Enseñorear...
La presidenta con A, desde su llegada al Palacio Nacional, ha tenido como mira desmarcarse de su progenitor, objetivo que a nueve meses de asumir el cargo no ha logrado materializar.
Pero con la llegada de Donald Trump a la oficina Oval, acompañada de sus políticas de presión hacía México, sus esperanzas se mantienen en ese propósito.
El punto es que la presidenta con A considera que el juego del desgaste natural de su jefe y de sus adeptos de tropezar con las piedras de la soberbia y del cinismo, serán las que den lugar a su quiebre con el pejismo.
Mientras tanto, seguirá con su imagen del doble discurso: negar-minimizar y a la vez de alabar al personaje en "desgracia" en turno.
Ergo
Adán Augusto López Hernández, Senador y hermano político del peje.
Hoy, en el ojo del huracán mediático por el tema: Tabasco, tan comentado.
Sin embargo, a las "piedras" mencionadas, para que no se queden en el anecdotario político hay que proyectarlas para que visualicen que su fortaleza es su propia fragilidad, ante una circunstancia de presión de los vecinos del norte y se conviertan en moneda de cambio.
En ese escenario, la presidenta con A tiene que apoyarse en el discurso mañanero de sus conferencias: "el pueblo evalúa la conducta pública de los morenistas", para lavarse las manos y dejar a la opinión del pueblo sabio su veredicto.
Su habilidad política estará a prueba en esta coyuntura, donde la demanda política es la congruencia ante la evidencia pública.
Si el objetivo de la presidenta con A es: Enseñorarse frente a los suyos, el nombre de Adán Augusto López Hernández es el mejor trofeo para tal fin, adueñarse del bastón de mando.
La presidenta con A sabe que el momento apremia y su tiempo se agota ante la mirada de Donald Trump.
Ya se verá
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