PARRESHÍA

Riesgo de perecer

Riesgo de perecer

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La democracia no puede refutar expresiones disrruptoras, porque ellas son la sangre que debe correr por sus venas.

La democracia debe estar abierta y atenta a nuevas perspectivas por una razón de sobrevivencia. El Estado se aprecia como una forma estable de estar, pero en los hechos es una organización inestable, contradictoria, confusa, plural y, a veces explosiva. Los protocolos y parafernalias del poder son oropeles que encubren el filo de la navaja por el que caminan todos los días los gobiernos en el mundo entero, cada vez más disminuidos, ineficaces, ridículos y desquiciados.

Y es que no terminamos de entender que la democracia no puede refutar expresiones disrruptoras, porque ellas son la sangre que debe correr por sus venas.

Lo que llaman la reforma electoral debiera estarse planteando cómo garantizar y procesar las contradicciones y desacuerdos entre nosotros, no en evitarlos, y cómo perfilar un México soberano para un mundo cada vez más interdependiente, comunicado y peligroso.

Se equivocan quienes creen que los grandes avances democráticos son producto de gobiernos, partidos, parlamentos y de esos que se llaman políticos profesionales, y no de las pulsaciones desorganizadas e inorgánicas ciudadanas, las más de las veces a pesar de todos aquellos.

La reforma, por ello, debiera estar buscando nuevas formar de organización, deliberación y participación ciudadanas, nuevos modelos de democracia.

Vivimos la más profunda revolución tecnológica en la historia de la humanidad, el mundo en 10 años nada tendrá que ver con lo que hoy conocemos, necesitamos diseñar un nuevo marco de democracia que se haga cargo de los nuevos retos y paradigmas. El parcelamiento por naciones está muriendo, los ciclos electorales impiden tomar decisiones que trasminen fronteras, generaciones, temporalidades y circuitos.

Muchos problemas y sus soluciones son ya trasnacionales y demandan un procesamiento diferente.

Seguimos pensando en el distrito, municipio o estado, cuando el mundo y sus problemas de globalizan, interrelacionan y codependen.

No podemos seguir pensando en un control cerrado del poder político entre muros, menos en la simulación de una democracia por aclamación, más aún cuando el poder en los hechos está rebasado desde dentro y desde fuera del gobierno y de eso que llaman movimiento, y también de allende fronteras en un mundo, además, en crisis múltiples y agudas.

No necesitamos un reforma electoral, requerimos toda una revolución cultural a riesgo de perecer en el cambio.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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