PARRESHÍA

Aptitud para la democracia

Aptitud para la democracia

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Las sociedades no mueren por sus contradicciones, sino por su incapacidad de resolverlas.

A Don José Luis de la Peza

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No comparto el parecer del magistrado Felipe de la Mata quien, temeroso se desate la “grilla” al interior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación con motivo de la próxima elección entre sus pares por la presidencia de su pleno, en cuyo caso, dice, “el análisis de sentencias se reemplaza por el análisis de prospectivas al interior de la institución, el conteo de votos a un proyecto se cambia por el conteo de apoyos a una persona y las alianzas transmutan de afinidades ideológicas a compromisos y conveniencias, a golpes bajos y sobre la mesa”, propone “tomar en consideración factores como la experiencia de la magistratura de mayor edad y determinar que la presidencia siempre será para el decano en turno sin reelección posible. Con ello, además, aprovechamos el expertise de los más conocedores de la institución (…) Otra opción, si lo que se quiere privilegiar es la sencillez, podría ser incluso un mecanismo tipo tómbola o sorteo, que cada cuatro años el azar decidiera”.

No lo acompaño, ni podría hacerlo, porque el mismo argumento puede hacerse valer contra la democracia misma: genera polarización, conflictos, compromisos, conveniencias, golpes bajos y sobre la mesa, grilla. Todos argumentos que predican sobre los sujetos de la democracia y la inconsistencia de su compromiso para con ella, no contra la misma.

La contrariedad, lo contingente y agónico, es propio de la pluralidad humana, pero la solución no es negarla, engañarse, sacarle la vuelta, darle la espalda a la naturaleza humana y sus retos, sino de resolverla en libertad y sin demérito de lo plural. Los magistrados deben aprender a vivir en democracia sin mella de su trabajo, y los políticos a perder sin, a cambio, odiar e incendiar el mundo.

Lo mismo se podría argumentar contra la justicia: para qué tanto pleito, probanzas, argumentos, peritaje y revisiones, si basta con un bolado.

Con todo respeto al magistrado De la Mata y a sus pares: el problema no es la pluralidad, sino de su incapacidad de procesarla civilizadamente.

Ya lo había dicho Aristóteles sobre el bien en su Ética a Nicomaco: “Yerro muy grande sería encomendar al azar lo más grande y lo más bello”. Pero, tal parece, en balde murió Sócrates y el pensamiento político extravió cualquier posible sentido hace mucho —como lo advirtió Reyes Heroles— en el altar de la administración y la carrera administrativa.

Con semejantes salidas no puede uno más que preguntarse: ¿En manos de quién estamos? Y, si el sistema profesional de carrera ¿no concluye en una endogamia oligárquica, en su mundillo de expertos enajenados de la realidad?

En lo que sí acompaño a De la Mata es cuando dice: "es ingenuo pensar que, con tanto en juego, la elección de la presidencia esté exenta de intrigas, confabulaciones y estrategia". Siento decirle que el mundo real tampoco.

El problema es vivir más dentro de la serie Juego de Tronos que en una democracia de hombres libres obligados a responder de su libertad y pluralidad con, como decían Aristóteles y Maquiavelo virtud; a lo que Arendt agregó virtuosismo: no sólo hay que ser la esposa del César, hay que parecerlo.


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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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