somos testimoniales, si no inexistentes.

Mientras López Obrador siga teniendo el monopolio de la conversación y la oposición es poco lo que en los hechos podamos hacer.

¿Cómo romper ese monopolio, cómo salirnos de su agenda e impulsar una verdaderamente ciudadana, cómo sacudir los frutos podridos de un sistema de partidos infuncional y rescatar de su monopolio nuestro derecho a la oposición verdadera y conversación plural?

Por eso me pregunto si callar y ausentarse de la revocación de mandato sea lo más inteligente.

Alguien me decía hace unos días que la peor de la muerte es la del derrotado por sí mismo.


#LFMOpinion
#Parreshia
#Monopolio
#Oposiciones
#Conversacion
#Pluralidad
#Argumentación
#Acallar

Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

Sigueme en: