PARRESHÍA

Antagonismo y democracia

Antagonismo y democracia

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Un grupo de entrañables amigos ha recriminado mis opiniones acerca del Presidente Electo y su equipo visible. Agradezco sus comentarios y habré de esforzarme por evitar comentarios agrios. No obstante, tres cosas me llaman con especial énfasis la atención.

Primero, sus aseveraciones de que por primera vez los mexicanos somos libres, cual si hubiéramos vivido en el Archipiélago de Gulag toda nuestra vida, y como si el 2 de julio hubiésemos arribado a la democracia plena por generación espontánea, sin antecedentes previos, ni condiciones sociales, legales e institucionales propicias, cuya existencia negaría la esclavitud de la que hoy dicen haber sido liberados, echando por tierra, al menos, el momento de arribo al nuevo paraíso democrático. Tengo claro que éste fue un estribillo de campaña, más preocupa que gente con cierto nivel de preparación se lo trague en indigestión de sus propias experiencias de vida y elementos objetivos de la realidad.

Segundo, sostienen que hago mal uso de mi "nueva" libertad, al utilizarla para criticar al próximo gobierno.

Nuevamente aquí encuentro una disfuncionalidad, a cual más curiosa. Quien revise los medios masivos de comunicación de los últimos cinco años -lo cual también cuestiona la supuesta esclavitud arriba aducida encontrará una sola constante: crítica y ataque sistemáticos al gobierno federal y al PRI. Nadie que no lo hiciera, conductor, comentarista o medio, tenía posibilidades de sobrevivir ante un auditorio psicotizado por dicha moda antisistema. La mayoría de las famas públicas, nuevamente de medios o personajes, han sido construidas sobre la crítica al PRI y al gobierno emanado de él.

Analistas políticos, políticos y arribistas a la política, comentaristas de deportes, anunciantes de clima, conductoras de programas de cocina, reporteros, especialistas en finanzas, consejeras en amores y despechos, lo que fuera, tenían que aderezar su trabajo con las censuras y ataques antisistémicos de rigor.

Todos ellos, después del 2 de julio se quedaron sin tema. Basta revisar los noticieros hoy día para observar a flor de piel la aridez de reportajes y análisis, para percatarse que se quedaron sin tema y, lo peor, para advertir la pobreza de nuestro periodismo; antes no hacía falta buscar la noticia, investigar el asunto, documentarlo, confrontarlo con otras fuentes; bastaba con escoger el objetivo de la crítica semanal y enviar a los francotiradores con cámaras y grabadoras al ataque. El 2 de julio, no sólo desnudó al PRI, también encueró a muchos pontífices mediáticos que han vivido y hecho fortuna, primero, ensalzando al PRI, luego denostándolo y hoy enterrándolo.

Sin embargo, lo importante preocupante es observar como muchos de los que hoy se sienten liberados, no conciben esa libertad con tolerancia, antes bien, ven en quien osara criticar al libertador como un apostata blasfemo, diría algunos- que debe ser acallado o fulminado del paraíso recién conquistado. Después del 2 de julio escribí un artículo sobre la intolerancia mostrada por Fox a lo largo de su campaña. Un amigo de Fox me contestó diciendo que guardara silencio y esperara tranquilo hasta las próximas elecciones (Crónica 10 VIl 00). ¡Bienvenida sea la nueva libertad... en el silencio de los sepulcros!

Finalmente, me sorprende el concepto de democracia que está permeando, ya que no sólo es contrario a la naturaleza misma de la democracia, sino a sus componentes esenciales: libertades, derechos fundamentales, igualdad, representación de la pluralidad social, tolerancia, etc.

