LETRAS

Vida y soledad

Vida y soledad
"La soledad no es cuestión de compañía."

La soledad no es cuestión de compañía, es de afecto. Conozco personas (y personos, terciaría Fox) llenas de compañía y, sin embargo, profunda y dramáticamente solas.

La mayoría de las personas se acompañan en esta época de capitalismo decadente con objetos materiales bellos y caros. Mientras más caros y nuevos mejor: casas, coches, joyas, obras de arte, cuentas bancarias, muebles y, sin embargo, viven hundidos en la más desesperante de las soledades; las he visto rodeadas de gentes: socios, clientes, proveedores, empleados, sirvientes, bufones y rémoras, bueno, ¡hasta de abogados! (que de todo hay en la viña del Señor).

Aún así profundamente solos. Los he visto rodeados de amistades de su dinero, de su fama o de su poder, pero no de ellos. Un amigo querido me confesaba hace unos días, no sin un dejo de dolor, que todo mundo le ve cara de chequera. He conocido y conozco a los rodeados y vitoreados por multitudes, tan solos y temerosos cual condenados al caldazo; sé de afamados que sufren cual parias y me he topado con quienes viven mejor con su perro que con su hermano. He visto a los que naufragan en compañías concupiscentes de amores tan tórridos cuan vanos, más solos que el mayor de los ascetas. En las grandes urbes los hombres (género lingüístico, no sexual) vivimos aglomerados como en vagón de metro, pero nuestra compañía es solo hacinamiento, no relación, nuestros contactos suelen estar ausentes de afecto, ya que no vemos al y en el otro a un semejante con el mismo sufrimiento y sed de felicidad que nosotros, sino como estorbo, competencia o carga, la mayor de las veces ni siquiera lo vemos.

Así vivimos juntos y amontonados, pero cada monada subsiste encerrada en sí, incomunicada y sola. Llamo al buen amigo de juventud Teilhard de Chardin para que me ayude en la explicación. Él sostiene que "nos relacionamos con objetos de naturaleza a-centrada e impersonal, ya sea porque en nuestras relaciones interhumanas abordemos a nuestros semejantes tangencialmente, por interés, por función o por negocios, la mayor parte del tiempo trabajamos, buscamos, gozamos, sufrimos sin amar "y sin sospechar que podamos amar- lo que nos ocupa". Para él "amar es atraerse de centro a centro" (Ciencia y Cristo 1965). Al ser nuestras relaciones de naturaleza tangencial no sólo son superficiales, sino que mantienen una propiedad evasiva y defensiva. Lo que marca este tipo de relaciones, y que es lo que facilita que sean de intereses, apegos o apetitos y no entre seres, es el miedo más que el egoísmo. Para ser más claros, por miedo no nos relacionamos y ese miedo lo enmascaramos y expresamos en egoísmo.

Para muchos el miedo radica en el riesgo de que por una relación de ser a ser perdamos nuestro propio ser o bien se disuelva en el del otro. Por eso es que digo que hay más miedo en nuestro aislamiento que egoísmo: no nos damos por temor a perdernos en la entrega. Pues bien, nuevamente Teilhard viene en nuestra ayuda para decirnos que "la verdadera unión no funde los elementos que aproxima; les da una nueva vitalidad por fecundación y adaptación recíprocas. Es el egoísmo el que endurece y neutraliza la materia humana. La unión diferencia" (La energía humana 1962). Nuestras relaciones son de corteza a corteza, no de centro a centro, dirían los creyentes, de alma a alma. Están marcadas por el miedo y la desconfianza: aterrados de que alguien pueda ver dentro de nosotros y nosotros dentro de alguien nos cerramos y evadimos comunicarnos de ser a ser, aislándonos y marchitándonos en la más miserable de las soledades, todo ello en medio de la aglomeración humana mundial.

Algo tan absurdo como morirse de asfixia dentro de un tanque de oxígeno. La verdadera relación únicamente se puede dar en la comunicación -diría Octavio Paz en "la comunión"- de lo más incomunicable y profundo de nuestro ser. Sigue De Chardin: "El amor muere al contacto de lo impersonal y lo anónimo", y tal es el signo de nuestra vida actual: impersonal, anónima y, por consecuencia, solitaria. En un texto que sin duda influenció a Paz al escribir "La llama doble", Teilhard, hablando del amor entre el hombre y la mujer, nos dice: "…no solamente la atracción única y periódica, con vistas a la fecundidad material, sino una posibilidad, sin límites y sin reposo, de contacto por el espíritu mucho más que por el cuerpo: antenas infinitamente numerosas y sutiles que se buscan entre los más delicados matices del alma; atracción de sensibilización y de perfeccionamiento recíproco, en la que la preocupación por salvar la especie se funde gradualmente a la embriaguez, más amplia, de consumar, entre dos, un mundo…" (Ibid) Para él el amor "es la más universal, la más formidable y la más misteriosa de las energías cósmicas…" (Ibid).

Haciendo hablar al amor, la bella prosa de Teilhard, nos dice: "¿Acaso sabes de dónde viene la idea que te agita y que tú buscas como si estuviese en ti? Yo soy el verdadero vínculo del mundo. Sin mí, los seres, aunque parezcan tocarse, se encuentran separados por un abismo. En mí se juntan, a pesar del caos de los siglos y del espacio. "Parajódico", diría un viejo amigo, pero vivimos hacinados pero separados por barrancos de egoísmo. ¿De qué sirven las riquezas cuando nos hunden en la soledad, de qué el poder cuando aísla y ciega, de qué las amistades de nuestros apegos si no lo son de nuestro ser, de qué la fama cuando nos confina a la soledad de los altares mediáticos, de qué el trabajo cuando nos separa de nuestros seres queridos y de nosotros mismos; de qué la compañía cuando es de silencios? Rico el que tiene afecto, no bienes materiales, feliz quien tiene un amigo de su ser y no de sus pertenencias, hombre quien ama y es amado, lo demás es el engaño que llamamos vida y que sólo es soledad. Namaste.

Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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