PARRESHÍA

Afán genesiaco*

Afán genesiaco*

Foto Copyright: lfmopinion.com

No me opongo a que discutamos la posibilidad de una nueva Constitución, pero sí al planteamiento hecho por el Presidente Fox. Y me opongo por su falsa y ominosa premisa, así como por su conclusión anticipada.

Una cosa es que deliberemos sobre la necesidad de reformar parcial o integralmente nuestra Constitución y arribemos a conclusiones de qué y cómo modificarla, repito, inclusive en su totalidad, y otra muy distinta a que se nos invite a una deliberación cuya primigenia y fundamental conclusión es impuesta antes siquiera de sentarse a platicar (no cabe duda que el Presidente ha aprendido algo del Subcomediante Marcos —y también del comediante Bustamante—).

Fox no invita, impone: "necesitamos otra Constitución", póngase de acuerdo sobre cómo la quieren. Y no es así. Deliberemos si es o no necesaria una nueva Constitución. De ser así, definamos por qué, para qué será lo nuevo y cómo hacerlo. Puede que arribemos a las mismas conclusiones que el Presidente, pero puede que no.

De entrada sorprende y preocupa la premisa mayor del planteamiento presidencial por megalómana: se necesita otra Constitución porque "cada Constitución ha señalado el principio de nuevo ciclo histórico" y Yo, Fox I, marco un nuevo ciclo histórico. Una cosa es haber ganado las elecciones del pasado 2 de julio y otra muy distante es haber parido otro México. Hoy resulta que todo es nuevo: "nunca antes", "por primera vez", "nuevo México", "nueva esperanza" e infinidad de despropósitos inéditos. ¿Hasta dónde gravita en el planteamiento presidencial el análisis ponderado de las necesidades reales de nuestro marco normativo, y hasta donde un afán genesiaco? No lo sabemos. Es algo que habrá que deliberar.

La novatez del gabinetito tiene derecho a creer que descubren el agua tibia y el hilo negro en cada paso que dan, o, mejor dicho, en cada palabra que expresan, porque en eso de pasos aún no vemos nada. Habemos otros, los aguafiestas, que pensamos que se equivocan al creerse punta de lanza de un gran movimiento innovador, son, a los ojos de nuestro amargado juicio, el saldo de una sociedad en crisis que ha extraviado sus pasos y no alcanza a recuperarlos.

La premisa es falsa, además, porque es muy temprano para medir la trascendencia histórica del novel gobierno. Se les olvida que en política lo que cuentan son los resultados y hasta hoy de ellos no hemos visto nada. Luego entonces, si lo que se pretende es que se haga una Constitución para marcar el arribo del Presidente Fox al poder, no se sabe qué es una Constitución, ni para qué sirve, ni cómo se conviene. Habría que deliberar también sobre ello.

El Presidente sostiene que el mandato popular del 2 de julio fue por "un cambio en las normas, en las instituciones y en los objetivos (?), no sólo por un cambio en el grupo en el poder". Suponiendo sin conceder que así haya sido, lo que no está aún definido es qué cambios vamos a insertar en normas, instituciones y objetivos, porque eso es algo que a nadie se ha consultado. Por mi parte, sostengo que el mandato no es así de simplón. Los frentazos que se suceden hora tras hora debieran haberlo mostrado tiempo ha a los paridores del nuevo México.

Tampoco comparto con el Presidente el aserto de que "tenemos una sociedad democrática y muchas instituciones autoritarias". La investidura, al menos, debiera atemperar en él este tipo de afirmaciones como cabeza, precisamente, de dichas instituciones. Tal parece que a veces se olvida que la campaña concluyó —por mandato de ley— en junio pasado.

En algo sí coincido con el Presidente: necesitamos reconstruir los consensos nacionales, aunque él agrega, como si ya fuera un consenso alcanzado, "en torno a una Constitución renovada". No es así, menester es reconstituir los acuerdos nacionales, si él gusta, empezando por el de elaborar una nueva Constitución. Pero nadie puede con verdad afirmar que en ello haya ya un acuerdo construido.

Por cierto, quien escribe los discursos presidenciales debiera releer los discursos del diputado, gobernador y candidato Fox para evitarle la vergüenza de que alguien se los recuerde. Se lee en el discurso del pasado 5 de febrero: "Esta responsabilidad nos convoca a un debate respetuoso, constructivo y responsable; a un dialogo honesto, transparente y patriótico, por encima de toda pequeñez e intolerancia". Cualidades difíciles de encontrar en los antecedentes antes señalados, o ya se olvidaron las tepocatas, los zedillines y el hoy, hoy, hoy. Se lee también: "dejar a un lado el populismo como mecanismo de manipulación y como estrategia para lucrar políticamente". iAutogooool! Finalmente, se dice: "Mientras tanto, ahora, cumplamos cotidianamente los preceptos vigentes" con una violación a la legislación sobre los símbolos patrios a su espalda y la indebida modificación a la protesta constitucional, o séase, protestar cumplir algo violándolo.

* Genesiaco, relativo al Génesis (origen y principio de las cosas).

#LFMOpinión
#Política
#Transición
#VicenteFox
#Constitución

Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

Sigueme en: