PARRESHÍA

La graciosa huida

La graciosa huida

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Corrían los primeros años del sexenio de López Mateos, cuando se dio una pugna entre la Secretaría de Gobernación y la, hoy extinta, de la Presidencia por el manejo político de las comunicaciones y, en especial, de la imagen del presidente. Mi padre a la sazón director general de Información de la Secretaría de Gobernación, recibió instrucciones del secretario Díaz Ordaz de mantener en Gobernación la función, enfrentándose a su ex compañero de legislatura, ambos jóvenes en aquel entonces, Francisco Galindo Ochoa. La función permaneció, al menos durante ese sexenio, en Gobernación.

En alguna ocasión y con relación a esta pugna Díaz Ordaz llamó a mi padre y con su gruesa voz y tono solemne le preguntó: "Abogado, ¿qué no conoce usted la graciosa huida?".

Sorprendido mi padre contestó que no y el secretario le dio una lección que fue de gran provecho en su carrera política: "Mire abogado, uno no puede estar saliendo en la prensa todos los días, la gente se cansa, al cuarto día nos vomitan. Uno debe dar un buen golpe periodístico y hacer una graciosa huida por varios días o semanas. No salga tan seguido en la prensa".

Los políticos, y ahora los funcionarios gubernamentales aunque no los sean, son los primeros en pisar sobre sus notas con otras que ellos mismos generan, no dejan que las noticias cumplan su vida útil, que se decanten, se analicen, comenten y mueran por sí solas, las matan ellos mismos con nuevas noticias. Pero lo importante es que con ello sólo logran lo que Díaz Ordaz afirmaba, que al cuarto día se les vomite.

Algo aún más desastroso es cuando el político o, en su defecto el funcionario, cae en la dinámica de la prensa manejándose a su demanda a ritmos. Los medios son eso: medios, y cuando se pierde de vista su naturaleza y se les toma como guía y se les sigue ciegamente, más temprano que tarde se paga el costo de convertirse en noticia en vez de generar noticias: como ellas, se tiene una vida útil muy corta y se es desechado, a veces en el descrédito, por los propios medios.

Otro político, Richard Nixon, solía decir que en materia de medios prefería montar que ser ensillado y que líder no es aquel que sigue a la opinión pública, sino el que la guía.

Todo lo anterior viene a colación en relación con la investigación del asesinato de Ruiz Massieu, que corre a ser uno más batido e increíble que los de Colosio y Posadas. Ayer le preguntaba a mi esposa sobre qué escribir y me contestaba que sobre cualquier cosa excepto de lo de José Francisco y agregaba: "no hay periódico, revista o noticiero de radio y televisión que no esté saturado, no con lo del asesinato sino con los dimes y diretes del hermano, que a una hora genera rumores para a la siguiente sermonearnos que no seamos presa de rumores, confundiéndonos y generándonos sólo mayor desconfianza. Con todo respeto para los deudos de Ruiz Massieu esto ya parece una telecomedia de Televisa" (que son tan malas que en Brasil los anuncios de Taco Bell rezan "estos tacos no son hechos por el mismo que hace las telecomedias mexicanas").

Seguramente el subprocurador, quien como ya he afirmado: debió haberse disculpado de conocer del caso, para estas alturas ya habrá aprendido aquella máxima de otro gran político, Ruiz Cortines, cuando aconsejaba a quien quería aprender: "nunca dejes pasar una oportunidad para quedarte callado".

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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