PARRESHÍA

Falsedades de la consulta

Falsedades de la consulta

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Confunden la regla de mayoría con unanimidad.

Sostienen los defensores de la consulta sobre el NAIM que es legítima porque se consulta al pueblo.

Nada más falso.

Como lo hemos señalado, este tipo de consultas acallan la deliberación y reducen lo plural a una situación binaria.

La pluralidad social solo se expresa por la representación, no por situaciones maniqueas artificiales de sí o no.

Sostienen, además, que su legitimidad deviene de 30 millones de votos.

También es falso.

Confunden la regla de mayoría con unanimidad.

López Obrador ganó ante todo por un voto de castigo, que expresó más un rechazo a Peña que una entrega a López.

Las elecciones no entregan el poder para siempre y sin taxativas; lo encargan temporalmente con mandato de eficacia y amenaza de castigo en la siguiente elección de no cumplir las expectativas. Democracia nombra gobierno, pero se reserva el derecho de castigarlo, en su caso.

Más aún, Morena se levanta con el 53 por ciento del electorado, sin duda una mayoría absoluta, si bien no calificada. No obstante, 47% de electores que acudieron a las urnas se expresaron por opciones contrarias. Sobre ello, hay que considerar a los abstencionistas, cuyo silencio grita más de lo que los partidos quieren escuchar. El 32.5 millones de ciudadanos inscritos en las Listas Nominales de Electores se abstuvieron de votar, dos millones más de los que votaron por López Obrador, si les sumamos los 26.5 millones que sí votaron, pero por otras opciones (votos nulos incluidos), 59 millones de electores, potenciales y efectivos, no votaron por López Obrador. Su gran triunfo, si bien incontrastable, no resulta tan contundente.

Las elecciones sirven para reflejar la pluralidad de las posturas políticas de la ciudadanía, por supuesto que siempre gana una, más ello no anula, ni acalla, ni aprisiona a las demás.

Sostener que se puede hacer lo que les plazca por haber ganado, es propio de dictaduras. El poder está constreñido por el Derecho, pero también por la sociología, es decir, por las diversas opiniones y aspiraciones que surcan el espectro social.

Por ello, es falso que el gobierno entrante haga política de la buena y, más aún, democracia con la consulta de pacotilla que impone contra razón y ley.

Ante todo, evade su responsabilidad política, para ello fue electo, pero, además, engaña al pueblo y a la democracia al faltarles el respeto con una consulta tan opaca como amañada, y una democracia que no busca escuchar al pueblo, sino callarlo por la imposición de un planteamiento binario sobre un tema de una complejidad que escapa la mera opinión ciudadana, es todo menos democrática.

El peligro de este actuar populista y demagogo es que se pretenda implantar este esquema para, a través de la construcción de supuestos apoyos populares incontrastables, terminar de romper el precario entramado institucional que subsiste, el Estado de Derecho y las libertades ciudadanas.


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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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