PARRESHÍA

Descastados

Descastados

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Adán Augusto perdió su oportunidad por sus enjuagues inconfesables, con los suyos y con los otros.

Hoy más que nunca la vieja conseja de Reyes Heroles adquiere todo su significado e importancia. En política, dijo, “la forma es fondo”.

Y lo es, porque la política no es otra cosa que un universo de relaciones humanas. La política es lo que media entre nosotros, ese espacio que nos permite ser sin matarnos unos a los otros y construir un ámbito común y propicio para la civilidad y la solidaridad hecha acción.

Pero resulta imposible la política cuando el discurso es ofensivo, la actitud displicente y vejatoria, y el trato soez y pendenciero.

El Parlamento es un espacio para parlamentar y el Congreso para congregarse. Espacios que exigen, además de una aptitud de capacidad, una actitud de apertura y urbanidad.

El triunfador está obligado a ser magnánimo y noble; eso se espera de la verdadera autoridad. Los auténticos líderes parlamentarios son seguidos por los suyos con entusiasmo, pero, por sobre todo, respetados por sus contrarios por la honorabilidad en su hacer.

Adán Augusto perdió su oportunidad de serlo por sus enjuagues inconfesables, con los suyos y con los otros; su actitud de perdonavidas, su humor caustico e inexistente, su concupiscencia, y su patanería de cantina.

Lo más grave es que sacó lo peor de sí por defender a unos descastados, para con quienes ha unido indisolublemente su nombre en la historia: “Los Yunes”.

Disfruten lo votado.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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