PARRESHÍA

Regular publicidad, ¿conducir o prohibir?

Regular publicidad, ¿conducir o prohibir?

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Regular no es prohibir, es conducir, hacer posible. Lo que se busca es evitar riesgos a la salud, no conculcar derechos.

La regulación sanitaria de la publicidad se enmarca dentro del derecho de toda persona a la protección de su salud.

Pero, junto al derecho a la protección de la salud, la Constitución reconoce otros, entre ellos: libre manifestación de las ideas, libre difusión de opiniones, información e ideas, y, finalmente, libertad de industria y comercio.

El ejercicio de todos estos derechos (salud, expresión, difusión y comercio), no puede ser restringido ni suspendido salvo en los casos y bajo las condiciones que la propia Constitución establece, y sus normas deben interpretarse favoreciendo en todo tiempo a las personas con la más amplia protección, por lo que las autoridades están obligadas a promover, respetar, proteger y garantizar dichos derechos de conformidad con los principios de universalidad, independencia, indivisibilidad y progresividad.

La publicidad está garantizada por los derechos de expresión, difusión, industria y comercio, pero en el caso de tratarse de la salud, se regula para evitar riesgos a la salud.

Cuando se acude ante la autoridad a solicitar un permiso de publicidad se está ejerciendo derechos y la autoridad está obligada, primero, a promoverlos, respetarlos, protegerlos y garantizarlos, y luego a resolver la petición en los plazos y términos de ley.

Cuando la autoridad procesa la solicitud, está sin duda valorando el proyecto publicitario, pero con él, los derechos del peticionario de expresar, difundir y comerciar. Lo que quiero sentar es que la autoridad, en la valoración de un anuncio publicitario, no puede dejar de considerar la esfera de derechos que le asiste al solicitante y que está obligada a potenciar.

Regular la publicidad es ajustar el proyecto publicitario a la regla y para ello lo primero que se requiere es conocer la regla e interpretarla. Hacer su exégesis, es decir, su explicación e interpretación. El vocablo proviene del griego ‘exégesis’, explicar, interpretar, mostrar el camino; de ‘ex’, hacia fuera y ‘hegeisthai’, conducir. La etimología no podría ser más pedagógica: quien interpreta debe ante todo mostrar el camino. De igual forma, quien regula, más que prohibir debe ajustar a la regla, donde ajustar es hacer o poner algo de modo que case y venga justo con otra cosa, en nuestro caso, la regla.

Pongamos un ejemplo, es un derecho el libre tránsito, pero para que éste sea se regula, de suerte que se circula por carriles, con sentidos prefijados, límites de velocidad, semáforos, áreas peatonales y demás reglas que permiten el tránsito ordenado.

Algo similar debe ser con la publicidad. Regular es ajustar, reglar o poner en orden algo; se está regulado cuando se está ajustado a una regla, cuando se actúa conforme a ella. Una regla traza una línea recta, establece un deber ser; regular es ajustar una conducta a esa línea, al deber ser.

¿Cómo ajustar o poner a modo? Empezando por explicar qué dice y busca la norma. Por supuesto que la ignorancia de la ley no exime de su cumplimiento, pero por igual debe privar el principio de que lo público debe de hacerse público, es decir, que si se busca que impere la norma, ésta debe publicitarse, acto de emisión, y socializarse, acción de interpretación y explicación.

Partimos, pues, del ejercicio de derechos y llegamos a su regulación, que no es tanto prohibirlos, cuanto ajustarlos a la regla.

El tema no es menor, bajo esta óptica, regular no es prohibir, es conducir, hacer posible. Lo que se busca es evitar riesgos a la salud, no conculcar derechos.

No quiere esto decir que la autoridad no esté facultada para prohibir, en su caso, la publicidad que ataque la protección a la salud. Más aún, está obligada a hacerlo de ser necesario. Pero la tarea regulatoria primigenia es didáctica, de explicar, interpretar, mostrar el camino; de ajustar conforme la norma. Hecho lo anterior, la publicidad que se aparte de ella, debe ser prohibida.

No obstante, el paradigma cambia cuando la autoridad se hace cargo del papel facilitador y pedagógico de quien regula. ¿No cree usted?

Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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