Me explico. La política y la democracia están ligadas por naturaleza a la dimensión del antagonismo y la hostilidad que define las relaciones humanas. Sigo en las siguientes líneas a Chantal Mouffe. Para ella la especificidad de lo político es su dimensión antagónica, que reclama de la política domesticar la hostilidad y neutralizar el antagonismo (pluralismo) esencial que acompaña la construcción de las identidades colectivas. La democracia, pues, no puede ser la eliminación de la pluralidad, ni de sus antagonismos consubstanciales, menos aún de las pasiones que lo acompañan y aderezan, sino, antes bien, su movilización y encauce de acuerdo a dispositivos agonísticos que parten del respeto a las diferencias. Agonístico proviene de agon certamen, lucha o juego público.

Cuando observamos sin pasión al "otro", encontramos en él el concepto de exterior constitutivo, que construye la identidad a través de la diferenciación (negro y blanco, forma y materia, esencia y accidente). En el momento en que el individuo nace se percata de que más allá de él existe algo indeterminado que no se confunde con él y define por exclusión su propio yo. Es esa conciencia (reflexión) de lo que no se es, lo que permite comprender, no sólo la existencia de nuestra otredad constitutiva, sino de nuestro yo. Las identidades colectivas se constituyen de igual manera, a través de la delimitación y diferenciación entre el "ellos" y el "nosotros".

Ese antagonismo es la esencia de la pluralidad y, por ende, de la política. No puede haber un nosotros sin un ellos, no puede haber un colectivo político sin la existencia de múltiples nosotros diferenciados. La política es la ciencia de las definiciones. El pecado de la ultraderecha moderna es pretender meter en el mismo saco a una sociedad indiferenciada: un centro indefinido e ideológicamente amorfo que premia el agua tibia para esquivar responsabilidades políticas y compromisos sociales, y hace imposible la identificación con referentes ciertos.

La democracia implica reconocer en la otredad al adversario, no al enemigo. La diferencia estriba en que el enemigo hay que exterminarlo, ya que no se le reconoce derecho de subsistencia; en tanto que al adversario hay que reconocerlo y protegerlo, por cuanto se le reconoce identidad, derechos y obligaciones. Mucho se podrá decir de los Pris, pero del PRI de 1977 a la fecha (si me apuran, del de 1963 para acá) habrá que reconocer su respeto, promoción y cuidado del adversario. Quienes anuncian hoy el nacimiento de la libertad niegan el tránsito del que son producto y beneficiarios.

El riesgo está en la difuminación progresiva de las diferencias, de los antagonismos. La desesperación de posicionamientos opuestos, el desplazamiento hacia la República de centro, sin referentes y ambivalente, desvanece al adversario político y promueve el surgimiento del enemigo nacional, étnico o religioso. Mis dilectos amigos habrán de reconocer que los enconos que hoy surcan nuestra sociedad nacional tienen su acento en estos temas. Si no les es aceptable mi argumento, los invito a voltear a la Europa unida que por la puerta trasera ve socavar su proyecto por conflictos nacionales, étnicos y religiosos. Saludos de Bosnia. "Cuando el espacio público democrático se debilita, se ve cómo se multiplican los enfrentamientos en términos de identidades esencialistas o valores morales no negociables" (Chantal Mouffe, 1993) ¿Les suena a algo de nuestra nueva libertad?

Lo que he escrito en mis últimas intervenciones en torno al encono fraguado a la sazón del "cambio que a ti te conviene" es la desaparición del adversario político y la emergencia del enemigo irreconciliable. Ese es nuestro riesgo. No escribo en contra de Fox. Escribo movido por la realidad de una sociedad que ha perdido sus anclas de tolerancia y procesamiento de diferencias.

No le pido a mis amigos -ni a mis adversarios- que compartan mi parecer, antes bien agradezco su antagonismo, tan sólo pido que así como el México en que crecieron supo, aunque hoy no lo reconozcan, fomentar, cuidar, impulsar y fortalecer la diversidad, ahora que estrenan libertad permitan ser la de los otros. Recuerden a Nietzche, quien decía que de tanto cazar monstruos, se corre el riesgo de convertirse en uno.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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